Periodismo, un oficio al servicio de la verdad / Entrevista con Rodolfo Serrano
- Mario Bravo - Sunday, 01 Sep 2024 07:20
Hoy en día nuestro entrevistado, quien durante veinticinco años laboró en el diario El País, se halla retirado tanto de las redacciones como de ese trajín, casi frenético, que un reportero hace suyo en la búsqueda de la nota del día. Atrás ha quedado la tiranía de la hora de cierre en el periódico y el deber de entregar su texto puntualmente. De cuando en cuando, en su cuenta de Facebook comparte algún poema de su autoría, donde da rienda suelta a su virtuosa y sensible memoria, esa misma que le permite desenterrar milagros de los días ya vividos, ya invisibles. Astillas de viejos naufragios.
Además de distintos poemarios publicados, como La blancura de la ballena (2010) y Los cuerpos lejanos (2014), entre varios más, Rodolfo Serrano ha escrito el libro Un oficio de fracasados (2006), en el cual reflexiona acerca de los entretelones propios del periodismo que, principalmente, él conoció en las últimas tres décadas del siglo XX entre diarios oliendo a tinta, bares que fungían como guaridas para reporteros, redactores y personal de imprenta, así como redacciones atestadas de personas hablando en voz alta, con la consigna de imaginar y hacer el periódico que, supuestamente, a la mañana próxima corregiría el extraviado rumbo del mundo.
Sin reflexión ni sosiego
‒¿Cuál es su definición acerca del trabajo desempeñado por quien se dedica al periodismo?
‒Posiblemente no sea el oficio más bonito del mundo. Pero sí es un oficio que tiene en sí mismo maravillosas cualidades: la búsqueda de la verdad y, sobre todo, intentar que esa búsqueda termine siendo un servicio a la comunidad. Tal vez, una definición del periodismo sea: un oficio al servicio de la verdad.
‒¿Qué lugar ocupa la tan manoseada ética dentro de la actualidad de esta profesión?
‒El cambio tecnológico registrado en los últimos años, la rapidez en las comunicaciones, fundamentalmente, han hecho cambiar todas las premisas del periodismo. Hoy todo sucede en tiempo real. No hay lugar para la reflexión ni para el sosiego a la hora de elaborar una información. Eso no solo influye en el estilo y el “tempo” de la noticia, sino en la parte moral y ética de la información. El deseo de ser los primeros, las exigencias de un marco en el que lo importante es la primicia y, como decía antes, la falta de sosiego y de reflexión ante un hecho noticioso, influye directamente en la ética o falta de ética del informador. No hay tiempo para la consideración de la noticia, su análisis, su tratamiento. En el periodismo actual hay, indudablemente, una cierta falta de ética porque no hay una valoración humana y moral de la propia información.
“La objetividad total es imposible”
Desde Madrid, el egresado de la Universidad Complutense y quien, desde el año 1976, integró la plantilla del diario español El País, lúcidamente hilvana sus reflexiones ante las preguntas de La Jornada Semanal. A continuación, pone el dedo en la llaga al denunciar falta de humildad en el gremio que lo acogió durante tres décadas de trabajo, pues reprocha cierta actitud de soberbia con la cual se manejan varios profesionales de la información, haciendo creer a la sociedad que hoy son flamantes expertos en energías limpias, mañana en genocidios colonialistas y, al día siguiente, lumbreras en temas de lawfare.
‒¿Qué opina acerca de ese lugar común en nuestras sociedades desde donde se enarbola una supuesta y deseable posición objetiva e imparcial que debiese asumir el periodista?
‒Yo siempre he mantenido que, principalmente, el periodista debe de ser honesto. La objetividad total es imposible. Ningún ser humano puede pretender ser absolutamente objetivo, siempre le influirá en su juicio su formación, sus creencias religiosas o políticas… y eso lo sabe el lector. Por eso el periodista debe de ser honesto y presentar al lector una narración de los hechos lo más limpia posible, sabiendo que nunca puede ser totalmente imparcial.
‒¿Cuál es su mirada acerca del actual auge de cierto modo de hacer periodismo desde el uso (seguramente, abuso) del formato audiovisual para entrevistar, analizar o debatir temas relevantes?
‒Cuando hablo de los cambios tecnológicos en la información, también me refiero a los formatos. Las nuevas técnicas audiovisuales lo devoran todo a una velocidad de vértigo. A mí me asombra escuchar las tertulias en radio o televisión. Se opina de todo y de todo se sabe. No importa de qué se esté hablando. Se frivoliza demasiado. Todo vale para hacer callar al oponente o contertulio: medias verdades, falsedades, insinuaciones… ¡Un periodista no sabe de todo! Puede tener su propio criterio ante un tema determinado, pero no es una autoridad en todos. Debemos ser humildes y conscientes de nuestra ignorancia. En uno de esos debates en los que alguna vez he participado, el conductor del programa me preguntó mi opinión sobre algo determinado. Le dije que no me atrevía a opinar porque desconocía el tema. Y el hombre admitió: “Es la primera vez que un contertulio me dice algo así.” Creo que debería ser más frecuente reconocer la propia ignorancia ante un hecho cualquiera.
Periodista militante
“El periodista es ese personaje que os saca de la cama de madrugada para preguntaros algo que no interesa a nadie, mira por el ojo de la cerradura y roba a una pobre madre la foto de su hija violada en cualquier parque. Todo para escribir un artículo que, al final, sólo servirá para envolver algún periquito muerto”, se lee en un capítulo de Un oficio de fracasados. Allí, Rodolfo Serrano cita al cineasta Billy Wilder, creador de la película Primera plana. Nuestra conversación continúa.
‒¿Qué salud tiene, hoy en día, el periodismo escrito?
‒Yo espero que larga. El periodismo escrito debe quedar como referencia, como espacio de reflexión y sosiego.
‒En México noto una particular tendencia, quizás azuzada por las redes sociales, a la aparición del periodista-activista político. No al estilo Rodolfo Walsh, ¡para nada!, sino aprovechando el micrófono y la cámara para ser él o ella casi más importante que su denuncia e inclusive más que las víctimas a las cuales, supuestamente, defiende. ¿Algo así mira usted en España o cómo describiría el contexto actual de la prensa progresista o de izquierdas en su país?
‒Es una situación muy parecida. Los políticos de derechas empiezan a emplear el término “periodista militante” y lo dirigen a periodistas progresistas o de izquierdas para desacreditarles. Pero lo cierto es que hay muchísimos más militantes periodistas en los medios de derechas que en los de izquierda. Dicho esto, es inevitable que haya profesionales que quieran ser más importantes que la propia noticia. Los nuevos formatos de la información lo favorecen. Creo que un periodista no debe nunca brillar más que la información que realiza.
“El fango y la crudeza de las redes sociales”
‒Hoy pareciera que lo noticiable se acredita si existe o no un video que confirme tal o cual suceso. Esa prueba audiovisual llega primero a las redes sociales y, al día siguiente, a los diarios. La noticia circula y se discute en la virtualidad. De ser así lo que acabo de exponer, ¿qué tipo de discusión pública se genera al considerar a la imagen (video) y a las redes sociales como evidencia irrefutable y ágora por excelencia, respectivamente?
‒Esa situación que usted explica es muy preocupante. Vivimos pendientes de las redes sociales y ellas imponen un lenguaje directo y crudo, sin matices. Y es preocupante porque ese lenguaje no sólo empapa al periodismo, sino a la vida cotidiana y, naturalmente, a la política. En España, el fango y la crudeza de las redes sociales se ha impuesto en la política. Ya no se habla de temas que puedan preocupar al ciudadano como la economía, la salud o la educación. Ahora el mensaje político es la descalificación y el insulto dirigido al adversario. Nada más. Y eso es terrible para la sociedad que termina asumiendo como normal lo que tendría que ser una anormalidad.
Respeto, honestidad y alma
‒Finalmente. En el presente, plumas como Leila Guerriero, Martín Caparrós o Antonio Muñoz Molina parecen en peligro de extinción, pues suele escribirse periodísticamente asumiendo que una cosa es “hacer periodismo” y otra muy distinta es escribir literatura. Estos autores mencionados plasman un periodismo literario, narrativo: una crónica, una entrevista o una columna bien escrita, algo que hace tanta falta en estos tiempos. ¿Por qué, desde hace varias décadas, en varios diarios ganó terreno la escritura periodística sin profundidad, sin corazón, sin grados de belleza?
‒Cita usted tres nombres que dignifican el oficio de escribir. El columnismo siempre ha sido un género periodístico que, en mi opinión, ha estado más cerca de la literatura, en su concepto más estricto, que en la información. En los periódicos, al menos en España, se ha producido una saturación de columnistas que no siempre cumplen con lo que usted llama periodismo literario. Hay una inflación de columnistas que, como los tertulianos de radio o televisión, opinan de todo y sobre todo, sin obligación de contrastar ni, mucho menos, investigar los hechos sobre los que opinan y, desde luego, en muchos casos sin escribir con estilo literario. En cuanto a su pregunta acerca de la falta de profundidad o corazón en lo que se escribe, creo que un buen periodista debe, efectivamente, tener corazón, buscar la profundidad y la belleza, como dice usted. El periodismo debe tener ese vuelo literario que atraiga al lector, y que el lector sienta que detrás de una determinada información hay alguien que trata el hecho noticioso con respeto, honestidad y alma.