Miradas criminales: fotografía del acto profundo

- Omar López Monroy - Friday, 06 Sep 2024 21:43 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El mal tiene muchos y variados rostros, o un solo rostro en constante y vertiginosa deformación, y ha generado múltiples reflexiones sobre su naturaleza y su sentido, si lo tuviera. Este artículo trata del trabajo de dos jóvenes artistas o hacedores plásticos, Alma Robledo y Fabián Parra, cuyos proyectos, '1994 Esprit de corps' y 'Criminales', respectivamente, indagan en el mal y el crimen.

 

Acto 1

 

Todo acto profundo […] es inmemorial […] no tiene principio, no ha comenzado jamás […] entonces por cuanto estás aquí (en la cárcel o donde estés) […] tienes que ver con todo con ese acto que desconoces. Es un acto tuyo […] es un acto que acepta todas las formas:

cometerlo, perpetrarlo ‒crearlo.

José Revueltas

 

El arte: vaso comunicante. Nunca el arte inocente, sí con una postura. El arte como una contrapropuesta, tal es el caso de Alma Robledo y Fabián Parra cuyos proyectos 1994 Esprit de corps y Criminales ponen en tensión la concepción de la imagen de la criminalidad y su momentum histórico. En estos tiempos híbridos, políticos, empresarios y líderes religiosos son exonerados injustamente, permanecen en la cárcel no pocas personas inocentes o que llevan años sin sentencia, a la par que delincuentes confesos tal vez nunca encuentren una reinserción social. El trabajo de Robledo y Parra resuena como dos actos profundos que dialogan cada uno desde su trinchera en torno a ideas como la justicia y el impacto de sucesos criminales en la historia de un país.

 

Acto 2

 

Lo que comenzó en 2018 como un ejercicio de autorretrato en el que Alma Robledo buscó en su álbum fotográfico familiar imágenes, documentos para artistas, diría Eugène Atget, que le ayudaran para tales fines, derivó en la serie de poco más de diez piezas de formato pequeño: 1994 Esprit de corps, las cuales reflexionan sobre la percepción de la realidad y sus posibilidades ficticias. Para ello tomó como base dos sucesos: el rasgo ficcional en la cobertura mediática generada en torno al magnicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta (1950-1994), y su participación en una práctica católica de presentar a las y los niños a los pocos años de nacidos. Ambos sucesos ocurridos en 1994, punto nodal en la historia reciente de nuestro país. Robledo centra su mirada en dicho asesinato que de muchas maneras puede leerse como el suceso que marcó ese año aciago en que la criminalidad y la nota roja fueron al mismo tiempo nuestra historia patria. De manera alquímica crea un paralelismo con la vida cotidiana tomando como referencia su propia historia de vida.

En una de las piezas que resulta una suerte de exvoto: Alma y su familia, aparecen afuera de una iglesia en su “presentación”, nombre que en sí mismo se torna una evidencia con doble significado: la autora se muestra al tiempo que se re-crea. A través del uso de un elemento expansivo: marcador de alcohol, Robledo refuerza el estrecho vínculo entre pintura y fotografía. El color fluye sobre la superficie plástica (polypap) para ahondar en el paralelismo entre las imágenes cotidianas que encontró en su álbum fotográfico y el carácter documental y al mismo tiempo ficcional en que derivó el asesinato del entonces candidato a la presidencia del país, Luis Donaldo Colosio.

La idea del trampantojo que por esos años circundaba el trabajo de Robledo parece sintetizarse en una pieza nodal de la serie; en ella aparece la imagen de Colosio justo en su génesis como personaje: las “evidencias audiovisuales” tomadas aquella tarde en Lomas Taurinas, Tijuana, en donde “vemos” emerger casi de manera solitaria el arma homicida y cambiar el rumbo de la historia de un país aquel 23 de marzo… Acontece la realidad o eso creemos porque “vemos”; luego entonces sentimos que es casi como estar viviéndolo, y es a partir de dichas evidencias que Alma re-crea este acto profundo de nuestra historia nacional.

Finalmente, 1994 Esprit de corps contiene una pieza perturbadora: la imagen del expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León en una suerte de altar, en donde una especie de guirnalda ayuda a crear una trinidad simbólica; es un gesto: el lenguaje con que la autora narra que a pesar de los hechos violentos de 1994 el orden en las cúpulas del poder logró restablecerse.

Alma ha participado como expositora y gestora en diversas muestras de forma individual y colectiva; su obra fue seleccionada en el certamen Arte Joven Estado de México 2023 y en la Octava Muestra Iberoamericana de Arte Miniatura y Pequeño Formato. Actualmente dirige el seminario Teoría de la imagen: aproximaciones para una crítica al lenguaje en la División de Investigación FAD, UNAM.

 

Acto 3

 

El delincuente produce una impresión, unas veces moral, otras veces trágica, según los casos, prestando con ello un “servicio” al movimiento de los sentimientos morales y estéticos del público.

Karl Marx

 

Criminales, como todo acto profundo, es una serie intimista. Su vínculo directo con la década de los noventa es que ésta representa la génesis de su autor: Fabián Parra ‒en clara sintonía con el trabajo de Alma Robledo, surge de la necesidad de él por buscar entender el momento histórico que transita. Descubrir las imágenes de fotografías de archivos policiales de Sidney, Australia, durante la primera mitad del siglo XX, fue quizás un hecho predestinado en la búsqueda de Parra por explorar la comprensión de lo que llamamos maldad y la violencia como un acto primitivo no por elemental sino por arcaico: qué hay detrás de la “imagen” de lo criminal, qué obliga a un ser humano a transgredir la ley vigente.

Lo primero que hizo el autor fue una selección de imágenes de dicho archivo e imprimirlas: convertirlas en su materia prima y así confrontarse con la “mirada criminal”. El resultado fue una serie de poco más de treinta piezas en las que el autor trasegó la imagen a través de diversas técnicas, ya fuese un acto de reconfiguración o para agregar elementos nuevos que enfatizaran la idea de identidad y vacío en los rostros. Esta intervención casi quirúrgica le llevó a una inevitable confrontación ética; por lo tanto, el acto de dibujar, de lijar, de romper… fue un acto profundo que en algunos casos crea una mirada torva del personaje y otras lleva a pensar al espectador que por más que se quiera deformar un rostro, éste logra conservar elementos capaces de hacernos sentir empatía como un acto reflejo de identificación ancestral con el ser humano que vemos en ese pequeño trozo de papel.

Fabián Parra ha participado en varias exposiciones y actualmente da clases de dibujo sin descuidar su producción personal. En 2019 su proyecto Bienvenidos al rito fue seleccionado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, proyecto que al igual que Criminales da cuenta de una sutileza discursiva y denota sus influencias: la obra de Francis Bacon y la necesidad/obsesión de Fabián por tener una confrontación con el lienzo que escoge.

Los rostros de mujeres y hombres de esta serie parecen muy lejanos en el tiempo: principios del siglo XX, y también geográficamente: Australia, y me pregunto si no es eso lo que busca aún la fotografía de identificación criminal: crear un límite claro, infranqueable entre normal-anormal, correcto-desviado… En Criminales se enfatiza de facto la carga que lleva el rostro del ser humano como evidencia de su personalidad, lo cual hace pensar en un par de “rostros criminales” de aquel 1994: el de Mario Aburto Martínez, asesino solitario y confeso de Luis Donaldo Colosio, y el de Raúl Salinas de Gortari, acusado de ser el autor intelectual del homicidio del político priista José Francisco Ruiz Massieu (1946-1994) asesinatos estrechamente vinculados. En su momento, Mario y Raúl estuvieron presos en la misma cárcel.

 

Acto último

Es innegable que un crimen conlleva la existencia de víctimas y todo lo que ello implica y nunca debe dejarse de lado, pero tampoco podemos soslayar que algunas veces las y los criminales, aun demostrada su culpabilidad, el sistema de justicia no es capaz de ofrecerles una reinserción social, lo cual puede eventualmente convertirles en víctimas de dicho sistema. A treinta años de aquel enrarecido 1994, construido con no pocos actos profundos, la reflexión sobre lo que entendemos como el rostro de la criminalidad sigue vigente; de ello da cuenta la obra de Alma Robledo y Fabián Parra. Valdría la pena preguntarnos: ¿cuántas personas inocentes declaradas culpables injustamente y cuántas personas culpables que han logrado evadir su culpabilidad con alguna argucia legal ha producido la aplicación de la ley en nuestro país?

 

Versión PDF