Algodón de azúcar: el teatro surrealista de Gabriela Ochoa

- Armando Noriega - Sunday, 30 Jun 2024 07:41 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Conversamos con la dramaturga y directora mexicana Gabriela Ochoa, autora de la obra 'Algodón de azúcar', coproducida por Teatro UNAM y premiada recientemente en los Premios Talía, en España.

 

La pasión por las artes escénicas de Gabriela Ochoa es palpable en cada palabra y gesto. Fue esta intensidad la que llevó a dicha pieza a ser galardonada como el Mejor Espectáculo Latinoamericano de Artes Escénicas en los prestigiosos Premios Talía 2024 en España. El 22 de abril, en el Teatro Español de Madrid, Ochoa subió al escenario para recibir un reconocimiento que no sólo coronaba su dedicación y esfuerzo sino, además, validaba años de trabajo arduo en
el teatro. La ceremonia no sólo marcó un hito en su trayectoria, también abrió un nuevo capítulo lleno de posibilidades para la proyección internacional de su obra.

“Fue una gran sorpresa”, confiesa Gabriela Ochoa, con expresión aún brillando con el asombro. La sola nominación fue un reconocimiento significativo para ella y su equipo. “Nuestra obra tuvo una acogida increíble a partir de la primera temporada en el Sor Juana, agotando funciones desde el comienzo”, recuerda con una sonrisa.

La noticia de competir fuera de México los tomó por sorpresa. “Este premio nos brindó una proyección internacional que no esperábamos”, dice Gabriela. Ser invitados a la ceremonia ya era un honor en sí mismo, pero al escuchar su nombre como ganadora, la emoción fue indescriptible. “Ganar fue una experiencia maravillosa”, expone con gratitud.

La directora reflexiona sobre la esencia misma de su oficio. “El teatro es algo que sucede en vivo y hay que trasladarse al lugar, no es una película que se distribuye. Hay que estar presentes”, comenta subrayando la naturaleza única de la representación. En sus palabras resuena la verdad de una disciplina que exige la presencia física y emocional tanto de actores como de espectadores. Cada función es un encuentro irrepetible, una comunión entre el elenco y el público que no puede ser capturada ni replicada, sólo vivida en el momento. Esta realidad, explica Gabriela, es lo que hace del drama un arte tan poderoso y profundamente humano.

Decidida a cerrar la obra, Gabriela se sumergió en su propio mundo onírico, dando estructura a esas imágenes surrealistas que siempre han caracterizado su teatro. “Nunca sé de qué se va a tratar”, admite con risas. Las primeras ideas giraban en torno a la infancia y la ternura pero, poco a poco, el relato tomó un giro oscuro, convirtiéndose en una pesadilla.El proceso del guión, caótico y revelador, la condujo. “El mismo proceso de escritura me fue llevando hasta el final”, concluye. Así, Algodón de azúcar nació de un laberinto de imágenes y sentimientos, es una obra que captura la esencia de los sueños y las pesadillas, llevándonos a explorar los rincones más profundos de la mente.

En su proceso creativo, Ochoa invita al espectador a explorar un mundo interno, un viaje hacia lo mas íntimo. “Es un viaje hacía el interior del ser humano, para descubrir cosas que luego tienen una repercusión en el afuera”, explica. En la obra, este viaje se materializa a través de personajes que habitan la mente del protagonista, como payasos que se transforman en figuras de su infancia, representando partes de sí mismo.

La belleza de las imágenes oníricas, el surrealismo y el expresionismo que emplea, dotan a la obra de múltiples significados. “No quisiera definirlo de alguna manera porque los espectadores tienen lecturas distintas”, afirma la autora. Aunque la trama es accesible y comprensible, cada elemento simbólico permite que el público interprete su propia versión.

Gabriela relata cómo la producción de Algodón de azúcar cristaliza su trayectoria artística. “Inicié como actriz en la Universidad Veracruzana, donde estudié teatro. Hice máscara durante muchos años, primero en Xalapa y luego en París, trabajando con Jean-Marie Binoche, un director francés”, recuerda.

Pero el éxito no ha desviado su atención de la esencia de la dramaturgia. “No perdemos de vista que el teatro debe hacerse función a función. No es algo que ya está predeterminado”, enfatiza. Cada detalle cuenta: la maquinaria, la precisión, el cuidado constante. “Es un arte que es un proceso”, afirma, resaltando la importancia de mantener la obra viva y en evolución.

A medida que Algodón de azúcar madura, también lo hacen sus intérpretes y su puesta en escena. “La obra va creciendo, se va profundizando”, explica, consciente de evitar que la rutina se apodere de la representación. Cada función es una oportunidad para explorar y renovar, asegurando que la magia del teatro permanezca intacta y vibrante, una experiencia única para los espectadores. “Cuidar que no se mecanice. La obra va madurando con el tiempo”, concluye Gabriela, con la mirada expresiva y de transformación continua.

 

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