“Todos estamos en peligro”: Pier Paolo Pasolini, últimas reflexiones

- Furio Colombo - Friday, 19 Jul 2024 22:57 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Esta entrevista ocurrió el sábado 1 de noviembre de 1975, entre las 16:00 y las 18:00 hrs., pocas horas antes del asesinato de Pier Paolo Pasolini. Quiero aclarar que el título del encuentro lo concibió él mismo. De hecho, al final de la conversación –que, al igual que otras ocasiones en el pasado, nos enfrentó con convicciones y perspectivas divergentes– le pregunté si le gustaría darle un título a la entrevista. Lo pensó un rato, después dijo que no importaba, cambió de tema y más tarde algo nos hizo volver a la tesis de fondo que aparece una y otra vez en las respuestas que siguen. “Aquí está el origen, el sentido de todo –dijo– ni siquiera sabes quién está pensando ahorita mismo en matarte. Pon este título, si quieres: “‘Porque todos estamos en peligro’.”

 

-Pasolini, en sus artículos y publicaciones ha expuesto múltiples descripciones de todo lo que rechaza. Abrió un combate –por su propia cuenta– contra diversos temas: instituciones, propagandas, personas y poderes. Para hacer la conversación menos complicada, basta que mencione “la situación actual” para que usted sepa que quiero hablar del escenario contra el que lucha generalmente. Sin embargo, le tengo esta objeción: nuestra “situación”, incluyendo los males que menciona, contiene todo lo que le permite ser Pasolini. Quiero decir, son suyos el mérito y el talento. Pero ¿las herramientas? Las herramientas pertenecen a la misma “situación”: la edición, el cine, la estructura e incluso los objetos. Supongamos que lo suyo es un pensamiento mágico. Realiza un gesto y todo desaparece. Todo lo que odia. ¿Y usted? ¿No se quedaría solo y sin recursos? Quiero decir, medios de expresión, me refiero a...

–Sí, lo entiendo. Pero no sólo intento ese pensamiento mágico, también creo en él. No en un sentido espiritista. Es porque sé que golpeando siempre sobre el mismo clavo, una casa puede incluso derrumbarse. Un ejemplo humilde pero importante nos lo dan los radicales: cuatro huelguistas que consiguieron alterar la conciencia de un país (y ya sabe que no siempre estoy de acuerdo con ellos, pero ahora mismo estoy a punto de salir para ir a su congreso). A una escala mayor, la propia historia nos provee el más grande ejemplo. La desobediencia siempre ha sido un gesto primario. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales. Los pocos que han hecho historia son los que dijeron “no”, pero nunca los cortesanos y ayudantes de los cardenales. La desobediencia al trabajo debe ser grande, no parcial sino total, no sobre este o aquel punto, sino siempre “absurda”, jamás desde el sentido común. Eichmann, querido amigo, tenía mucho sentido común. ¿Qué le faltaba? Le faltó decir “no” desde allá arriba, en la cumbre, al principio, cuando lo que estaba haciendo no era más que administración vulgar, burocracia. Puede que incluso dijera a sus amigos: “No me gusta ese Himmler”. Seguramente habrá murmurado, como se murmura en las editoriales, en los periódicos, en el subgobierno y en la televisión. O se habrá insubordinado porque tal o cual tren se detenía una vez al día para las necesidades y el pan y el agua de los deportados cuando dos paradas habrían sido más funcionales o más baratas. Pero nunca detuvo la máquina. Así que hay tres temas: cuál es, como usted dice, “la situación”, y por qué hay que detenerla o destruirla. Y de qué forma.

 

Entonces describa aquí la “situación”. Sabe muy bien que sus discursos y su lenguaje tienen un poco el efecto del sol pasando a través del polvo. Es una imagen hermosa, pero también se ve (o se entiende) poco.

–Gracias por la imagen del sol, pero exijo mucho menos que eso. Pido, sí, que mire a su alrededor y vea la catástrofe. ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no hay seres humanos sino extrañas máquinas chocando entre sí. Y nosotros, los intelectuales, tomamos trenes con itinerarios del año anterior –o de diez años atrás– y después decimos: “Pero qué raro, estos dos trenes no pasaban por ahí, ¿cómo es que han chocado de ese modo? O el maquinista se volvió loco o es un criminal aislado o hay una conspiración.” Por encima de todo, la conspiración nos hace delirar. Nos libera de la carga de enfrentarnos solos a la verdad. Qué hermoso sería si mientras estamos aquí hablando alguien en el sótano hace planes para eliminarnos. Y resulta fácil, es muy sencillo, forma parte de la resistencia. Perderemos a unos cuantos camaradas y luego nos organizaremos y eliminaremos a varios de ellos por cada uno de nosotros, ¿no cree? Sé que arde París cuando lo retransmiten en la televisión, que todo el mundo está allá con lágrimas en los ojos y con unas ganas locas de que la historia se repita, bonita y pulcra (uno de los frutos del tiempo es que “lava” las cosas, como la fachada de las casas). Simplemente voy por aquí y tú por allá. No podemos bromear sobre la sangre, el dolor y la agonía que también durante ese tiempo la gente pagó por “elegir”. Cuando estás con la cara aplastada contra esa hora –contra ese minuto de la historia–, elegir siempre será una tragedia. Pero admitámoslo, antes era más sencillo. Al fascista de Salò, al nazi de las SS y al hombre común podías combatirlos con la ayuda del coraje y la conciencia, incluso desde tu vida interior (que es donde siempre nace la revolución). Pero ahora ya no. Ahora uno de ellos sale a tu encuentro disfrazado de amigo, es amable, educado y “colabora” (pongamos en la televisión) tanto como para vivir porque no es un crimen. El otro –o los otros, los grupos– vienen a tu encuentro o a tus espaldas con sus chantajes ideológicos, con sus advertencias, con sus sermones, con sus anatemas, y tú sientes que también son una amenaza. Desfilan con banderas y consignas, pero ¿qué los separa
del “poder”?

 

El juego de las marionetas

En su opinión, ¿qué es el poder, dónde se encuentra, cómo se establece?

El poder es un sistema educativo que nos divide en subyugados y opresores. Pero ojo: se trata del mismo sistema educativo que nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. Por eso todo mundo desea las mismas cosas y se comporta de la misma manera. Si tengo en mi mano un consejo de administración o una operación bursátil, lo utilizo. Si no dispongo de ello, uso un barrote. Y, cuando uso un barrote, ejerzo la violencia para conseguir lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que es una virtud quererlo. Practico mi derecho-virtud. Soy asesino y soy bueno.

 

Lo han acusado de no distinguir entre política e ideología, de haber perdido de vista la profunda diferencia que debe existir entre fascistas y los que no lo son, por ejemplo, en los jóvenes.

–Por eso te hablaba del itinerario de trenes que corresponde al año anterior. ¿Has visto alguna vez esas marionetas que hacen reír tanto a los niños porque tienen el cuerpo girado hacia un lado y la cabeza en la dirección opuesta? Me parece que [el actor y comediante] Totó hizo un truco de este tipo. Así veo yo a la fina tropa de intelectuales, sociólogos, expertos y periodistas de las más nobles intenciones: las cosas pasan por aquí y la cabeza mira para otro lado. No digo que no haya fascismo. Lo que digo es que dejen de hablarme del mar mientras estamos en la montaña. Este es un panorama muy distinto. Aquí existe el impulso de matar. Y este impulso nos une como hermanos siniestros de un fracaso perverso de todo un sistema social. A mí también me gustaría que todo se resolviera aislando a las ovejas negras. Yo también veo ovejas negras. Veo muchas de ellas. Las veo a todas. Este es el problema, ya se lo dije antes a [Alberto] Moravia: con la vida que llevo pago un precio muy alto. Es como si descendiera al infierno. Pero cuando vuelvo –si vuelvo– veo otras cosas, muchas más cosas. No digo que tenga que creerme. Digo que siempre hay que cambiar de tema para no enfrentarse a la verdad.

 

¿Y cuál es la verdad?

Me disculpo por haber utilizado esa palabra. Quise decir “evidencias”. Permítame poner las cosas en orden. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja a todos al terreno de tenerlo todo a como dé lugar. Somos empujados a este coliseo como un extraño y sombrío ejército en el que algunos tienen armas y otros tienen barrotes. Así que una primera y clásica inclinación sería “estar con los débiles”. Pero yo digo que, en cierto modo, todos son débiles, porque todos son víctimas. Y todos son culpables, porque todos están dispuestos al juego de la matanza. Para ganar. La educación que recibieron fue ganar, poseer y destruir.

 

Esta sombría obstinación por la violencia”...

 

Ahora déjeme que regrese a la pregunta original. Supongamos que suprime todo por arte de magia. Pero usted vive de los libros y necesita inteligencias que lean, consumidores cultos de su producto intelectual. Hace películas y requiere no sólo de la disposición de grandes audiencias (de hecho, sus películas suelen ser muy populares, es decir, son “consumidas” ávidamente por su público) sino también una gran maquinaria técnica, distribuidora e industrial que funja como intermediaria. Si se desprende de todo esto, como una especie de mago ermitaño paleocristiano, ¿qué le queda?

Todo permanece para mí, es decir, yo mismo, estar vivo, habitar el mundo, observar, trabajar y comprender. Existen cien maneras de contar historias, de escuchar lenguas, de reproducir dialectos, de hacer teatro de marionetas. A otros les quedan muchas más cosas. Pueden enfrentarse conmigo, ya sean tan educados o tan ignorantes como yo. El mundo se expande, todo pasa a ser nuestro, y no tenemos que utilizar la bolsa de valores, la sala de juntas o el bar para robarnos entre nosotros. Verá, en el mundo que muchos soñamos (repito: lea el itinerario de los trenes del año anterior, pero en este caso digamos que todo ocurre desde muchos años atrás) estaba el patrón repugnante con el sombrero de copa y los dólares chorreando de sus bolsillos y la viuda escuálida exigiendo justicia con sus hijos a un lado. En resumen, el bello mundo de [Bertolt] Brecht.

 

Se podría decir que siente nostalgia por ese mundo.

–¡No! Añoro al pueblo pobre y legítimo que luchó por derrocar a ese amo sin convertirse él mismo en patrón. Porque estaban aislados de todo nadie los colonizó. Al igual que los patrones y otros muchos saqueadores, tengo miedo de estos esclavos rebeldes que lo quieren todo a cualquier precio. Esta sombría obstinación por la violencia generalizada ya no permite ver “de qué elemento estás hecho”. Quien es llevado moribundo al hospital tiene más interés –si aún le queda un hálito de vida– por lo que le dirán los médicos sobre sus posibilidades de vivir que acerca de lo que le expondrán los policías sobre el mecanismo del crimen. Fíjate bien que no hago ningún veredicto acerca de los propósitos, ni me interesa más la cadena de causa-efecto, si fue alguien quien inició todo, si los primeros fueron aquellos otros, o quién es el jefe culpable. Me parece que ya hemos definido lo que usted llama la “situación actual”. Es como cuando llueve en una ciudad y se obstruyen las alcantarillas. El agua sube, se trata de un agua inocente, agua de lluvia, que no tiene ni la furia del mar ni la violencia de las corrientes de un río. Sin embargo, por la razón que sea, no baja sino que crece. Es la misma agua de lluvia de tantos poemas infantiles y del musical Cantando bajo la lluvia. Pero sube y te ahoga. Si estamos en este punto, yo digo que no perdamos tiempo poniendo una etiqueta a una cosa u otra. Veamos dónde desemboca esta maldita alberca antes de que nos ahoguemos todos.

Y, por eso mismo, usted querría a todos los pastorcillos sin educación obligatoria, ignorantes y felices.

–Dicho de ese modo, sería un disparate. Pero la llamada educación obligatoria genera, invariablemente, luchadores desesperados. La masa se acrecienta, como la desesperación, como la rabia. Suponiendo –aunque no creo– que haya soltado una boutade [ocurrencia], usted puso en mi boca algo distinto. Quise decir que lamento la revolución pura y directa de los oprimidos cuyo único objetivo es liberarse y ser sus propios amos. Se debe entender que afirmo que todavía puede
ocurrir un momento semejante en la historia italiana y en la del mundo. Lo mejor de mis reflexiones podría también inspirar alguno de mis próximos poemas. Pero no las cosas que sé y aquellas que observo. Lo voy a decir a boca llena: descendí a los infiernos y estoy al tanto de cosas que no perturban la paz de los demás. Pero cuidado. El infierno se acerca a ti. Es cierto que viene con máscaras y bajo diferentes banderas. Es cierto que sueña con un uniforme y, en ocasiones, con una excusa. Pero también es verdad que su deseo y su necesidad de censurar, de atacar y de matar, es poderoso y sistemático. No permanecerá por mucho tiempo la experiencia privada y arriesgada de quien, como dicen, ha palpado “la vida violenta”. No se engañen. Porque ustedes, con sus escuelas, con su televisión, con la tranquilidad de sus periódicos, son los grandes conservadores de este orden espantoso basado en la idea de poseer y destruir. Benditos ustedes que se sienten todos contentos cuando le pueden colocar una bonita etiqueta al crimen. A mí esto me parece otra de las muchas maniobras de la cultura de masas. Incapaces de impedir que ocurran ciertas cosas, encuentran la paz haciendo estanterías.

 

Pero abolir forzosamente significa crear, de lo contrario no serías un destructor. Los libros, por ejemplo, ¿qué pasa con ellos? ¿No busca hacer el papel de alguien más preocupado por la cultura que por las personas? Pero estas personas, salvadas en su visión de un mundo diferente, no podrían ser más primitivas (es una acusación frecuente que le hacen), y si no queremos utilizar la represión “más moderna”...

Eso me hace estremecer.

 

Si no podemos utilizar lugares comunes, por lo menos tiene que haber un indicio. Por ejemplo, en la ciencia ficción como en el nazismo siempre se queman libros como una acción inicial de exterminio. Escuelas cerradas, la televisión clausurada, ¿cómo se anima el resurgimiento del que habla?

–Creo que ya lo desarrollé con Moravia. Frenar, en mi idioma, significa transformación. Sin embargo, se trata de un cambio tan drástico y desesperado como drástica y desesperada es la situación actual. Lo que impide un verdadero debate con Moravia, pero sobre todo, por ejemplo, con [Luigi] Firpo, es que parecemos personas que no vemos la misma escena, que no conocemos a la misma gente, que no escuchamos las mismas voces. Para usted, una cosa sucede solamente cuando se hace una crónica de ella, embelleciéndola, editándola, recortándola y colocándole un encabezado. Pero ¿qué hay detrás? Lo que falta aquí es el cirujano que tiene el valor de examinar el tejido y decir: señores, esto es cáncer, no es una cosa benigna. ¿Qué es el cáncer? Es algo que cambia todas las células, que las hace crecer de una manera desproporcionada y fuera de toda lógica reconocible. ¿Es nostálgico el enfermo que sueña con la salud que tenía antes, aunque en el pasado fuera un tonto y un desgraciado? Me refiero antes de que apareciera el cáncer. Aquí, primero, hay que hacer no sé qué esfuerzo para conseguir la misma imagen. Escucho a los políticos –a todos los políticos– con sus fórmulas y me vuelvo loco. No saben de qué país hablan, están tan distantes como la luna. Y los literatos. Y los sociólogos. Y los expertos de todos los géneros.

 

Mañana muy temprano...”

¿Por qué cree que ciertas cosas le resultan
más claras?

–No quisiera hablar más de mí, quizá ya dije demasiado. Todo el mundo sabe que mis experiencias las pago personalmente. Pero también están mis libros y mis películas. Quizá sea yo quien esté equivocado. Pero sigo diciendo que todos estamos en peligro.

 

Ignoro si aceptará esta pregunta, pero si ve la vida de esta manera, ¿cómo puede evitar el peligro y los riesgos?

Ya es tarde, Pasolini no ha encendido la luz y es difícil tomar notas. Repasamos juntos mis apuntes. Luego me pide que le deje el cuestionario y dice:

–Hay pasajes que me parecen demasiado absolutos. Déjeme pensar, déjeme revisarlos. Y después deme un tiempo para encontrar una conclusión. Tengo una cosa en mente para responder a su última pregunta. Me resulta más fácil escribir que hablar. Mañana muy temprano le dejaré las notas que voy a añadir.”

Al día siguiente, un domingo, el cuerpo sin vida de Pier Paolo Pasolini estaba en la morgue de la policía de Roma l

 

Traducción de Roberto Bernal.

 

 

 

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