André Aciman y las posibilidades infinitas del hombre irreal

- Alejandro García Abreu - Sunday, 07 Jul 2024 08:23 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Autor de libros como 'Lejos de Egipto' (1995), 'Llámame por tu nombre' (2007) –su primera novela, llevada al cine por Luca Guadagnino–, 'Ocho noches blancas' (2010), 'Harvard Square' (2013), 'Variaciones Enigma' (2017) y 'Encuéntrame' (2019), André Aciman (Alejandría, 1951) ensaya magistralmente sobre el concepto de posibilidad en el libro 'Homo irrealis' (2021).

 

Una zona fluida

La premisa de Homo irrealis. El hombre que quizá sea y podría haber sido (traducción de Núria Molines Galarza, Alfaguara, 2023) de André Aciman (Alejandría, 1951) es fascinante: “Los modos irrealis son una categoría de modos verbales que indican que ciertos acontecimientos no han sucedido, puede que nunca sucedan, o deberían o deben o se desea que sucedan, pero que no aseguran que vayan a suceder. Los modos irrealis también se conocen como modos contrafactuales; incluyen el condicional, el subjuntivo, el optativo y el imperativo. En este libro se expresan mejor como los ‘puede ser’ y los ‘podría haber sido’.”

El arte permite detallar impresiones, signos y emociones a través de la transformación. Se genera un diseño, una “coherencia”, aunque en realidad todo es incoherente y no deja de serlo. “La incoherencia existe, por eso la composición –el arte– existe. La gramática llamó a esa zona impensable, imponderable, intangible, fluida, transitoria e incoherente el modo irrealis.” Esta idea condujo a Aciman a ensayar sobre Patrick Phillips, Sigmund Freud, Constantino Kavafis, W.G. Sebald, John Sloan, Eric Rohmer, Fiódor Dostoievski, Billy Wilder, Marcel Proust, Jean-Baptiste-Camille Corot y Fernando Pessoa, entre otros. Se aproximó a estos creadores en función de su propia vida –una experiencia transfigurada– y del flujo
del tiempo.

Ahonda en el “quizá-sentido” de la relación de un poema sobre la muerte con los viajes en Metro en “Bajo tierra”. Viaja a Roma y vincula a la ciudad con Freud. Para el psicoanalista, “Roma es la metáfora perfecta de la psique humana y, en definitiva, de la experiencia humana.” A través de Kavafis evoca Alejandría, ciudad natal del propio Aciman y del poeta griego. Recurre a Sloan para exponer sus ideas sobre el cambio en las ciudades y aparece Walter Benjamin, quien anheló hallar el París de Charles Baudelaire y vagar por él. Se da cuenta, en “Veladas con Rohmer”, de que el mundo bulle, repleto de coincidencias. “Encuentros casuales, avistamientos casuales, saberes casuales; acontecen todo el tiempo.”

El ensayo “Ville-d’Avray, de Corot” implica la emoción que suscitan los cuadros del pintor francés en el museo de la Frick Collection. El escritor es conquistado por una discreta melancolía. Tras la contemplación de la pieza Ville-d’Avray recuerda su visita –realizada en su juventud– al pueblo francés homónimo, inmerso en la belleza y la añoranza. “Se anhela lo que está en el futuro; se añora lo que está en el pasado”, dice en el proustiano texto “El beso de Swann”. En “Pensamientos inacabados sobre Fernando Pessoa” se lee: “Quiero estar fuera del tiempo.” Piensa en la “nostalgia por lo que no fue y nunca sucedió”, momento irrealis que Aciman encuentra por doquier en el genio de Pessoa. El Libro del desasosiego se vuelve parte de su vida. Recurre a la sombra de la sombra. Asegura que el escritor lusitano “habita y es habitado por el modo irrealis.” Enaltece su tendencia a la paradoja.

 

Un libro de memorias y cavilaciones

Se asoma a la duda como si fuese un abismo. Escribe sobre los otros y esa escritura se convierte en él mismo. El autorretrato –simbólico o real–
es una característica peculiar del arte. Homo irrealis es un libro de memorias y cavilaciones. Aciman está en “un limbo entre la fantasía y la realidad”, dicen sus editores. Prepondero dos reflexiones que condensan el libro de Aciman. Una pertenece al ensayo “Sebald, vidas malgastadas”, en el que incluye un pasaje sobre el suicidio y se refiere a Austerlitz y a Los emigrados: “Esto no trata del pasado y el presente y el futuro: estamos en el tiempo irrealis. No es sobre lo que no pasó ni pasará, sino lo que todavía podría suceder, pero quizá nunca suceda. Si acaso el tiempo existe, opera en varios planos de forma simultánea, donde las miradas a priori y a posteriori, la prospección y la retrospección, coinciden continuamente.”

La segunda meditación pertenece a “En cualquier otra parte en la pantalla”, texto en el que El apartamento de Billy Wilder cobra un sentido particular: “La película trataba de mí. Todas las grandes obras de arte, sin falta, nos permiten decir lo mismo: ‘Esto trata de mí’. Y esto, en la mayoría de los casos, no sólo es un consuelo, sino una revelación inspiradora que nos recuerda que no estamos solos, que también hay otras personas como nosotros. No podía pedir más.”

En cada ensayo reina la ambigüedad. ¿Se trata de contemplar la vida que pudo ser y no será? Para el homo irrealis las posibilidades son infinitas. Aciman mezcla perfectamente la potencia de la imaginación con la contundencia de la realidad.

 

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