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- José Rivera Guadarrama - Friday, 19 Jul 2024 23:10 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La estética maternal en 'El apando', de José Revueltas

 

De todos las narraciones de José Revueltas, El apando es, sin duda, la menos política, a pesar de estar cargada de una muestra de lo que puede hacer el poder coercitivo. Sin embargo, prevalece un componente estético maternal, protagonizado por dos de sus personajes, dando cuenta de la diversidad temática de Revueltas.

Si bien el tema de esta obra es el carcelario, en estricto sentido ésta no es la fuerza narrativa interna que marca su trascendencia; el rastro que rotula la unidad de su contenido es lo maternal. La creatividad de Revueltas sobrepasa las líneas argumentativas centrales, y es posible destacar el tema de la procreación, que determina toda la historia y el ambiente, recubriendo la estructura total de la obra, al mismo tiempo que la hace diferente de las otras.

En un primer momento, el contenido del relato parece dar mayor relevancia a la condición de vida de sujetos marginales que se distinguen más por el vínculo con sus cuerpos que por cualquier otra relación entre ellos, sintiendo la incomodidad del otro. Pero también es posible descubrir un profundo sentido maternal dentro de El apando, representado por el personaje llamado El Carajo y por su madre.

José Revueltas describe a El Carajo con deficiencias físicas, no tiene un cuerpo desarrollado del todo, además de que le falta un pulmón, similar a un feto dentro del útero, por eso es más vulnerable; da igual si vive o muere bajo esas circunstancias, para la sociedad no tiene un valor absoluto como sujeto de derechos, por esto es colocado como el ser más marginal de todos. Las constantes referencias a su cuerpo lo hacen, con mucho, el protagonista con las descripciones más abundantes a diferencia de Polonio y Albino, los otros dos personajes.

Esa displicencia hacia El Carajo, ese rechazo constante debido a su cuerpo inacabado y truncado, es el resquicio de libertad que percibirán en él sus compañeros de celda, quienes lo convencerán de que sea su madre quien les provea de drogas, formando así un simbólico cordón umbilical. El plan consiste en que ella portaría las sustancias en un tampón para no ser descubierta, “para alimentarle el vicio a su hijo, como antes en el vientre, también dentro de ella”, escribe Revueltas.

La provisión de drogas será el vínculo maternal que les daría la posibilidad de vivir a estos personajes en cautiverio, ese aprovisionamiento es comparable con el alimento de la madre hacia su cría. El Carajo representa el valor de la libertad, el mérito del intercambio entre el interior y lo exterior. Los espacios abiertos, cerrados y carcelarios, representan el útero materno, una especie de apando primigenio. El Carajo está apandado en el saco placentario, no puede salir, aún no puede nacer, y esta condición se extiende también a los otros dos personajes, convirtiéndolos en balbucientes, articulando con su precario lenguaje unos planes de escape que no se concretarán.

La prisión como saco placentario hermético los mantiene dentro, a la espera del acto natural y enérgico del nacimiento. Este salir al exterior será representado cuando El Carajo, en posición fetal, denuncie a su madre; mediante este acto se desprenderá de ella culminando el parto con el exhorto al oficial para que la mande registrar; la consecuencia será la extracción del paquete de droga del útero materno, de la misma forma en que él cortará lazos con ella. Debido a la violencia suscitada en la crujía, él será extirpado o parido por las circunstancias.

El Carajo se libera, nace, escapa de esa prisión asfixiante, fuera de ese espacio que parecía no pertenecerle. Delata a su madre, como el recién nacido dando el primer grito con el que manifiesta su pertenencia al mundo. “El Carajo, replegado entre los barrotes, encogido en un intento feroz por reducir al máximo el volumen de su cuerpo, aullaba largamente, no hacía otra cosa que aullar”, anota José Revueltas. Al nacer todos aullamos, es un instinto animal, un grito respaldado por lo maternal.

 

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