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Entre decir y sugerir

'Ensayos para una historia de economía doméstica', Eva Castañeda, Elefanta, México, 2023.
Enrique Héctor González

 

Una voz abierta, persuasiva, es la que se escucha detrás de las frases que conforman los Ensayos para una historia de economía doméstica, el libro de poemas (o algo así) que Eva Castañeda publicó el año pasado. Es el suyo un discurso que cuenta como un relato, reflexiona como un ensayo y se resuelve, anticlimáticamente, como un libro de poemas cuyo acento más destacado reside en el timbre bajo de aquella voz, en el tono a la vez congelado y flexible, felizmente comprimido de su elocución.

Porque eso al final es el libro mencionado: un conjuro, un conjunto de líneas que se desentienden de parecer versos si ello significa traicionar la trama de lo que hay que decir y cómo hay que decirlo, de lo que el persuasivo rigor de la vida doméstica deja ver al trasluz de alguien (el fantasma de la poeta) que registra lo que pasa en el lienzo de los días sin la obligación –naturalmente– de ser exhaustivo, sin seguir un principio de acción determinado.

La voz descarnada de las cosas directas; la sintaxis altruista de quien coquetea con la prosa para encontrar algún rinconcito donde una calle diga más, donde un aviso de ocasión (por ejemplo, la frase “te amo”) se vuelva a decir sin que ello resulte un pasmo, algo de mal gusto, fuera de toda oportunidad, que es la que le da Eva Castañeda a las cosas que cuenta, sobre todo las que inciden en la economía (con todas las cursivas) familiar, como anuncia el título de este poemario (si llamarlo así no es un abuso de confianza).

Entre las experiencias que el libro desenmascara está la de atravesar un puente “a las 5 aeme” para descubrir que “uno es otro” cuando lo recorre: “Sabía de mí como se entera uno de las corrientes de aire”, seguramente el éxtasis invertido de una existencia que deambula por la ciudad y se diluye en ella, por fuerza o de propósito, vaya uno a saber. Lo que sí consta es que cada uno de los textos del libro, cada uno de por sí y en conjunto, ofrece testimonio suficiente de que se trata de una poesía que dice más que cuenta, que cuenta para decirse, que cuenta porque sabe decir.

Si Octavio Paz alguna vez sentenció que el reino de lo poético es el de la sugerencia, el de “lo que dice sin decir”, Castañeda tendría que dedicarse a otra cosa. Por cierto que no es así. La poesía de últimas fechas no funciona de esa manera, al menos no entre quienes, como Eva C., dice diciendo. ¿Pero qué es decirse? Entre otras cosas desdecirse, obligar a la lengua a no ser todo el tiempo un vagón de basurales semánticos sino un medio para que la palabra se presente a sí misma, se represente, balbucee como lo hacemos a todas horas: “Te amaré sin y con lo no y en sí, a favor o en contra lo que allá.” O, por mejor decir: “Lo que ayer o hace mucho, no./ Un día entonces, aunque hoy nada y una vez.”

Los Ensayos… de Castañeda cobijan la posibilidad de decir sin apenas sugerir, de mencionar las cosas por su nombre sin mayor estrago que el de que cambien de color o de naturaleza, de que se conviertan en otra cosa las palabras o los objetos, indistintamente, sin plan de semejanzas. Eso es decir en poesía. Decir en poesía implica que las palabras renuncien, a veces, a su sentido inmediato, menos para sugerir otro asunto que para asomarse desde otro lado a la misma realidad de siempre: “El traje que vestí mañana”, escribió César Vallejo, poeta que uno recuerda fácilmente al leer estos Ensayos…, “no lo ha lavado la lavandera”. ¿Qué de Vallejo hay en Castañeda? Probablemente no mucho, aunque sí algo esencial: un verso puede eludir la sintaxis, pero sólo se traiciona, como los políticos, si deja de creer en lo que dice o si en la esquina de sus palabras (o allá abajo, donde surge el lenguaje) se advierte una componenda, alguna pequeña fullería retórica (es decir, política) movida por un interés particular, aunque esa trampa fuera deliberadamente estética.

Una voz libre de esas rapaces trapacerías es la que se advierte en el libro de Eva, porque Eva habla de amor y de la disparatada vida en pareja, de la poesía y su esencia social, del lenguaje y todo lo que deja de decir cuando se pone a perorar, a dictaminar, a conducir por una sola vía. Porque la poesía nos dispara; no nos dispara al corazón como creen los lectores blandengues, sólo nos dispara, no para matarnos sino al revés: de ideas tan simples está hecho este libro y todo libro que valga la pena.

“La poesía es imprescindible, pero no sé para qué”, anotó en alguna ocasión Jean Cocteau. A la luz de las cosas que dice, que pone en la mesa Eva Castañeda en sus Ensayos para una historia de economía doméstica, debemos suponer que estamos frente a un cuerpo de textos, un organismo del lenguaje que sabe recordarnos esa naturaleza indispensable de la poesía, que sabe escribir por dentro las cosas, que escribe menos que inscribe en nuestra atención y nuestra memoria palabras y nombres desde dentro, aunque bien a bien nadie sepa de qué estemos hablando l

 

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