Biblioteca fantasma

- Evelina Gil - Sunday, 30 Jun 2024 08:11 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Terror feminista

 

“No es difícil entender que las historias de terror existen porque son una hipérbole del miedo cotidiano”, señala la autora ecuatoriana María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976). Y los miedos son subjetivos y se remontan a experiencias muy personales para las que generalmente no encontramos palabras y nuestro cerebro tiende a bloquear. De esta premisa parte esta autora para esta colección de ensayos autobiográficos reunidos bajo el título de Visceral (Páginas de Espuma, México, 2024), excelente punto de partida para propiciar una mayor empatía hacia su narrativa. A través de estas líneas coincidimos con una mujer que reconoce sentir mucho miedo, mismo que sentimos las mujeres latinoamericanas, aunque su valor radica no sólo en reconocerlo, sino en hablarlo, exponerlo, desmembrarlo: “Escribo porque tengo miedo, porque soy mujer, porque me han enseñado a odiar mi cuerpo [...] porque en el país en que nací aparece decapitada la gente que se niega a pagar a los narcos el derecho de tener un negocio propio.” Aunque María Fernanda vive en España en la actualidad, los terrores se enquistan en la psique, no importa cuánta tierra pongas de por medio. Lo más trágico es que en la nueva vida se generan nuevos miedos que se fusionan con los viejos: “y en Europa no hace más que ganar espacios la ultraderecha”.

Estos ensayos mantienen un estrecho vínculo con la narrativa de horror por la que se conoce a esta autora, pero ya no simbólicamente procesados, sino expuestos en toda la crudeza de su realidad. Entre otras cosas, María Fernanda reconoce que no busca paz ni sanación, porque la furia que siente es el combustible de su escritura, y ella confía en dicha furia. En “Mórbida”, su texto más personal y doloroso, narra su periplo como mujer cuyo cuerpo no encaja en los estándares que nos encasquetan. Fue una niña sobrealimentada y una adolescente con curvas llamativas que hacían sentir a los hombres que eso les concedía permiso para manosearla y denigrarla. “A las niñas nos quitan los superpoderes con espejos.” Ser inadecuada y, al mismo tiempo, representar una continua tentación para adultos perversos. Lástima de carita tan linda. Su madre llega al extremo de molerle anfetaminas en la comida. Qué mayor terror puede existir para una jovencita que experimentar ese jaleo entre el desprecio y la lujuria de los demás. Y la sensación de que no hay escape ni salida de emergencia: que mejor es desaparecer.

En “Grita” explora el atávico temor de las mujeres ante la fuerza bruta de los hombres. La necesidad de encogerse cuando pasas frente a un grupo de ellos, que se asumen dueños de las calles. “Adoptar la posición de un animal dócil.” De algún modo intuyes la violencia que podrías desatar con un leve movimiento. Este texto ahonda en el escabroso tema del consentimiento (que suele confundirse con “ceder”) y la culpa que las mujeres de la generación de María Fernanda todavía acarrean como una marca candente. Qué tan mal puede terminar una cita de Tinder. Qué sucede si una mujer se instala en la trampa por su propio pie y el miedo a morir la paraliza al grado de no poder decir la que, se cree, es la palabra mágica: NO. “Se debería saber cuándo una deja de ser una [...] Debería haber un cataclismo, la súbita muerte de las plantas, que debes de reflejarte en los espejos.”

La maternidad también es explorada desde la perspectiva de la ausencia, de la no realización. Uno de los grandes dolores de la autora es no haber concretado esa posibilidad, a diferencia de la mayoría de mujeres más jóvenes que resuelven no tener hijos. La cicatriz de una cesárea que nunca tuvo lugar al margen de los “qué dirán” que ya no importan, la gran zanja/herida vertical de la psique. Estos ensayos duelen, duelen mucho, especialmente si tu experiencia personal encaja con algunas de las de su autora. Y todo aquello que te has esforzado en sepultar te embosca aquí con su abrazo lascivo y cada vez más apretado. “Cuando estás rota tu boca es la herida [...] Por ahí hablas, por ahí escribes, por ahí mientes.”

 

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