Artes visuales

- Germaine Gómez Haro | [email protected] - Sunday, 14 Jul 2024 07:13 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Damián Ortega en el Palacio de Bellas Artes: el lenguaje de los objetos

 

Llega del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) al Museo Nacional del Palacio de Bellas Artes (MNPBA), la exposición Pico y elote de Damián Ortega (CDMX, 1967), primera gran muestra individual de este artista en nuestro país y en América Latina, cuando en el extranjero ha sido reconocido en las más prestigiadas instituciones, como la Tate Modern (Londres), el Centre Pompidou (París), el Institute of Contemporary Art (ICA, Filadelfia), el Museo de Arte Moderno (MAM, Río de Janeiro), el Pirelli HangarBicocca (Milán), el Museo Guggenheim (Nueva York) y el Centro Botín (Santander), entre otros. Curada por el arquitecto y escritor José Esparza Chong Cuy, la exposición integrada por más de ochenta obras entre esculturas, instalaciones, bordados, fotografías y películas, conforma un amplio panorama de tres décadas de trayectoria del artista que, a partir de una mirada escéptica, irónica y con un increíble sentido del humor, reflexiona sobre las condiciones de producción y consumo de nuestra sociedad neoliberal y globalizada. Su trabajo tiene que ver con una crítica a la vez ácida y lúdica de las esperanzas fallidas de la modernidad a consecuencia del advenimiento de los procesos industriales generados por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el impacto de estos cambios en las técnicas de producción locales. El otro eje de reflexión y cuestionamiento se genera en torno al cultivo del maíz y el papel crucial que juega en nuestra cultura desde tiempos inmemoriales, tomando en cuenta su lugar histórico en cuanto a la alimentación y su importancia en las cosmogonías indígenas, así como la problemática del maíz transgénico y nuestra absurda dependencia en el extranjero de este bien de consumo nacional masivo. Comenta el curador: “La muestra alude al mito de la industria y cómo su promesa de supuesto progreso –por más avances y beneficios que pueda ofrecer– siempre viene acompañada de daños irreparables.” Sus temas, desarrollados a partir de una mirada fina y aguda y resoluciones formales de gran belleza estética, tienen que ver con el trabajo, la industria y la energía en nuestra sociedad contemporánea.

Ortega se formó como caricaturista político en el taller de El Fisgón y colaboró con los moneros de este diario en el suplemento Histerietas previo a dar el paso a la expresión artística en los años noventa; de ahí que el humor sea una práctica común en su quehacer como una forma de analizar y cuestionar que también le viene de familia, hijo del actor y activista político Héctor Ortega.

Quizás la pieza más reconocida de su trabajo a nivel internacional es Objeto cósmico (2002), el volkswagen sedán (que fuera “el auto del pueblo”) desarmado en su totalidad y cuyas piezas se muestran suspendidas por cables que dan la idea de un gran esqueleto flotando en el aire como los que vemos en los museos de historia natural, destacando de manera lúdica y extravagante la portentosa presencia de este automóvil en nuestra cultura urbana. La carga simbólica de esta pieza de alguna manera resume todas las tribulaciones del artista en torno a la importancia de los objetos cotidianos que forman parte de nuestra sociedad de consumo y nuestra cultura popular, y que poseen un lenguaje simbólico y disruptivo que suele pasarnos inadvertido.

Damián Ortega nos ofrece un espejo en el que miramos nuestro entorno habitado por esos objetos que nos hablan tan cruda como poéticamente de una realidad que nos toca y nos mueve a todos, nos abre los ojos y nos confirma que el arte es una herramienta fundamental para palpar nuestro mundo circundante. Esta exposición nos invita a escuchar el lenguaje callado de los objetos, trastocados por el artista para recontextualizar su función y generar en el espectador una nueva manera de percibir el extraño –y en muchos casos, absurdo– mundo del que formamos parte.

 

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