Bemol sostenido

- Alonso Arreola | Redes: @Escribajista - Friday, 06 Sep 2024 22:10 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
¡Ey, productor patán!

 

Estamos sorprendidos. Desconcertados. Enojados. Ojalá sepamos transmitirle, lectora, lector, lo que hoy nos obliga a escribir. Hablamos de un fenómeno que se extiende por la mala praxis de “productores” que se aprovechan de la velocidad tecnológica y del menosprecio que hoy se da al proceso artístico. ¿A qué nos referimos?

En el intento de mejorar una canción o un disco, amigos, alumnos y conocidos sufren “trabajando” (muy entre comillas) con extraños “productores” (muy entre comillas) y terminan pagando de más o recibiendo de menos, arrollados por ignorancia, ineptitud, avaricia o soberbia. ¡Pobres de nuestros colegas!

Dicho eso, respondamos: ¿qué hace un productor y qué hace a un productor? Actividad en evolución perenne, surgida al calor de la necesidad de puentes entre artistas, estudios de grabación y sellos discográficos, la del productor nació en la humilde oscuridad, alcanzó su clímax en la luz inesperada y, más tarde, se corrompió en la falsedad inevitable. No se puede generalizar, claro, pero las tendencias han sido evidentes.

¿Arreglista, coautor, testigo, negociador, intérprete, traductor, conciliador, chamán…? Todos tienen su propia idea de lo que un productor hace con un grupo o solista. Para nosotros, en el mejor de los casos y al margen de sus habilidades técnicas, se trata de un potenciador. Un aliado cuya sensibilidad expande y destraba al talento ajeno, subrayando sus mejores habilidades durante períodos de erupción y fijación creativa. Lo demás, creemos, está de más.

Partiendo de estas reflexiones, entonces, ¿antes de trabajar con un productor habría que determinar funciones y atribuciones, así como límites y condiciones? En grandes sectores de nuestra comunidad no se tiene la sana costumbre de asentar estos términos ni en palabra ni en contrato, así que los cándidos y entusiastas aspirantes a una mejor canción terminan estrellados, sometidos por las veleidosas credenciales de quien jura cumplir en tiempo y forma con una misión que ni siquiera conoce. ¡Mierda! ¡Allí lo increíble!

Escuche bien: los productores de nuestro tiempo no hacen preproducción. Nos referimos a ese maravilloso trabajo de gestación y compromiso. La preproducción de “voy a su sala de ensayo para conocer el ambiente, sus entrañas, y tomarnos una cerveza o tequila”. La de “vamos a concentrarnos en la composición; en la forma y los arreglos; en la letra”. La de “hagamos maquetas y demos y viajemos al fondo de la semilla”. En otras palabras, la preproducción de aquellos a quienes tanto hemos admirado.

George Martin, Rick Rubin, Bob Rock, Phil Spector, Alan Parsons, Steve Albini, Quincy Jones, Brian Eno, Alfred Lion… Los buenos ejemplos sobran en el pasado, pero escasean en el presente. Y claro, esto es porque hoy todos, todos son productores. El que canta, el que toca, el que graba, el que diseña, el que distribuye, el que vende, el que promueve, el que compra, el que consume… todos se creen con las condiciones para señalar bondades o fracturas en las obras musicales. En esa tierra fértil para los buitres, los músicos llegan al estudio con temas inmaduros, de nivel kindergarden, con la expectativa de recibirlos con doctorado y maestría para antes del mediodía.

Cuando nosotros nos hemos visto en la posición de productor, trabajando sobre composiciones de otros, entregamos un voto de calidad a quien nos ha invitado para nunca paralizar el proceso en el desacuerdo. Asimismo, dejamos la puerta abierta para retirarnos ante uno de los tres demonios que destruyen a la preproducción: la prisa, el abuso o la falta de respeto.

No siempre ha salido bien nuestra estrategia, claro. Cambiar las inercias, manías y costumbres de gente que ha sacado a flote tanto su carrera como el arte de la manipulación y la victimización, es casi imposible. ¿Quiere nombres? No podemos dárselos. Afectaríamos a muchos inocentes. Le ofrecemos disculpa y le agradecemos su paciencia. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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