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Cruzar el infierno sin despertar al diablo

'Hija de nadie', Javier Núñez, Universidad Veracruzana, México, 2023.
Víctor Hugo Vásquez Rentería

 

Easy Rider

 

Apenas colocado el subtítulo que encabeza este párrafo, advierto la involuntaria ironía del mismo, pues si algo distingue al inacabable periplo de las y los jinetes que transitan Hija de nadie (UV, 2023), novela de Javier Núñez (Rosario, Argentina, 1976), es lo arduo. A los recorridos que emprenden los signa, por decir lo menos, el sobresalto. También paradójico resulta el hecho de que esta road story –narrativa a la que suele distinguir el traslado de los viajantes en un vehículo– inicie con Yara –la hija que anuncia el título del libro– y su madre cubriendo de manera afanosa un trayecto a pie.

Con lo que sí conecta de inmediato el volumen de Núñez es con el asunto del viaje. Uno, como ya he dicho, azaroso, impostergable, de un altísimo costo vivencial para Yara, Solo Camacho y Viedma, la triada medular de personajes del libro. Apunta la voz narrativa: “La cordura había sido erradicada: todo lo que les quedaba era una pena sin nombre: pura insensatez. ¿Quiénes iban a ser Yara y ella cuando llegaran al otro lado?” Para enseguida rematar el hondo sentido del traslado, “¿Cuánto de sí mismas iban a ser capaces de conservar si tenían que ir pagando el viaje así, con piezas de su propia humanidad?”

Empatan pronto, además, los itinerarios en Hija de nadie, con una de las acepciones de la escapada, la de huida, en el sentido de fuga. Apuesta vital que procura poner tierra de por medio entre el oprobio y la salvación, entre quien se era y quien se aspira a ser, y cuyos principales ingredientes son el baño de sangre y la promesa de la esperanza.

 

Riders on the Storm

 

Presas y depredadores, pareciera ser el nombre del juego, si bien unas y otros no tardan en intercambiar roles. Esto, en un escenario e historia que hibridan variantes narrativas que van de una literatura gauchesca revisited a cierta modalidad de apocalipsis postindustrial, pasando por la estética del cine y los western que anuncia la contraportada del libro. Ya el filme Mad Max (1979) y sus secuelas de la primera mitad de los ochenta del siglo anterior, mezclaban las estéticas de road movies, pelis de acción y del lejano oeste, con la reflexión sobre la crisis petrolera de 1973, insertando tal potaje en un entorno donde el caos social se robustecía merced a que agua, hidrocarburos o energía, escaseaban.

Cataclismo Final y Gran Masacre, nombrados así en Hija de nadie, son al parecer los puntos culminantes entre el mundo antiguo y el nuevo orden. Este último se distingue también por la diversidad de seres, lugares e intereses que le dan forma a su heterogeneidad: corporativismo, taumaturgia, crisis ambientales y energéticas, jornadas del héroe, pero sobre todo de la heroína, se entreveran ya vertiginosas, ya dilatadas, urdiendo un coming of age donde la vida es cruenta y, a ratos, bella, en la que los afanes humanistas de uno o dos personajes confluirán con el desapego y la querencia por la soledad y el silencio de otros, así hasta que los opuestos, o al menos diferentes, se ayunten y brote la apuesta, riesgosa, vital, que plante cara a la sumisión y el miedo, al encierro y el envilecimiento.

 

(Ghost) Riders in the Sky

 

La transición de Yara de niña a púber o adolescente se enmarca en las diferentes persecuciones, huidas y contiendas, y cuyas dotes para la sanación la vuelven el valioso trofeo de caza para unos y un ser excepcional a proteger, para otros. Lo que también sale a relucir es la destreza narrativa de Javier Núñez, que lo mismo abreva en la cultura fílmica y los desastres financieros y naturales, que en la tradición argentina decimonónica, pues reelabora pasajes de “La Cautiva” de Esteban Echeverría, la tipología del gaucho que Domingo Faustino Sarmiento pergeña en el Facundo, o los mashorqueros de Rosas que no sólo la literatura sino la propia Historia del Cono Sur ha documentado y que tan determinante papel juegan en, por ejemplo, Amalia de José Mármol.

 

Rider of the Night

 

Hace falta mencionar la urdimbre de los entornos –maloliente, derruido y hermético, si urbano; vasto, atemporal y de clima impío, si rural–, ambos regados de cadáveres y fértiles parcelas para el abuso y el sometimiento, el extravío y la inmolación. Ambientes en los que yacen subvertidas las fuerzas opuestas, y, por ende complementarias, que Sarmiento denominó civilización vs. barbarie.

No paran los logros de Hija de nadie en el vigor de sus personajes, la sabiduría de su construcción o el tempo trepidante; pronto se suma la riqueza de su prosa, pues en distintos momentos el relato épico se tiñe de lirismo.

 

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