Pensar la fotografía

- José María Espinasa - Sunday, 14 Jul 2024 06:55 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
A partir de la publicación de dos libros sobre la fotografía, 'La fotografía y el otro', de Diego Lizarazo Arias, y 'Multiperspectiva', de Ernesto Mendoza Téllez, este artículo reflexiona sobre la trascendencia del uso de las imágenes en el mundo moderno, mediante, por un lado, la tecnología que involucran, y por el otro, cómo recibe esas imágenes el espectador que somos todos.

 

México tiene una gran tradición fotográfica. El uso de la cámara como instrumento creativo, crítico y comunicativo, ofrece a los espectadores un amplio abanico de técnicas, estilos, intenciones. No obstante, no se cuenta con una abundante reflexión sobre este lenguaje expresivo y su historia, aun siendo el ámbito más trabajado, todavía está por hacerse.En esta época, en donde la fotografía es cada vez más un recurso para hacerse presente, es muy importante pensar sobre ella. Más aún porque el carácter realista implícito la sitúa en un momento conflictivo ante la desatada violencia que permea el mundo. No me refiero a la violencia misma en la realidad, sino al uso que se hace de ella, por ejemplo, en los medios de comunicación. Por eso es de celebrar la aparición de dos libros que piensan la fotografía con rigor y densidad: La fotografía y el otro, de Diego Lizarazo Arias, y Multiperspectiva, de Ernesto Mendoza Téllez, ambos editados por el Centro de la Imagen. Son muy distintos entre sí pero plantean las múltiples variantes que ese arte tiene en un futuro diverso y complejo, abierto por la tecnología.

Por ejemplo, durante muchos años –siglos– se pensó siempre el encuadre como la facultad primera y principal del trabajo del fotógrafo. Hubo un tiempo en que incluso la foto se imprimía con los bordes del negativo físico para eliminar la posibilidad de manejo en el cuarto oscuro. Esa pureza –ese puritanismo– ha pasado prácticamente al olvido, seguramente impulsado por el uso que de las fotos hace el diseño gráfico. Por otro lado, los avances técnicos han subrayado el contenido científico de algunas búsquedas. Así, en un extremo hay fotógrafos que reflexionan desde la ciencia, como es el caso de Ernesto Mendoza Téllez, y ponen en juego todos los recursos modernos que están a su alcance, en estas épocas de inteligencia artificial. Por otro lado hay artistas que siguen usando cámaras estenopeicas –cámaras de cartón– y otros que simplemente hacen uso de la fotografía como una herramienta para la creación de pinturas –de obras plásticas– que tiene poco que ver con la sensación de verdad original, e incluso con la de verosimilitud, lo que hace pensar hasta dónde se le puede seguir llamando fotografía.

Ernesto Mendoza Téllez es un fotógrafo que describe y reflexiona sobre su proceso personal de creación y eso, en Multiperspectiva, lo hace acercarse a la ciencia y a sus recursos y paradojas, lo que nos lleva a nosotros, no a él, a imaginar un hoyo negro como un lente de cámara de un Dios fotógrafo. La relatividad, corriente científica con la que se tiñe el siglo XX, es hoy, en las primeras décadas del siglo XXI, un árbol con muchas ramificaciones. Multiperspectiva no es un libro didáctico sino ensayístico, aunque tenga también un carácter práctico. A ratos su búsqueda de la multiperspectiva me hace pensar en el cubismo pictórico de hace cien años y en un regreso a las búsquedas de las vanguardias de la época. Su condición tan moderna se nos presenta a ratos como vintage. Por su lado, en su libro Lizarazo plantea un tema ingente hoy en la fotografía: su recepción emotiva, afectiva, empática en épocas de gran violencia en el mundo, frente a la cual el espectador queda de una u otra manera descolocado. Es evidente que toda fotografía, en realidad toda obra arte, presupone una moral de su recepción.

Recuerdo una exhibición, hace años, de Noche y niebla, el extraordinario documental de Alan Resnais sobre los campos de concentración alemanes, proyectado antes del estreno de una película suya, interrumpida por una parte del público incapaz de resistir el impacto de esas imágenes.

Cómo podemos ver ciertas fotografías sin cerrar los ojos. Lizarazo provoca un diálogo entre Virginia Woolf y sus ideas sobre la fotografía, las reflexiones de Susan Sontag y las propuestas críticas de Judith Butler, de una enorme pertinencia en estos años en que los medios de comunicación nos bombardean con imágenes extremadamente violentas, sean de la guerra o la violencia del narco, con un afán no pocas veces demagógico y chantajista, con evidente sesgo de manipulación política.

Lizarazo no es un fotógrafo que describa su proceso creativo, es un espectador que describe su manera de ver las fotografías. Sabemos el impacto social y colectivo que han tenido a veces imágenes terribles –un niño muerto en la playa al tratar de migrar, un decapitado por el narco–, también sabemos del impacto en un individuo o incluso en el mismo fotógrafo que toma la imagen. Ser espectador no es una abstracción: es también y sobre todo un hecho muy concreto que involucra emocionalmente. Antes dije que no era frecuente pensar la fotografía en México. No es tan cierto. Tenemos espléndidos ensayos de escritores de gran calidad –pienso ahora en el de Octavio Paz sobre Manuel Álvarez Bravo– e incluso poemas y novelas que toman como motivo a la fotografía. Baste recordar el Farabeuf de Elizondo, subtitulado “crónica de un instante”. Este par de libros publicados por el Centro de la Imagen son una buena señal y un llamado a pensar la fotografía l

 

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