Civilización y barbarie: indicios y connotaciones

- José A. Castro Urioste - Sunday, 28 Jul 2024 09:04 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Con la dicotomía tan arraigada de “civilización vs. barbarie”, que el autor de este artículo rastrea en la literatura y la filosofía, bien se pueden trazar rasgos importantes y su correlación de fuerzas y desequilibrios en la tensa historia de más de una cultura en nuestro continente.

 

Una de las imágenes recurrentes en la historia de la cultura latinoamericana es la dicotomía “civilización vs. barbarie”. En cierto modo, representa una síntesis de la relación de poder entre culturas, en la que una de ellas busca la asimilación, control y destrucción de las otras, desde los tiempo de la conquista hasta nuestro días. Ya en las cartas de Cristóbal Colón se hace referencia al “salvaje”, pero en ninguna se emplea el término “barbarie”. Es durante la Colonia cuando se inicia su uso. Probablemente, el primero en utilizar el término “barbarie” fue Juan Gines de Sepúlveda en su libro Demócrates Segundo o de las Justas causas de la guerra contra los indios al expresar: “¿qué mayor beneficio y ventaja pudo acaecer a estos bárbaros que su sumisión al imperio…?”

Después del período de la Independencia, la dicotomía “civilización-barbarie” se reactivó a partir de dos factores: el crecimiento de las ciudades y su ingreso al cosmopolitismo generó una mayor distancia ente la urbe y la periferia; a su vez, el surgimiento del caudillismo (cuyas fuerzas militares en ciertos países de América Latina estaban compuestas por gauchos y llaneros) y su agresión al poder de la ciudad, impulsó una respuesta de la urbe intensificando una calificación peyorativa del adversario. Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento y “El matadero”, de Esteban Echeverría, son dos claros ejemplos canónicos.

En el siglo XX se produce la novelización de “civilización-barbarie” con Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos. Se busca aculturar y controlar el mundo del llano a un proyecto de modernización proveniente de la urbe. La novela de Gallegos se adapta al cine en dos ocasiones (la primera dirigida por Fernando de Fuentes, con un elenco encabezado por María Félix, y la segunda, varias décadas después, en la que el rol protagónico lo realiza Jorge Perugorría) y también es producida como telenovela por Telemundo.

La novelización de “civilización-barbarie” se retoma en El hablador, de Mario Vargas Llosa. Se expresa allí la asimilación a la modernidad que deberían tener los machiguengas (y por extensión cualquier otra cultura indígena) como el único camino para el desarrollo. No se propone una armonía entre dos mundos, sino dos universos encontrados en el que uno de ellos se asume como superior y con el supuesto derecho de destruir al otro.

¿Qué posibles connotaciones puede poseer esta dicotomía que surge en distintos momentos de la historia latinoamericana? El historiador Baretta sostiene que la “civilización” es la creadora de la “barbarie”. No existe la “barbarie” por sí, sino que es una construcción discursiva de aquel grupo que se autodenomina como “civilizado”. La “barbarie” es una imagen creada por la “civilización” para delimitar territorios, tiempos e identidades. A través de estas delimitaciones, el supuesto “civilizado” busca forjar una relación de jerarquía ante los otros grupos culturales y, a su vez, afirmar tanto el sistema sociopolítico que defiende como el control sobre la fuerza laboral.

 

La civilización como excusa

“Civilización-barbarie” refuerza la construcción de imágenes sobre el territorio. La “civilización” busca consolidar el centro como una fuerza única que tiene el poder de imponer sus valores, costumbres e historia. También demarca el territorio en que se localizan los grupos representados como “bárbaros” ubicándolos en los alrededores. Esta demarcación genera una exclusión que sirve para mantener la distancia entre el grupo de poder y los otros. A su vez, el territorio del supuesto “civilizado” se construye por medio de un conjunto de significantes que elaboran una imagen positiva. En contraste, “barbarie” es el territorio situado en
la considerada como “periferia” (la pampa, la selva, el llano) y es visto peyorativamente, como un lugar con supuestas características negativas que “debe ser” sometido y transformado por la “civilización”. Así, por ejemplo, en Doña Bárbara Santos Luzardo tiene la finalidad de imponer la cerca sobre el llano, como símbolo de un nuevo tipo de explotación agrícola que puede traer como consecuencia el progreso y la aniquilación de la ley del llano.

La imagen de “civilización” hace referencia al presente y al futuro. Un presente en el que el “civilizado” se autorrepresenta como uno que ya ha adquirido las normas y patrones de conducta “debidos y apropiados”. Un futuro, un tiempo que se desea (como la obtención del progreso, por ejemplo) al transformar el territorio de los grupos considerados “bárbaros”. En Facundo se construye la imagen de un sujeto europeizado en el presente, pero que busca educar y poblar la pampas argentinas con la finalidad de transformarlas para un nuevo futuro; en Doña Bárbara, el protagonista es un culto abogado que anhela construir un futuro en las sabanas venezolanas distinto al de la ley llano, como aculturar cierto sector de la “barbarie” (representado por Marisela) y destruir a otro (como a Doña Bárbara).

La “barbarie” también comprende dos instancias temporales. Se refiere a un tipo de organización sociopolítica definida como arcaica. En tal sentido, la “barbarie” connota la negación de tecnología, conocimiento, lenguaje y sistema de valores. Este tipo de organización aparece aún sobreviviendo en la instancia del presente y entorpeciendo –según el “civilizado”– las posibilidades de modernización.

 

La barbarie civilizada, un proceso de dominación

Finalmente, “civilización-barbarie” configura la identidad del sujeto “civilizado” a partir de lo que Hyden White concibe como la técnica de definición por negación: si el sujeto no sabe lo que es, por lo menos identifica lo que realmente no es. La creación de modelos negativos por el sector dominante cumple una doble función: definir a los otros grupos y, a partir de ello y por contraste, delimitar la conducta aceptable de los miembros de la élite. En esta estructura el factor étnico es un rasgo que contribuye a crear una imagen de poder. Como indica el poeta y pensador cubano Roberto Fernández Retamar, el hecho de no pertenecer a la supuesta “raza” de quienes vivían la “civilización”, justificaría la esclavización o incluso el exterminio.

Dentro de esa estructura de exclusión de la otra cultura surge, por momentos y paradójicamente, una admiración de la “barbarie” por parte del “civilizado”. En Facundo, pese a la severa crítica de Sarmiento hacia el mundo de la pampa, se expresa un elogio al saber de los gauchos. Sarmiento tipifica los gauchos a partir de la posesión de ciertos conocimientos: el gaucho baqueano es conocedor del territorio; el rastreador conoce de huellas como un detective; el gaucho malo (asumido como un tipo de héroe) conoce de las faenas rurales; finalmente, el gaucho cantor es para Sarmiento el equivalente al intelectual que conserva y difunde la historia del grupo. En Doña Bárbara, Santos Luzardo realiza su conquista de imponer la ley y un orden “civilizado” con el apoyo y lealtad de los llaneros y de Marisela, que es representada como la belleza de la “barbarie”. No es una conquista individual sino de grupo, donde Santos necesita el apoyo de cierto sector de la “barbarie” para cumplir sus objetivos. En El hablador se critica la presencia de los machiguengas (y con ello las propuestas indigenistas de José Carlos Mariátegui, o de novelistas como Ciro Alegría y José María Arguedas, o las producciones teatrales del grupo Yuyachkani) y, sin embargo, se expresa una admiración al rol que cumple el hablador, el contador de historias de los machiguengas, como el portador del saber y constructor de una unidad cultural.

Visto así, parece ser que la realidad de la “barbarie” se impone, por momentos, sobre el aparato conceptual del “civilizado”

 

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