Bemol sostenido
- Alonso Arreola | Redes: @Escribajista - Sunday, 09 Jun 2024 08:00



Llevamos días obsesionados con el Sonido Pirata y su Circo Pipiolo. Con el capitán Julián y su extravagante tripulación de bailadores. Un grupo atípico y sonriente que, un día sí y el otro también, se amotina sin saber cómo manejar el éxito que súbitamente le llegara desde 2023. ¿Cómo nació el conjunto?
Nacido hace dos décadas en El Guaje de la colonia Morelos en León, Guanajuato, el Sonido Pirata hizo erupción en tiempos recientes por una suma de elementos que parecen casuales, pero que bien vistos están lejos de serlo.
Primero que nada está el talento y las ocurrencias con las que el sombrerudo Julián Ramírez, fundador y líder en Siete Mares, azuza y entusiasma a sus audiencias estupefactas. Arriesgado en el micrófono, además de torcer la voz con los consabidos efectos del género (repetidores y reverberaciones), dispara frases y onomatopeyas de cómica e hipnótica naturaleza: ¡Takatakatakatá… payá, pacá, payápacá payápacá”.
En ese proceso sin pausa fortalece un antiguo rito, sólo vigente en el mundo presencial de comunidades cuyo entretenimiento sucede en calles, vecindades, terrenos baldíos y patios. Lugares alejados de la industria formal y sus precios estratosféricos. Escenarios para quince años, bodas, aniversarios y hasta funerales que hoy se transmiten y graban para internet, tendiendo puentes para los hispanohablantes del continente entero.
En segundo lugar están los amigos que se le fueron juntando, inicialmente como fanaticada de barrio, para luego orbitar su labia con gran fidelidad, danzando desde una periferia conceptual que, si no es la del rechazo, sí parece nacer en el olvido. Hablamos de una “tropa freak” en la que despuntan el Bocho, la Cholondrina, el Chaputín, la Pequeña Nicol y, en destacadísimo lugar, el Medio Metro.
En la aproximación de sus disfraces (la mayoría inspirados en personajes de Chespirito), así como en el diseño de los pasos que se viralizan sin control, la efectividad del proyecto se vuelve a prueba de balas.
En tercer lugar, como puntal para el éxito del Sonido Pirata, está Richard TV. Un canal de YouTube abocado a la cultura sonidera, con cientos de miles de seguidores. Conocemos bien su contenido porque suele presentar entrevistas con el legendario ingeniero Bumper. (Ya le dedicaremos una columna completa.)
Su voz y rostro es Ricardo Méndez, conductor en quien descansa mucha de la fama que hoy goza el Sonido Pirata (y para algunos villano tras la salida de el Medio Metro original… toda una telenovela). Tipo respetado en su comunidad, testigo
de un movimiento al que contribuye amplificando algunas de sus mejores piezas.
Así, de la colonia empobrecida a la luminosa Nueva York, pasando por incontables pueblos y ciudades de la República Mexicana, la huella de Sonido Pirata ha quedado en programas de radio y televisión, en incontables podcasts que reconocen su autenticidad y originalidad.
Finalmente: ¿quién es el mentado Medio Metro? Un personaje con dos diferentes actores en pugna (el original y el oficial), sin contar a sus imitadores. Una marca registrada que enamora a propios y extraños, a niños y extranjeros que lo ven como salido de un sueño. Dicho ello, quien destaca es Jonathan Uriel Espinal, conocido como Medio Metro Oficial. Hablamos de un treintañero de talla bajita vestido de Chavo del Ocho, versado en la comicidad, la lucha libre y la ejecución de lo que el pirata Julián imagine desde el micrófono. Verbigracia: “Se viene el paso del Maniquí… el del caballito, el del pingüino… El puro cabeceo… ¡Ah! ¡Ya está bailando el Medio Metro!”
Girando sobre cumbias rebajadas (forzadas por los dj’s a menor velocidad y entonación), Medio Metro alegra la vista y llega a páginas como ésta, recordándonos que mucha de la felicidad se obtiene por decisión y contra la marea. Búsquelo y sonría con la “banda sonidera, cumbianchera y caguamera… eh, eh, eh”. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.