La flor de la palabra
- Irma Pineda Santiago - Sunday, 07 Jul 2024 08:47
En la vida de las comunidades indígenas, un profesor no sólo llega a impartir una clase en un aula, también se convierte en elemento importante en la sociedad comunitaria, ya que por las mismas necesidades de ésta se vuelve gestor ante las autoridades, para tratar de conseguir desde materiales básicos para el salón o para la construcción de aulas o escuelas, hasta la gestión de carreteras o servicios básicos como luz o agua. Asimismo, puede ser el orientador en la vida escolar y personal de sus alumnos, o consejero y asesor para temas diversos de la localidad, o mayordomo de alguna festividad. Lo que es importante apreciar es que con sus acciones también está educando la conciencia colectiva y está mostrando que él mismo ha sido, o está siendo, educado por la comunidad, con lo que se desarrolla un proceso educativo más horizontal.
La vida del profesor no se circunscribe al aula y a la escuela, sino que requiere leer su entorno para conocer sus carencias, sus necesidades y sus propuestas, lo cual se traduce también en las necesidades y/o propuestas de los estudiantes, de sus familias y comunidades. Para ello, debe contar con la sensibilidad y con la preparación que permita comprender las circunstancias en las que desarrolla su quehacer educativo y pueda crear las estrategias pedagógicas que mejor ayuden a sus alumnos, para aprender y desarrollar su potencial creativo y creador –como lo proponía Paulo Freire– y en un futuro transformar su realidad.
Esto nos muestra la necesidad de que además de contar con los conocimientos, es necesario también que los profesores sean empáticos con los contextos en los que trabajan, ser intuitivos respecto a la comunidad local y a la comunidad estudiantil, saber aplicar los conocimientos de manera práctica, aprender también de las pedagogías comunitarias donde es importante “aprender haciendo”, ya que los saberes por sí mismos o almacenados en la memoria o en los libros no aportan nada al mundo, sólo son útiles en la medida en que puedan ser aplicados para resolver cuestiones de la vida cotidiana.
Lamentablemente, aún hay mucha gente que menosprecia la labor de los profesores, especialmente de aquellos que trabajan en las comunidades indígenas más apartadas, sin alcanzar a comprender que son los encargados de poner en práctica los conocimientos orientados a formar estudiantes que sean capaces de habitar el mundo, con los conocimientos y las habilidades necesarias para ser funcionales en él y con el humanismo suficiente que los haga ser empáticos y solidarios con los demás. Esto requiere que los profesores tengan que estar en procesos constantes de formación y actualización, la mayoría de las veces, pagados con sus propios recursos.
La preparación de los profesores les proporciona el conocimiento y la sensibilidad para ubicar que los contextos educativos se diferencian, no sólo por cuestiones geográficas, sino también por razones culturales, políticas y económicas, por lo que es necesario contar con los elementos que permitan hacer frente de mejor manera a estas condiciones diferenciadas, puesto que no es lo mismo trabajar con alumnos de Ciudad de México, que con alumnos de Oaxaca y, en este mismo estado, encontramos que no es lo mismo trabajar en el terrible frío de la mixteca, con los hijos de trabajadores que migran hacia Estados Unidos, que con estudiantes hijos de pescadores en el infernal calor del istmo donde, además de climas y familias distintas, encontramos culturas y procesos organizativos propios de las comunidades de las que el profesor no puede aislarse, al contrario, debe despertar en sus estudiantes el ánimo por revolucionar las cosas, particularmente en las comunidades indígenas donde es necesaria la educación para crear otras posibilidades para el mundo, donde no sólo prevalezca el amor a la vida, sino que también sea un mundo donde las diferencias no sean sinónimo de desigualdad.