Cine y feminismos: El tiempo de la hormiga

- Mario Bravo - Friday, 19 Jul 2024 22:50 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Recientemente, 'El tiempo de la hormiga' (2022), de Stephanie Brewster, figuró en la cartelera de la Cineteca Nacional. Tras su exhibición en la pantalla grande, la directora del filme charló con 'La Jornada Semanal' para reflexionar en torno al tema central de su obra: el quehacer doméstico que, lacerante e injustamente, de manera mayoritaria aún es asignado a las mujeres, en específico dentro del campo de las tareas de cuidados.

 

¿Por qué el mundo funciona distinto para nosotras si la ley dice que hombres y mujeres somos iguales?”, se preguntó, desde su infancia, Stephanie Brewster (Ciudad de México, 1983). Con ingenua rebeldía, en la escuela primaria ella corría detrás de una pelota en un juego compartido con varones: “A las niñas no nos dejaban usar las canchas porque el futbol era para niños”, reprocha y, mientras su boca expulsa palabras, tanto en su gestualidad como en su tono de voz se asoman vestigios de dudas y cuestionamientos incubados en sus años formativos, mismos que se robustecieron hasta transformarse en las raíces de la cineasta que hoy es. Dudar y cuestionar para hacer cine, dudar y cuestionar para vivir.

 

Un país visual

En El tiempo de la hormiga hay una intencionalidad política y casi pedagógica en su creación. Tanto la técnica como el uso de la cámara, ¿cómo se colocan al servicio de estos elementos?

–Sí, es un documental político desde la concepción que se hizo con un grupo de trabajo llamado Feminismo Crítico, el cual tiene a feministas de la segunda ola: abogadas, activistas, economistas, sociólogas y yo, en mi papel de cineasta. Muchas veces no se pregunta esta parte de la técnica y uno se va directamente a la teoría. ¿Cómo hablar de un tema para que todos seamos parte de él, si este país es más visual que de lectura? Para mí, el cine siempre ha abierto esta posibilidad de poner sobre la mesa asuntos que, teóricamente, quizás son inalcanzables.

 

Sacudir las sábanas y el tedio

La también realizadora y fotógrafa halla un momento dentro de su documental para ejemplificar el sentido técnico, estético y ético de su propuesta. Ilumina un fragmento de El tiempo de la hormiga en donde las distintas mujeres que aparecen frente a la cámara hacen algo tan rutinario como indispensable: tender la cama.

–La parte técnica la pensé mucho. Una de las primeras cosas que quise hacer fue la secuencia de las sábanas. Todo mundo hace una cama. Imaginé entonces una escena que mostrara la repetición: actividades diarias invisibilizadas, asociadas con el tedio y con lo femenino. La intención era mostrar ciertas acciones, muy cotidianas, pero viéndolas de otra manera. Y el cine posibilita eso. Fue bonito ver a las protagonistas en esa escena íntima y mirar todo lo que implica, pues son actividades que sostienen la economía y nos permiten salir a trabajar a quienes no nos dedicamos al cien por ciento a las tareas de cuidados.

 

Cuidar a quien cuida

¿Qué cambios percibió en las mujeres que compartieron sus testimonios en este proyecto audiovisual?

–El documental abre una intimidad, ya sea por la entrevista o por el espacio cotidiano que ellas muestran. Por ejemplo: Mayra no sabía que las actividades realizadas por su mamá llevaban el nombre de tareas de cuidados. A lo largo de El tiempo de la hormiga varias de ellas reflexionan sobre sus mamás y sus abuelas. Cuando aparece la pregunta: ¿quién cuida de ti cuando lo necesitas?, la mayoría contesta que la mamá o la abuelita, y pocas incluyen al papá o a la nueva pareja de la mamá. En ese momento, y después, hubo una elaboración: llamó su atención ser tomadas en cuenta porque son personas como nosotros, del día a día. Para ellas fue interesante que las miráramos por aquello que hacen cotidianamente.

 

“Historias de mujeres de todos los días”

Stephanie Brewster habla y mueve las manos como dictan los usos y costumbres en la academia: imperturbable y elocuente. Ese aire de formalidad se derrumba, momentáneamente, cuando se le desmorona una galleta entre los dedos o al sonreír. También al responder cuáles fueron sus referentes a la hora de hacer un documental enfocado en personas no públicas ni visibles del todo para la sociedad.

–Elena Poniatowska porque sus relatos, por ejemplo, en el libro Hasta no verte Jesús mío, te cuentan la historia de una soldadera. Nunca vi esos personajes en la escuela cuando abordamos la Revolución Mexicana. Ella te cuenta las historias de mujeres de todos los días. En el cine: Krzysztof Kieslowski, Wim Wenders, Federico Fellini y, más adelante, me impactó mucho la directora inglesa Sally Potter. En México, Lucía Gajá me impresionó con su documental Mi vida dentro.

 

Me parece curioso que no incluyera a Agnès Varda.

–Sí, por supuesto. Es precursora. ¡La única mujer de la nouvelle vague! Además, agregaría a Alice Guy-Blaché, cineasta de la época de los hermanos Lumière. Ella tiene cortos sobre feminismo y una filmografía impresionante. Descubrí, relativamente tarde, a las cineastas y a las fotógrafas en términos de cómo inicié a ver cine, pues comencé con directores hombres y fotógrafos.

 

Feminismos y diálogo con hombres

¿Podría definir su noción sobre los feminismos? –pido a la autora de El tiempo de la hormiga, película producida por Gabriela Gómez, a quien la propia Stephanie Brewster califica como “mano derecha y pulmón izquierdo” de este filme.

–El feminismo defiende que la mujer también es un ser humano. Desde ahí entiendes por qué no podíamos votar, por qué éramos tratadas como menores de edad o por qué no ocupábamos ciertos puestos. Hoy existen muchos feminismos. No me siento afín al separatista porque me gusta dialogar con los hombres y, desde las masculinidades, escuchar qué les pasa con los parámetros de género impuestos a ellos. Tampoco me identifico con la vertiente abolicionista. Para mí, el feminismo me da respuestas a cosas que no entendía siendo más joven.

 

Su propuesta estética y ética en El tiempo de la hormiga no es hostil ni agresiva. Por el contrario, pareciera una puerta bastante amplia para que varios hombres entremos y miremos reflexivamente el tema de las tareas de cuidados.

–Desde la confrontación es más difícil que la otra persona se abra. El documental muestra la ambivalencia entre “si yo cuido es porque amo… y si amo, ¡no puedo quejarme ni enojarme!” Existe un estándar social puesto en las mujeres, mismo que genera mucho sufrimiento y el cual no debes expresar. En contraste, la ausencia de los hombres en el documental fue algo no planeado y esto habla de dos puntos: los horarios laborales están pensados para no considerar a los hombres en las tareas de cuidados. ¡Se asume que hay mujeres cuidando! Finalmente, abordamos otro aspecto: un día todos necesitaremos ser cuidados por alguien más y la carga se deposita en la familia, pero… ¿cuál es la responsabilidad del Estado? Si la función estatal es proteger a la ciudadanía, entonces, ¡debería contarse con un sistema nacional de cuidados!

 

Cultura y psique

En el libro Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Silvia Federici dice que el capitalismo nos vende la imagen de las mujeres cuidando desde un mero y puro acto de amor; pero, detrás de dicha narrativa, la marxista italiana señala que esas tareas no remuneradas posibilitan la reproducción diaria del sistema económico. Stephanie Brewster, filósofa egresada de la Universidad Iberoamericana, hila pacientemente su respuesta ante una interrogante que apunta al porvenir.

 

¿Cómo concibe una futura sociedad sin los cuidados femeninos alimentando al propio capital?

–Creo en que los cuidados sí están atravesados por actos de amor, por lo cual se miran como una tarea que no necesariamente involucra a los hombres, pues el afecto y el amor son asociados a lo femenino. A ellos no se les vincula culturalmente ni con el afecto ni con los cuidados. Debemos cambiar esas internalizaciones que no son biológicas, sino culturales y psíquicas. Debemos cambiar las nociones de lo femenino y lo masculino, tal como Marta Lamas señala: la asunción tanto de roles como lo referente al proveedor, el protector, la fuerza y la manera en que nos relacionamos.

 

La revolución: algo personal

En Occidente, en los siglos más recientes, la revolución se piensa, se planea y se conmemora desde una temporalidad particular: un gran día con un acontecimiento que, supuestamente, todo lo cambiará. El tiempo de la hormiga muestra que las transformaciones sociales también ocurren cotidiana y subterráneamente, en espacios micropolíticos. ¿Desde qué claves reflexiona sobre la noción del tiempo y el otro mundo deseable, posible?

–De ahí surgió el título que fue muy debatido e incluso lo comentamos con las protagonistas del documental: se asume que una hormiga trabaja todo el tiempo. Siento que, detrás de esa creencia, se halla la pregunta por el tiempo libre o el tiempo de ocio, el cual es mal visto porque desperdicias horas de trabajo…

 

A menos que esa pausa la dediques a alguna plataforma de streaming y, entonces, el ocio lo dirijas hacia el consumo y pagues por divertirte o entretenerte

–Claro. Cuesta mucho esfuerzo pensar en el ocio cuando estás inmerso en el tiempo de cuidados o en el tiempo laboral. Hoy la culpabilización está muy acrecentada por no cumplir las expectativas sociales. El tiempo libre debe estar más valorado y menos estigmatizado.

 

Si arrebatáramos el ocio al capitalismo y al resto de poderes que nos someten, ¿para qué utilizaría su tiempo libre?

–Aprendería más piano, iría más al cine, escucharía más música, estudiaría un idioma y dormiría más. Pasaría más tiempo con animales. Aunque no sólo es un ejercicio del capital o del Estado el obligarnos a vivir así, sino también es algo psicológico de uno mismo: está bien concentrarse en encontrar un trabajo, pero los tiempos de ocio también permiten crear algo.

 

La revolución no sólo se realiza hacia afuera.

–Totalmente. También es algo personal.

 

 

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