Ray Bradbury, la literatura fantástica y el cine

- Brendan Dowling - Sunday, 11 Aug 2024 08:23 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El célebre narrador, ensayista, dramaturgo, poeta y guionista estadunidense Ray Bradbury (Waukegan, Illinois, 1920-2012), es uno de los escritores de literatura fantástica más leídos en el mundo, autor de títulos ya clásicos como 'Fahrenheit 451', 'Crónicas marcianas', 'El vino del estío' y 'El hombre ilustrado'. Aficionado al cine durante toda su vida, Bradbury escribió el guión de adaptación para la película Moby Dick, dirigida por John Huston en 1956 y protagonizada por Gregory Peck. En esta entrevista, hasta ahora inédita en español y realizada en mayo de 2002, el autor de 'Sombras verdes, ballena blanca' habló de su estrecha relación con el cine y de su experiencia –muchas veces amarga– como guionista de Hollywood, aunque también ofreció su punto de vista acerca de las múltiples adaptaciones que de sus libros se realizaron, tanto para el cine como para el teatro.

 

Usted ha escrito en distintos géneros: novela, cuento, poesía y guion cinematográfico. ¿Cómo decide en qué estilo narrará la historia?

Yo no lo decido. Es mi yo interior quien lo hace. Me dejo llevar por mi subconsciente. Si requiere hacer un poema, hago un poema, y si necesita hacer una obra de teatro, hago una obra de teatro. Así que no estoy al mando, porque no tengo el control.

 

¿Y cómo se conecta con su subconsciente?

Se expresa por sí solo. Me despierto muy temprano y permanezco en la cama, y este es
el momento que yo llamo “el teatro de la mañana”. Multitud de pensamientos corren por mi cabeza y entre mis oídos cuando despierto. No es un estado de sueño, pero tampoco estoy del todo despierto. En todo caso, todas estas metáforas dan vueltas en mi cabeza y más tarde elijo una, salgo de la cama y la escribo. Soy muy afortunado.

 

En los últimos veinte años muchos de sus libros, como El vino del estío, se han transformado en musicales. ¿A qué se debe?

Existen tres versiones [de El vino del estío] que realizaron tres compositores distintos. El primer compositor renunció y se dedicó a otras cosas, así que tuve que pedirle a alguien más que escribiera una segunda versión; más tarde llegó el tercer compositor e hizo una última versión. Pero la que más utilizamos en este momento es la que hicimos hace un año en Burbank, California.

 

¿Qué se puede obtener en un musical que no se consiga de una novela?

Resulta muy divertido, eso es todo. Me encanta la forma musical. Es un método diferente de hacer las cosas, uno muy lindo. Puedes cantar cosas en lugar de decirlas. ¿Y por qué no hacerlo?

 

En estos momentos, muchos de sus libros y relatos están siendo llevados al cine. ¿Qué espera que consigan los cineastas con estas adaptaciones?

Sólo espero que lean la maldita historia. La mejor película que hicieron fue El fantástico traje blanco [filmada en 1988]. Esta es la mejor película, porque realmente leyeron mi guión y lo adaptaron. Por eso es hermosa.

 

Entonces, en relación con las anteriores adaptaciones de sus libros, ¿esta ha sido su mayor queja, que no han sido fieles a la historia?

Bueno, Fahrenheit 451 [realizada en 1966] es una película muy bonita, pero faltaron muchos elementos. Eliminaron el personaje de Clarisse McLellan, la adolescente; quitaron a Faber, el
profesor de filosofía; también eliminaron al perro mecánico. Así que hay que volver a incluirlos, ¿no?

 

¿Es eso lo que espera que ocurra con la próxima adaptación de Fahrenheit 451?

Yo no contaría con ello, porque Mel Gibson posee los derechos desde hace seis años y tiene diez guiones sobre ella. Pero, vamos, no necesitas diez guiones para Fahrenheit: es un guión en sí mismo.

 

Parece que se presta muy fácil para el cine.

Oh, Dios, claro que sí, es algo automático. Es como lo que Sam Peckinpah me dijo hace años. Quería hacer una película sobre ella y le dije: “Sam, ¿cómo la harás?” Y él respondió: “Arrancaré las páginas del libro y las meteré en la cámara.” Y esto es lo que debe hacerse con muchas de mis historias; soy guionista.

 

Usted trabajó en el guion de Moby Dick y después escribió un libro [Sombras verdes, ballena blanca] sobre esta experiencia. ¿Cómo fue este proceso para usted?

Muy difícil, porque es una novela monumental –ochocientas o novecientas páginas– y está repleta de metáforas. Tienes que elegir las adecuadas y organizarlo todo, porque la novela no está estructurada como un guión. Y si rodaras toda la novela, tendrías una película de doce horas. Así que tuve que pasar ocho meses leyendo y releyendo el libro hasta que todas esas metáforas se asentaron en mi cabeza y pude poner las más destacadas en
el guión.

 

En entrevistas anteriores usted mencionó que, una vez que comenzó a escribir, el proceso fue muy rápido.

Eso muy al final, pero me tomó siete meses de relectura y reflexiones y emociones, hasta que me desperté como Herman Melville por un solo día.

 

Las bibliotecas y los bibliotecarios desempeñan un papel importante en sus relatos. ¿Cuáles
fueron sus experiencias formativas con las bibliotecas?

Bueno, representan el total de mi educación. No fui a la universidad, pero después de culminar la preparatoria fui a la biblioteca local y pasé allí dos o tres días a la semana durante diez años, y conseguí una mejor educación que la que obtiene la mayoría de la gente en las universidades. Así que me gradué en la biblioteca cuando tenía veintiocho años.

¿Cómo es hoy su relación con las bibliotecas?

En los últimos cinco años he ofrecido lecturas en más de noventa y cinco bibliotecas del sur de California para recaudar fondos para ellas. Son el centro de nuestras vidas. De nada sirve ir a la universidad si no vives en la biblioteca.

 

Usted también habla mucho acerca de que es necesario que los niños aprendan a leer y escribir en el preescolar para que estén preparados para el primer grado. ¿Cómo se inició en la lectura?

–Bueno, ocurrió en el primer grado. Y también antes, en casa. Mis padres me leían historietas y me enamoré de ellas. Las he coleccionado toda mi vida. Tengo la colección completa de todas las tiras cómicas dominicales de Buck Rogers que aparecieron en los diarios; guardo todas las del Príncipe Valiente, también todas las de Tarzán que se publicaron en tiras cómicas dominicales desde 1932 hasta que estuve en la preparatoria. De modo que aprendí mucho leyendo historietas cuando era niño. De mayor siempre quise tener mi propio cómic. Y ahora, desde hace algunos años, existen The Ray Bradbury Comics y The Martian Chronicles Comics. Entonces, de repente sucedió que tuve mis propios libros
ilustrados.

 

¿Influyó la lectura de historietas en su estilo de escritura o en su forma de narrar una historia?

Ah, no. Me introdujo a las metáforas. Las historietas son pura metáfora, así que aprendes a contar una historia con símbolos, que es algo que resulta muy valioso atender. Y también aprendí eso de las películas, y de la poesía. La poesía es principalmente metáfora. Si no contiene metáforas, no funciona.

 

Usted creció cerca de Hollywood. ¿Cómo fue esa experiencia para usted?

Fue maravilloso. Era muy pobre y no tenía dinero. Paseaba por Hollywood en mi patineta. Todos los veranos, de los catorce a los diecisiete años, cruzaba casi todos los días delante de los estudios Paramount y los estudios Columbia y por varios restaurantes tomándome fotos y pidiendo autógrafos, porque estaba locamente enamorado del cine. Siempre tuve la esperanza de que algún día traspasaría el muro y me convertiría en guionista. Y eso es lo que finalmente ocurrió cuando tenía treinta y tantos años.

 

¿Trabajando en Moby Dick?

No, primero hice Vinieron del espacio [en 1953] y después se rodó El monstruo de los tiempos remotos [también en 1953].

Estas experiencias ¿fueron sueños hechos realidad para usted?

Oh, Dios, sí, fue algo maravilloso. Pero cuando se hace bien. Cuando se hace mal, todo es terrible. El hombre ilustrado [filmada en 1969] es una película espantosa, pero El carnaval de las tinieblas [realizada en 1983] es una película encantadora.

 

¿Es cierto que vendía chistes de George Burns cuando estaba a las puertas de Paramount?

No los vendía. Me ofrecían dinero por ellos y se los daba. Llegué a conocerlo y después se convirtió en mi amigo. Escribía guiones para [la comedia televisiva] The Burns and Allen Show todos los miércoles y se los daba a George, quien los leía y fingía que le gustaban. Eran terribles, pero él me animaba. Era un hombre muy dulce. Volví a verlo hace unos veinte años y se acordó de mí. ¡Eso fue lo más grandioso! Estábamos en un banquete y vi a George Burns en un rincón, y anuncié al público lo mucho que lo quería y cómo recordaba lo amable que fue conmigo cuando era un muchacho. Cuando terminó el evento, George Burns vino corriendo hacia mí y dijo: “¿Eras tú? ¿Eras tú? Me acuerdo de ti”, y nos abrazamos por primera vez en cuarenta años. Era un hombre maravilloso.

 

Al leer sobre su trayectoria, parece que muchas personas famosas lo han influenciado: Federico Fellini, Hugh Hefner, Charles Laughton...

Laughton fue mi amigo y mi maestro. Solía detenerse frente a su chimenea y representaba para mí a Shakespeare o escenas de George Bernard Shaw. Me decía una y otra vez: “Ray, cuando escribas para el teatro –cosa que harás algún día– recuerda que eres un poeta. Nunca olvides que eres un poeta.” Así que, cuando más tarde comencé a escribir entremeses, recordé lo que dijo Charles Laughton, y por eso muchas de mis obras están llenas de poesía sutil.

 

¿Y cómo lo conoció?

En 1955, él y su productor me contrataron para escribir una obra de teatro de Fahrenheit 451. Adapté Fahrenheit al teatro, y Charles Laughton y Paul Gregory, su productor, me llevaron de copas una noche, me pidieron tres martinis dobles y después me dijeron lo mala que era mi obra. Lo cual fue muy dulce. ¿No fue generoso, por parte de ellos, que me hayan preparado con martinis? Salí de la cena y caminé por la calle con lágrimas corriendo por mis mejillas, porque deseaba tanto escribir una obra para Charles Laughton. Bueno, vino a verme un año después y consiguió que escribiera una opereta de ciencia ficción para su mujer, Elsa Lanchester. Así que pasé mucho tiempo en su casa en el verano de 1956. Llegué a conocerlos muy bien. Escribí la opereta y James Whale, el director de Frankenstein, diseñó los decorados para nosotros, los construyó y nos los regaló. Fue encantador.

 

¿Cómo fue toda esta experiencia para usted?

Estaba siendo mimado por gente famosa. Conocí a James Whale, justo antes de que se ahogara en su alberca. Me molestó la película que hicieron sobre él. Era espantosa. No me importa nada la vida privada de nadie. Sólo me importa su creatividad. Y él hizo dos o tres de las mejores películas que existirán para siempre.

 

¿Vio sus películas cuando era niño?

Una docena de veces. Y era un gran caballero. Un gran caballero.

Usted ha estado muy implicado en la planificación urbana. En qué dirección deben avanzar las ciudades para que puedan alcanzar prosperidad?

Bueno, en Hollywood ya realizaron un buen modelo. Durante los últimos veinte años no he parado de dar conferencias y de decirle a la Cámara de Comercio y a otras personas de Hollywood que ese lugar es un desastre: “Ahora mismo no tiene un [restaurante] Hollywood and Vine. No hay nada allí.” También les comenté: “En los próximos años, en algún lugar de Hollywood tendrán que reproducir sets de películas famosas para que cuando los turistas vayan allí tengan algo que ver.” Y agregué: “El primer set que deberían construir es el de Intolerancia, de D.W. Griffith, que se rodó hacia 1918 [en realidad, se filmó en 1916].” Bueno, por Dios, construyeron ese set en la esquina de Hollywood Boulevard y Highland, y se inauguró hace seis meses. Vaya y eche un vistazo. Es el plató de Intolerancia de D.W. Griffith, y yo soy el responsable; como resultado, esa sección de Hollywood se ha revitalizado y la gente ya va allí por costumbre, cuando hace ocho meses no había nadie en el barrio.

 

¿Por qué eligió Intolerancia?

¡Porque es un gran set! ¡Vaya y mírelo!

 

¿Cómo ha cambiado el mundo literario y editorial desde que usted comenzó a escribir?

–Ha mejorado. Hay más oportunidades para que los jóvenes escritores inicien su carrera. Cuando yo comencé a publicar, hace cincuenta o sesenta años, había muy pocas editoriales de literatura fantástica y ciencia ficción. Entre 1935 y 1945 salían quizá siete u ocho novelas –diez como mucho– de literatura fantástica y ciencia ficción al año, así que no había mercado para esta narrativa. Existían, sí, revistas en las que podías aparecer: Fantastic Adventures, Captain Future, Astonishing Stories, Weird Tales. Pero sólo te daban dos centavos por palabra, a veces un solo centavo. Todos mis primeros trabajos aparecieron en Weird Tales y me pagaban quince dólares por relato. Y todos esos relatos son los que más tarde conformaron El país de octubre, de modo que esas narraciones todavía andan circulando por ahí. Aunque sólo me pagaron un centavo por palabra. Pero todo eso ha cambiado. Ahora hay cuatro o cinco grandes editoriales que publican novelas de ciencia ficción y literatura fantástica. Cada año se publican entre ciento cincuenta y doscientas novelas nuevas dentro de estos géneros escritas por autores noveles, así que el campo editorial se ha ampliado y esto resulta maravilloso para los escritores jóvenes, sobre todo para los que trabajan para el cine. Todas las películas importantes de los últimos quince años que han ganado mucho dinero pertenecen a la ciencia ficción. La guerra de las galaxias es un buen ejemplo, también Star Trek, las películas de James Bond... son ciencia ficción. Las películas de Tom Cruise. Todas ellas son ciencia ficción. Y obtienen millones, ¿no?

 

¿Qué le ha gustado de las películas de ciencia ficción? ¿Qué busca?

La mayoría no son muy buenas. Están llenas de efectos especiales, pero no contienen inteligencia. Así que mi película favorita es Encuentros cercanos del tercer tipo, porque está hecha con ingenio.

 

¿Cree que existe un lector ideal para su obra? ¿Cuáles son las características de un admirador de Ray Bradbury?

No sabría decirle, no puedo responder sobre eso.

Alguien que sabe amar.

 

¿En qué está trabajando actualmente?

Justo acabo de culminar dos novelas y un enorme título de ensayos. Y en otoño saldrá a la venta una recopilación de cuatrocientos de mis poemas. Así que el próximo año publicaré muchas cosas. Al menos cuatro libros.

 

¿Qué consejo daría a los escritores que inician su carrera?

Enamórate y mantente enamorado. Haz lo que amas, no hagas ninguna otra cosa. No escribas por dinero. Escribe porque te gusta hacer algo. Si escribes por dinero, no escribirás nada que merezca la pena leer.

 

¿Alguna vez ocurrió alguna circunstancia en la que haya escrito sólo por dinero?

–Nunca, jamás, absolutamente nunca. Ni siquiera lo hice cuando era pobre. Como resultado, mis relatos todavía siguen circulando. Las Crónicas Marcianas fueron escritas por cuarenta dólares cada una. Pero el amor valió la pena, ¿no?

 

 

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