Vida y obra del arquitecto Juan Segura
El primer acierto de la publicación radica en su lenta cocción a lo largo de cuarenta años, misma que permitió la búsqueda, cotejo y análisis de los documentos dispersos del arquitecto Juan Segura. El resultado es maduro y equilibrado para abordar los aportes y la figura de un personaje conocido, pero no reconocido como protagonista de su época, que llegó, triunfó y lo perdió todo al seguir su vocación profunda y humanitaria. Hay un dejo de melancolía en la narrativa que acompañan los distintos momentos analíticos de los cuatro capítulos, corazón del libro; es imposible borrar la imagen de un pequeño y anciano funcionario público en una oficina gubernamental con un trabajo árido y burocrático, e imaginar el brillo en sus ojos al rememorar su autoría de obras emblemáticas de arquitectura moderna.
El segundo acierto son los aportes al conocimiento de esta investigación de tan largo aliento, ya que ofrece un análisis puntual de las sesenta obras y proyectos más conocidos y reconocidos, pero y, sobre todo, de aquellas que no lo son tanto. Al recorrer las doscientas cincuenta páginas de manera ágil y dinámica, admirar los planos y fortalecer con la lectura de lo narrado, surge una invitación al descubrimiento y la vinculación con otras investigaciones. Más allá de la importante reivindicación y la deuda saldada, el gran logro de este libro es que abre la posibilidad de diálogos e investigaciones entrecruzadas de varios protagonistas de la historia que siguen en las tinieblas. La metodología desde la historia cultural y social, que inserta una realidad nacional acotada y que, desde la microhistoria de la arquitectura y el urbanismo, ofrece nuevos rumbos de interpretación, no es tarea fácil. Juan Segura y su arquitectura son el pretexto de una narrativa mucho más amplia que debe ser afrontada con rigor. Sobre ello hago hincapié, a modo de ejemplo, en algunas líneas de investigación sugerentes: la participación e impacto de la Sección de Planificación de la Dirección de Obras Públicas del Departamento del Distrito Federal y el equipo de trabajo de ensueño conformado por los entonces jóvenes Juan Segura, Álvaro Aburto, Vicente Urquiaga, Ernesto Buenrostro y Marcial Gutiérrez Camarena para diseñar y construir el Centro Deportivo Venustiano Carranza en terrenos aledaños al Jardín Balbuena –con su pabellón médico, guardería, gimnasio, vivero–, miembros de la sección de obras de planificación del extinto DDF. Aquellos codiciados terrenos de la familia Braniff fueron testigos pioneros en proyectos revolucionarios: el campo de maniobras militares, el parque para obreros ferrocarrileros, la colocación de la primera pantalla telescópica para cine, la sede de una de las escuelas al aire libre de pintura, el visionario puerto aéreo de Ramón Corona Martín, bajo la propuesta urbana de Carlos Contreras. Todas forman parte de las muchas historias que esperan ser contadas.
Con narrativa ágil, fresca, que intercala la ubicación cronotrópica, el contexto social y político, la descripción de los proyectos a partir de las fuentes primarias, las memorias del arquitecto y las anécdotas personales, es posible adentrarse en un pedazo de la visión del mundo de un profesionista que, de manera casi artesanal y con cuidado, realizó una obra de calidad. La memoria permitió hilar y recordar aquellas experiencias significativas particularmente, pero también otras muchas quedan, silenciosas, a la espera de ser descubiertas. Con ello, el olvido intencional o casual, el redescubrimiento al final de la vida del arquitecto, junto con los muchos artículos que el mismo Xavier Guzmán le ha dedicado, han servido para recolocar su figura en el discurso historiográfico tan necesario y urgido de personajes no heroicos de la arquitectura mexicana.