La flor de la palabra

- Irma Pineda Santiago - Sunday, 26 May 2024 09:17 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Cuando el fuego nos alcance

 

En las últimas semanas hemos escuchado y leído en los noticieros, de manera frecuente, las menciones sobre los incendios que consumen varias hectáreas de bosques en las montañas del estado de Oaxaca. Quienes se enteran desde las lejanías quizá lo lamenten un momento y luego continúen su camino como si nada pasara. Pero si nos informamos un poco más o nos detenemos a pensar en las graves afectaciones que los incendios forestales provocan, encontramos historias de terror, pues el fuego ha devorado las vidas de las personas que intentaron combatirlo, enormes cantidades de árboles y plantas, de diferentes especies, así como una importante variedad de animales que tenían por hábitat estos bosques.

Estos incendios generan graves afectaciones al medio ambiente, provocan calentamiento de la tierra, desparecen pulmones naturales importantes del país, además del humo que permanece en el aire por semanas y daña la calidad del aire que respiramos. Tampoco hay que perder de vista el grave daño que ocurre y ocurrirá en el futuro para los pueblos indígenas y las culturas cercanas a estos bosques que, además de vida vegetal y animal, resguardan elementos importantes para las ceremonias, para la salud y para el conocimiento, como las piedras y cuevas con pinturas rupestres de Mitla y Yagul, inscritas por la UNESCO en el año 2010 en la Lista de Patrimonio Mundial, como un paisaje cultural de valor universal excepcional, puesto que documenta el cultivo de maíz desde la Antigüedad, y se han visto amenazadas por el fuego que alcanzó las cavernas que las resguardan.

La desaparición de los bosques significa también que se pierden las referencias de los lugares sagrados donde la población suele hacer ritos para honrar a la naturaleza, a sus seres sagrados o a sus ancestros. La quema de árboles y plantas representa la pérdida de elementos para la vivienda, el trabajo y la salud, pues las sanadoras, parteras, médicos tradicionales y hierberos ya no encontrarán la savia, la trementina o los hongos con los que preparan sus remedios y medicamentos, así como tampoco contarán con la magia de los espacios míticos, ni verán más a los animales que daban vida a estos espacios, como tigrillos, búhos, venados, coyotes, tlacuaches, panales de avispas, por mencionar algunos.

El fuego no sólo consume los bosques y vidas, también incendia una parte esencial de los pueblos indígenas, pues acaba con mucho de lo que le da sentido a sus culturas, como las lenguas y las artes ya que, al desaparecer los elementos que dieron origen a las palabras, no habrá nada que nombrar, como tampoco habrá esos paisajes para pintar, o esos animales sobre los cuales contar historias y mitos o componer canciones y poemas. ¿Cómo narrarles a los nietos las aventuras de conejo y coyote por el bosque si no hay bosque ni conejos ni coyotes? ¿Cómo mostrarles a los hijos qué plantas o hierbas curan las enfermedades, si ya no hay nada que mostrar? ¿A qué sitio nos dirigiremos para hacer ceremonias sagradas, rituales de petición de lluvia, de bienestar para el mundo, si todo desapareció?

Por ello, que no nos extrañe ver a los habitantes de las poblaciones afectadas por los incendios forestales arriesgar su vida en la defensa de sus bosques y realizar acciones desesperadas para llamar la atención de los gobiernos de distintos niveles para que ayuden a sofocar estos incendios, tales como los “bloqueos carreteros”, término que se ha vuelto parte del lenguaje cotidiano en Oaxaca ante la insensibilidad de las diversas autoridades para dar pronta respuesta y apoyo, pues requieren recursos y herramientas especiales ante la magnitud de los incendios que rebasan los esfuerzos de las comunidades, agotan las fuerzas de las personas que, como pueden y con lo que pueden, siguen combatiendo el fuego antes de que acabe con todo lo que da sentido a la vida en las comunidades l

 

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