Cartas desde Alemania

- Ricardo Bada - Sunday, 26 May 2024 09:37 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
150 años de Chesterton

 

Andando el tiempo he leído gran parte de la obra de Chesterton, y en algún momento descubrí lo mucho de paralelo que había, en su actitud vital, en su manera de enfrentar los temas que le acuciaban, con nuestro Miguel de Unamuno. Además, ambos murieron el mismo año, 1936, sólo que el inglés cometió la paradoja de hacerlo seis meses antes, siendo diez años más joven que el vasco. Pero ¡qué familiar resulta la lectura de aquél cuando uno ha sido amamantado a los pechos de las paradojas unamunianas!

Tal era la situación de partida al enfrentarme con unos Ensayos escogidos de Chesterton, en una selección hecha por W.H. Auden. Y como hubiera sido vano (y fatuo) pretender hacer una crítica de los textos del seleccionado, me dije que mi tarea debería ser más bien un intento de análisis de la obra del seleccionador. Sobre todo porque a mi manera de ver, entre Chesterton y Auden no se da ninguna clase de afinidades electivas.

Auden tiene tanto la elegancia como el valor necesarios para reconocer en el primer párrafo de su preámbulo: “Siempre me han gustado la poesía y las obras de ficción de Chesterton, pero tengo que admitir que cuando empecé a trabajar en esta selección llevaba mucho tiempo sin leer sus ensayos”. Aduce para ello, de una parte, el antisemitismo de G.K.C., y de la otra, que lo consideraba como un simple “periodista jocoso”, autor de divertidos artículos semanales.

Lo cual es cierto: entre 1905 y 1930, todo un cuarto de siglo, Chesterton publicó más de un millar de miniensayos con una constancia ejemplar, semana a semana, en la revista Ilustrated London News. Donde ya vemos que Auden se pronuncia de una manera tácita en contra del periodismo y a favor de esa otra cosa al parecer distinta que es la literatura. Una actitud de la que se resiente su selección, donde los textos periodísticos casi resplandecen por su ausencia.

Lo anterior no es un reproche. La selección es válida a pesar de ese handicap, y se lee con gusto porque a Chesterton le fue otorgado el don de la gracia elocuente. Aunque mejor hubiera sido seguir el método de Heinrich Böll en Mein Lesebuch [Mi libro de lecturas], cuando acogió entre las suyas predilectas “lo que Chesterton escribió acerca de Dickens de manera no convencional, no académica”, y lo hizo resumiendo en ocho páginas su extensa biografía del autor de Oliver Twist.

Así y todo, y como ya digo, vale la pena leer este libro aunque sólo fuese por la brillantez de los epigramas que contiene a manos llenas: “Apenas nadie repara en que la mayoría de los grandes poetas han escrito una cantidad ingente de poemas malísimos”, “Spenser o Keats parecen tener la misteriosa incapacidad de escribir mala poesía”, “Es posible que el socialismo amenace con destruir la vida doméstica, pero el que la destruye es el capitalismo. Eso sin duda es lo que significa la frase de que el capitalismo es el más práctico de los dos”, “[Al mundo] lo han empequeñecido el telégrafo y el barco de vapor; lo ha empequeñecido el telescopio; tan sólo el microscopio lo ha hecho mayor”, “Confesar la vanidad es en sí mismo un acto humilde”, y esta genialidad absoluta: “El mundo le debe a Bernard Shaw el haber combinado el ser inteligente con el ser inteligible”.

Una lectura gratificante la de este libro, al que sólo puedo hacerle, aquí sí, un reproche serio, y es la ausencia de una nota editorial, reseñando las fuentes de los distintos textos y sus fechas de publicación. Con ella podríamos datar, por ejemplo, si el texto sobre el tomismo se escribió antes o después de la conversión de Chesterton al catolicismo. Porque convertirse al catolicismo en Inglaterra es mucho más difícil que en España, donde además lo nacen a uno ya convertido. Y pues que estamos en eso, no descarto del todo la posibilidad de que Chesterton se convirtiera en 1922 para rizar el rizo de la paradoja: su personaje, el padre Brown, nacido para la literatura en 1910, lo habría misionado.

 

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