La desobediencia civil en Hannah Arendt

- José Rivera Guadarrama - Sunday, 26 May 2024 10:24 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Dos grandes nombres, Henry David Thoreau (1817-1862) y Hannah Arendt (1906-1975) están en el origen de la desobediencia civil, concepto del que se desprenden acciones concretas para resistir, cuestionar o modificar leyes o políticas de los gobiernos que perjudican a la población en general.

 

La importancia de la sociedad civil cobra sentido cuando es expresada en momentos de crisis; la característica de este sector comunitario es que se contrapone a organizaciones oficiales, partidos políticos, empresas u organizaciones con fines de lucro, y opera como tal en el espacio político donde diversos actores la invocan, legitiman y disputan.

Dentro de sus actividades importantes, podemos señalar las relacionadas con la desobediencia civil. Mediante este acto, los ciudadanos organizados pueden mostrar sus precariedades, sus demandas, exponer irregularidades de las instituciones o de las leyes arbitrarias, sin dejar de lado que también pueden expresar su poder de resistencia frente a las fuerzas que intentan invisibilizarlos, discriminarlos o erradicarlos.

En estricto sentido, la desobediencia civil es una acción de protesta colectiva, fundamentada, pública, consciente y pacífica que busca producir un cambio en determinadas leyes, en las políticas o directrices de un gobierno. En este sentido, las movilizaciones de este sector desobediente ofrecen razones morales a la sociedad para justificar su violación a la ley. Por eso, todo acto de desobediencia civil es un acto de desobediencia a la ley, pero no todo acto de desobediencia a la ley es un acto de desobediencia civil.

Al respecto, la filósofa Hannah Arendt publicó en 1970 el ensayo “On Civil Disobedience”, en el que reflexiona sobre la acción colectiva de la desobediencia civil en el panorama estadunidense de finales de los años sesenta, cuando se realizaron protestas ciudadanas masivas en contra de la guerra de Vietnam, movimientos afroamericanos que reclamaban sus derechos civiles en contra de la segregación y la violencia racial, movilizaciones que fueron reprimidas de manera violenta por las fuerzas de seguridad de ese país, lo que originó un descontento social en diversos sectores ciudadanos.

En su ensayo, Arendt pone de relieve las actitudes opositoras de dos pensadores importantes de la historia: en primer lugar cita a Sócrates y su negativa a escapar de su condena a beber la cicuta; por el otro, analiza el caso de Henry David Thoreau, quien en 1846 pasó una noche en la cárcel por negarse a pagar un impuesto que financiaba el sistema estatal esclavista, y a quien se le reconoce como el primer pensador en acuñar el término desobediencia civil al publicar su ensayo On the Duty of Civil Disobedience en 1849.

En ambos casos, para Arendt, la actitud de Sócrates y de Thoreau corresponde a decisiones personales, ya que sólo concernían a su conciencia moral individual; por lo tanto, sus actos son subjetivos y apolíticos. Es decir, todavía no podrían ser considerados actos de desobediencia civil, sobre todo porque “es poco probable que la desobediencia civil practicada por un solo individuo tenga mucho efecto”, sostiene la filósofa en su texto.

Por el contrario, para ella, la desobediencia civil significativa será la practicada por una comunidad de personas que posean intereses comunes, colectivos:

Minorías organizadas, unidas por una opinión común más que por un interés común y por la decisión de adoptar una postura contra la política del gobierno, aunque tengan razón para suponer que semejante política goza del apoyo de una mayoría; su acción concertada proviene de un acuerdo entre ellos, y es este acuerdo lo que presta crédito y convicción a su opinión, sea cual fuere la forma en que lo hayan alcanzado.

De esta manera, para Arendt, la desobediencia civil surge cuando un número significativo de ciudadanos está consciente de que ya no funcionan los canales normales de cambio, de que sus quejas no serán tomadas en cuenta o no darán lugar a acciones ulteriores, o también porque estos sectores inconformes saben que el gobierno en turno está a punto de cambiar y persiste en modos de acción cuya legalidad y constitucionalidad quedan abiertas a graves dudas.

Ante estas evidentes faltas de resolución surge la desobediencia civil como acción política colectiva, que cuestiona la arbitrariedad de alguna ley específica. En estos casos, la colectividad expresa su poder de oposición, deja de lado impulsos particulares y se inspira en juicios colectivos, cuyas acciones pueden revitalizar el espacio público como esfera de participación ciudadana directa, reafirmando el poder de la ciudadanía en su diversidad.

Bajo estas circunstancias, para Hannah Arendt la desobediencia civil es una manifestación de la libertad de disentimiento de la ciudadanía, mediante la cual busca redimir injusticias estructurales palpables, y reconoce que mediante estos actos se puede apelar al reconocimiento o la preservación de derechos constitucionales fundamentales en beneficio de la sociedad, constituyendo un llamado a la acción política de quienes han sido maltratados o violentados en determinadas circunstancias.

 

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