El rock se hizo cultura 60 años de los Beatles en México

- Rafael Vargas - Sunday, 07 Jul 2024 08:37 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Se ha dicho mucho y con acierto más que probado, que Los Beatles son un fenómeno de múltiples dimensiones, desde la musical hasta la sociológica y psicológica, a nivel individual y de masas. Dejaron una huella indeleble en el espíritu de la época a nivel mundial. Este ágil y bien documentado artículo sigue el rastro de su presencia cultural en México.

 

Damos por sentado que sabemos quiénes son Los Beatles porque hemos crecido en una época dominada por su música y su leyenda. Desde sus estrictos coetáneos hasta sus contemporáneos más jóvenes –los nacidos de 1970 en adelante, cuando el grupo ya se había separado– compartimos sus canciones y sabemos que, si bien de distintas maneras, son parte de nuestras vidas. Por eso mismo vale la pena conocer la vasta documentación existente sobre su historia. Hay casi doscientos libros sólo en lengua inglesa, y es muy probable que esa cifra llegue a trescientos si se suman las obras escritas en español, francés y alemán. Es absurdo e inútil calcular cuántos artículos se habrán publicado en periódicos y revistas. Sabemos, en cambio, cuántas películas hicieron ellos (cinco); cuántos documentales se han hecho acerca de ellos (veintinueve, sólo en inglés, cerca de cuarenta, sumados los de otros idiomas), y se calculan en cientos de miles las horas de programas radiofónicos y podcasts dedicados a la exploración de su música y de sus biografías. A menos que uno sea un especialista o un maniático (no hay que olvidar que la beatlemania fue un acontecimiento mundial, y aún persiste), es imposible reunir y conocer tanta información. Pero la parte que nos atañe es más bien reducida y se ciñe, para el propósito de este artículo, a lo referente a nuestro país.

¿Cómo llegó su música a México? Para reconstruir el trayecto que recorrió, vale la pena recordar un par de escalas previas.

 

Con el éxito en la mano

El 15 de enero de 1964 Los Beatles llegaron a París para brindar una serie de conciertos a lo largo de tres semanas en el teatro Olympia, célebre por la calidad de los músicos que en él se presentaban desde 1954, año en que reabrió, remodelado y convertido en un espacio dedicado a la música. Todos los grandes de la canción francesa actuaron allí, de Edith Piaf a Jacques Brel, y muchos jazzistas que andando el tiempo serían legendarios, como Louis Armstrong, Billie Holiday y Miles Davis. En 1963, por ejemplo, tocaron allí Ray Charles, Oscar Peterson y Duke Ellington.

Los Beatles no fueron el primer grupo de rock’n’roll que actuó en el Olympia (Bill Haley le dio cabida al género en 1958) y su presentación suscitó entusiasmo, pero no en la escala que sus conciertos provocarían después (como en 1965, al volver a Francia). Si bien eran afamados en Europa, aún no tenían la resonancia que tendrían en unas semanas más. Lo que hace memorable su paso por el escenario galo es que precisamente después de su segunda actuación ahí –el viernes 17–, Brian Epstein los reunió para informarles que “I Want to Hold Your Hand”, canción lanzada en su quinto disco sencillo en Gran Bretaña el 29 de noviembre de 1963, había llegado al primer lugar de popularidad en Estados Unidos. Era algo que deseaban desde hacía tiempo. El grupo se había prometido no ir a ese país sin antes lograr que una canción suya alcanzara el número uno. Esa noche, en París, decidieron realizar la gira que cambiaría todo.

 

De los miles a los millones

Además de amor propio, había en aquel deseo razones de carácter económico: sabían que así vencerían la resistencia de Capitol, filial estadunidense de EMI, a imprimir sus discos en aquel país. Y, mientras que el número uno en las listas de popularidad del Reino Unido significaba la impresión inmediata de un millón de ejemplares de un disco sencillo, en Estados Unidos la misma posición decuplicaba la cifra. Y así ocurrió: en tres días se vendieron 250 mil ejemplares de “Quiero agarrarte la mano” y cinco semanas después se habían vendido 12 millones de copias en Estados Unidos. Si se tiene en cuenta esa cifra no parece tan sorprendente que el 7 de febrero, al aterrizar en Nueva York, el cuarteto descubriera que una multitud de 4 mil jóvenes los esperaba en el aeropuerto, aunque a ellos y a Brian Epstein, su representante, sí les sorprendió. Nunca habían tenido un recibimiento así. La noche del domingo 9 de febrero, 74 millones de personas los vieron en el programa de Ed Sullivan y dos días después, en la capital de ese país, realizaron un concierto en el Washington Coliseum que reunió a 8 mil personas. A partir de esos días la beatlemania se haría global. El 22 de febrero, al llegar a Londres, 10 mil seguidores los aguardaban en la terminal aérea de Heathrow.

 

El sencillo contra el elepé

El éxito se extendió de Estados Unidos a México donde, hasta ese momento, se había puesto poco interés en la ascendente popularidad del grupo británico pese a que la incipiente industria discográfica nacional –Orfeón, en particular–, influida por la fama de Elvis, impulsaba a los grupos de rock’n’roll mexicanos a grabar versiones en español de canciones populares en inglés. Todo cambió muy pronto.

El primero de marzo apareció el primer sencillo editado en México por discos Musart: “She Loves You”, en el lado A, y “I Saw Her Standing There” en el B. Según los conocedores, se imprimieron muy pocas copias, destinadas a radiodifusoras y rocolas (otro interesante medio de difusión de la época). En la prensa nacional ese primer disco se volvió noticia e hizo innecesaria una campaña publicitaria. Así que, cuando el 15 de marzo Musart lanzó “Conozca a The Beatles”, primer disco de Larga Duración [LP, por las siglas de Long Play en inglés] de Los Beatles impreso en México (se les llamaba “larga duración” porque duraban más de treinta minutos, cuando las canciones solían durar tres, a lo sumo) se agotó en unas cuantas semanas. La reacción de la empresa a las buenas ventas fue producir una cascada de sencillos, como si la propia compañía quisiera reponerse por no haber editado antes los discos publicados en Reino Unido y en Estados Unidos. (Aquí se imprimieron más sencillos que en cualquier otro país.)

Ese primer Long Play o elepé mexicano de Los Beatles es una mezcla de piezas tomadas de los dos primeros álbumes británicos y de sencillos que no se recogieron en los LP que el grupo dio a conocer mientras estuvo constituido como tal. Es el caso de “She Loves You”, que sólo se publicó en disco sencillo en Gran Bretaña.

“Aquí está el gran sonido palpitante de este fantástico, fenomenal cuarteto”, dice la contracarátula de la edición de Musart, con cuyo sello aparecerían los primeros cinco elepés mexicanos de los Beatles, bajo licencia de Capitol, compañía que se establecería en México hasta 1970.

Unos cuantos grupos nacionales hicieron versiones en español de piezas célebres (“El diablo está en su corazón” y “Por favor, señor cartero”, por mencionar dos que quisieron ser fieles a la letra original), pero sin lograr apropiarse realmente de alguna.

 

Seis décadas de radio

El medio que resultaría clave en la propagación de la beatlemania en México fue la radio: en 1964 Francisco Aguirre Gómez –hijo de Francisco Aguirre Jiménez, fundador de Radio Centro– viajó a Nueva York por los mismos días en que esa ciudad volcaba su atención en la actuación del grupo. El júbilo de la multitud, el inverosímil arrobamiento de las jovencitas bordeando la excitación erótica, como lo muestra la televisión de la época, y el éxito comercial evidente en cualquier tienda de discos de Manhattan, hizo que Francisco Aguirre Gómez de inmediato advirtiera que, por su calidad y su popularidad, había que difundir la música de esos muchachos ingleses en México. Así, apenas volvió se dio a la tarea de crear un programa de radio con tal propósito. La emisora elegida para ello fue Radio Éxitos, creada en 1952 y ubicada en el 790 del cuadrante de Amplitud Modulada, por lo que el nuevo programa se llamó 7 minutos y 90 segundos con Los Beatles, ocho minutos y medio que permitían escuchar tres canciones. Tuvo tanta aceptación que la emisión de esos minutos, iniciada en febrero de 1964, al comienzo de 1966 se convirtió en “La hora de Los Beatles”, cuyo elevado rating llevaría a que se emitiera tres veces al día durante muchos años. Otra emisora del grupo Radio Centro transmite ahora un programa similar llamado “El Club de los Beatles”. Cabe suponer que entre la segunda mitad de los años sesenta y la primera de los setenta buena parte del auditorio estaba compuesto por adolescentes sin muchos recursos para comprar discos y por ende proclives a escuchar la radio pero, ¿y después? ¿Cómo explicar que “La hora de los Beatles”, o sus derivados, haya durado más de sesenta años? La respuesta, por supuesto, reside en la música del grupo más que en los conductores del programa, y en el público mexicano que, aun cuando en su mayor parte ignora el inglés –sólo cinco por ciento de la población es bilingüe, y sólo veinte por ciento estudia ese idioma–, sintoniza mucho más esa hora que “La hora nacional”. Todo un tema para una investigación sociológica. En un país en el que 42 millones de personas aún escuchan la radio, así sea quince minutos al día, deberíamos saber qué escuchamos y por qué.

 

El mítico concierto que no fue

Se dice mucho que México estuvo cerca de convertirse en escenario de un concierto de Los Beatles en agosto de 1965. Incluso se menciona una fecha precisa: 28 de agosto. Un viernes. Y se dice que Ernesto P. Uruchurtu, regente del entonces Distrito Federal, negó el permiso para que el concierto se llevara a cabo porque consideraba al grupo como una mala influencia para los jóvenes.

Eso pertenece exclusivamente a la mitología mexicana. En ninguna página de lo que cabe considerar como “bibliografía confiable” sobre Los Beatles –The Anthology y las numerosas biografías, entrevistas, memorias y testimonios de quienes estuvieron cerca de ellos (trátese de sus mujeres, de su productor, George Martin, o incluso de Leslie Cavendish, su peluquero)– se menciona siquiera la remota posibilidad de un concierto en México. Sólo aquí se ha insistido en forjar ese mito.

Fijar una fecha habría implicado negociaciones que ni aun Uruchurtu, con todo y su sonada fama de “regente de hierro” (por clausurar teatros de burlesque) habría podido cancelar. Si no hubo un concierto de Los Beatles en México fue más por razones de carácter financiero que de orden
político.

¿Con cuánta anticipación habría tenido que organizarse un acontecimiento tan grande como un concierto de los Beatles? La inversión inicial para producirlo habría sido tal que, una vez pactado, habría sido imperativo realizarlo. Se habría tenido que coordinar la participación de patrocinadores poderosos para costearlo y enseguida se habría lanzado una vistosa campaña publicitaria para vender entradas y mil cosas más. Habría sido indispensable invertir en traslado de equipos de sonido, personal, pasajes aéreos, alojamiento, alimentos, seguridad, un anticipo al grupo, etcétera. Y seguramente la embajada británica habría estado involucrada, por lo menos como observadora de la estancia del grupo. (Desde junio Los Beatles habían sido nominados para convertirse en caballeros de la Orden del Imperio Británico en el mes de octubre.) Si no hubiese sido posible cumplir una serie de condiciones, el concierto no se habría pactado. ¿Qué empresario mexicano habría estado dispuesto a enfrentar esa tarea y realizar semejante gasto?

¿Y dónde iba a realizarse? Hay quien señala el Palacio de los Deportes, pero éste no existía antes de 1968. Posiblemente se confunde tal recinto con el Estadio de la Ciudad de los Deportes, construido en 1946 y con cupo para 40 mil espectadores (hoy reducido a 36 mil). Ese es el espacio que diversas versiones consideran como escenario. Dada su capacidad, habría sido razonable que lo fuera. Pero aquí jamás se había hecho nada así.

El primer concierto realizado en un estadio deportivo tuvo lugar el 15 de agosto de 1965, cuando Los Beatles se presentaron en el Shea Stadium, en Nueva York. Actuaron ante 56 mil personas que pagaron de 3 a 5 dólares por boleto. El grupo recibió un pago de 160 mil dólares (dos millones de pesos de la época). Es decir, dos semanas antes del supuesto concierto en México, ocurrió un acontecimiento histórico que aquí tendría que haberse reproducido sin contar con la experiencia necesaria.

 

Y el rock se hizo cultura

Por lo demás, ¿qué interés habrían tenido Los Beatles por presentarse en México?

Mientras que en Estados Unidos había un público joven, adinerado y en una clara línea de proyección e identificación con los músicos británicos, en México la barrera idiomática se imponía por sí sola. Y si en el plano socioeconómico pronto se había hecho evidente que Los Beatles eran una suerte de anfitriones de una inmensa fiesta para celebrar el renacimiento del país y de Europa después de la segunda guerra y la promesa de un futuro próspero y más justo, en México el horizonte promisorio se reducía a ser un país con una economía estable, “en vías de desarrollo”, y con un creciente anhelo de democracia. Ni la condición económica y social de los jóvenes mexicanos se acercaba a la de los jóvenes europeos, ni los hábitos de unos y otros podían asimilarse.

No obstante, es un hecho que el rock produjo una poderosísima corriente de identificación entre los jóvenes de muchos países del mundo y que por encima de su comercialización se transformó en un proceso, una influencia determinante, una auténtica forma cultural internacional. La idea de que Los Beatles planeaban dar un concierto en México es una invención que busca hacernos sentir partícipes cercanos de esa forma. El concierto de Los Beatles en México, nunca realizado, es un hermoso mito de integración. Y si no ocurrió, nuestro imaginario lo mantendrá siempre abierto como posibilidad. En tal sentido, como reza el título del documental hecho en 2011 por Diego Graue y Ray Marmolejo, en México nos hemos quedado “Esperando a los Bitles” –para bien, me digo: en diez años Los Beatles transformaron la música al enriquecer el rock y darle un estatus de seriedad que no tenía antes de ellos; exploraron con gran creatividad las fronteras entre diversos géneros musicales y al hacerlo expandieron los límites de la curiosidad y del gusto juveniles y estimularon el cultivo de la música como forma de expresión accesible
a todos.

Hay muchas razones por las que podemos continuar escuchándolos horas y años y seguir esperándolos –en su compañía, como de costumbre l

 

 

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