Léon Spilliaert y lo siniestro en la pintura
- José Rivera Guadarrama - Friday, 08 Mar 2024 22:07![Compartir en Facebook](https://www.jornada.com.mx/ultimas/++theme++lajornada.portal.theme/v2/images/ljn-nota-facebook.png)
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La propuesta estética de Léon Spilliaert (Bélgica, 1881-1946) tiene que ver con cuestiones inquietantes. Su pintura es una continuidad de emociones que se generan mediante el placer visual, incluida la pulsión de la mirada frente a sus cuadros, que incitan a pensar en torno a sensaciones y situaciones más allá de lo recreado.
Uno de los principales problemas al intentar adentrarse en la obra de Spilliaert es que no hay muchos datos respecto a su actividad artística. Las enciclopedias no lo incluyen como pieza importante en el desarrollo de la pintura simbolista. A pesar de esto, no podríamos decir que se trata de un error malintencionado; al contrario, esta omisión de Spilliaert en la historia del arte estimula a realizar un recorrido por la memoria de sus inquietudes.
La rareza y lo enigmático tienen elementos atractivos a nuestros sentidos al generar una extraña invitación a entrar en esos parajes insólitos. De ahí la condición enigmática de su pintura que, al mismo tiempo, rechaza y le atrae simpatizantes, aficionados a sus propuestas.
Lo siniestro en las pinturas de Léon Spilliaert coincide con la noción que Sigmund Freud tenía de este concepto; es decir, como algo extraño que debería haber permanecido oculto pero que se ha revelado de manera súbita, que tiene que ver con nuestras pulsiones, con nuestros instintos ante lo familiar, por lo cual, al mismo tiempo, al momento de su aparición se vuelve extraño.
Lo que hace Léon Spilliaert con sus cuadros es desencadenar nuestros instintos hacia lo extraño mediante la musculatura cromática de la pintura, una construcción de la subjetividad para ser espacios de proyección de nuestros instintos, generando una conmoción anímica, una belleza libre.
Spilliaert nació en Ostende, Bélgica, y estudió en la academia de artes de Bruselas de ese mismo país. A los veintiún años de edad comenzó a trabajar como ilustrador de las obras de Edgar Allan Poe, escritor estadunidense reconocido como uno de los renovadores de la literatura gótica, recordado sobre todo por sus cuentos de terror.
Otros pocos datos que se saben de este pintor es que padecía de insomnio, cuestión que le hacía dar largos paseos nocturnos sobre las playas nórdicas, flamencas, las cuales no son paradisíacas, carecen de muchas condiciones para el ocio, no son atractivas a la aglomeración y las multitudes de bañistas. Son lugares vacíos. También en algunas ocasiones se menciona que padecía de malestares estomacales y que estas dolencias están reflejadas en diferentes cuadros. De lo que no hay duda es de que Léon Spilliaert se formó entre el simbolismo y expresionismo nórdico, inspirándose o tomando influencias de obras pictóricas de Odilon Redon, Edvard Munch, James Ensor o de Toulouse-Lautrec. Pero también era un gran lector y conocedor de los escritos de Emile Verhaeren y Maurice Maeterlinck.
Su propuesta estética no debe reducirse o clasificarse como simples impulsos nostálgicos o melancólicos, más bien se coloca fuera de la modernidad industrial en la que le tocó vivir. Es una especie de revelación social ante las fábricas y sus métodos esclavizantes. Su proyecto es una dimensión que se enlaza entre el simbolismo y el expresionismo nórdico, generando un horizonte desacostumbrado hacia la mirada interior, buscando correspondencias entre lo real y lo onírico mediante lugares cotidianos en los que Spilliaert solía dar largos paseos.
El cuadro Autorretrato (1907) contiene elementos puntuales que desarticulan el temor a los espacios, dando expresión a esos objetos que pone a interactuar entre sí y entre quien los contempla. Entre otros muchos ejemplos pueden estar Presa por la noche (1908), Ráfaga de viento (1904), Vértigo (1908), Tres figuras (1910), La bebedora de absenta (1907), que son transgresiones y trascendencias que llevan a la imagen más allá de sí misma y le dan inagotable viveza. Actúa sobre nosotros como una descarga interna.
La pintura de Spilliaert es una atracción hacia lo incómodo, un recorrido a las partes ínfimas del imaginario, resistiendo frente a las derivas de su época, en donde lo único que parecía ser interesante era el trayecto hacia la nada, sin camuflar esa pulsión intensa de la falsa felicidad. Léon Spilliaert tampoco se entrega al ascetismo estético, sobre todo porque no reprime la necesidad de cierto placer, material y cognitivo. Es un acercamiento a la turbulencia de la pasión y los sentimientos intrincados, laberínticos.
Las de sus cuadros son escenas bellas y al mismo tiempo siniestras, que aspiran al placer, surgidas desde la catarsis o desde el espacio de lo utópico. Sus figuraciones nebulosas pueden considerarse como la materialización de lo inquietante, de lo que se interpreta de ellas, una intensión discursiva que no se detiene en el cuadro, ya que su exploración rebasa, sin duda, esos límites.