Ruptura: la crítica de pintura como una necesidad

- José María Espinasa - Friday, 06 Sep 2024 21:35 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Este texto celebra la publicación de 'Ruptura', de Juan Rafael Coronel Rivera, pues no sólo retoma, en un formato original y eficaz, la crítica alrededor de aquel movimiento en la plástica del siglo pasado en nuestro país: “'Ruptura' es un libro para leer y releer, y para tal vez con su ejemplo crear un ambiente en torno a nuestras artes plásticas más reflexivo y crítico, polémico, y más atractivo.”

 

Juan Rafael Coronel Rivera acaba de publicar un libro con este preciso y seco título –Ruptura– sobre el movimiento pictórico que conocemos con ese nombre. Pocos libros tan necesarios en este momento, pues si bien el período ha sido explorado y analizado con cierta frecuencia, se tiene la sensación a veces de que, desde Juan García Ponce, hace más de cincuenta años no se encontraba el tono adecuado para explorar dicho movimiento. Las monografías sobre algunos autores y los análisis del grupo, las exposiciones de conjunto y las individuales perdían el sabor y la profundidad de lo ocurrido. El autor, fotógrafo, poeta, crítico y curador, suma a esas actividades una cercanía familiar con el asunto, como se puede ver por sus apellidos.

He de decir que el libro tiene algo de milagroso en su coherencia, pues incluye textos de circunstancia, ensayos de largo aliento, entrevistas, páginas inéditas e incluso apuntes biográficos, sin perder su unidad y su sentido, y nos ofrece un abundante análisis de los pintores y sus estilos, sus vidas y sus manías, sus amores y rencillas; se diría una novela de un momento del cual se ha dicho, y con razón, que hasta los malos pintores eran buenos.

Entre sus muchas virtudes está el romper los moldes historiográficos del movimiento y vincularlo con sus antecedentes, no como “antecedentes” sino como parte sustancial de esa ruptura –pienso en Tamayo y en Soriano, pero no sólo en ellos– y combinar un orden en los textos que no responde ni a lo cronológico ni a lo temático sino a lo afectivo, a la necesidad de crear en el montaje de los diversos textos una secuencia cinematográfica, una narrativa –una novela– en la que se vale por igual de la causalidad que de la casualidad y todo ello trufado por señalamientos críticos e intuiciones originales sobre el asunto. El propio autor señala la enorme dificultad que tuvo ese montaje, que contó con la ayuda de Virginia Ruano en el concepto editorial en su más amplio sentido. El autor conoció y convivió con muchos de los autores que analiza y eso lo aprovecha para situar su mirada en un lugar adecuado, sin exagerar en los toques de esa cercanía, pero sin desaprovechar lo que ella le facilita y autoriza e incluso proporciona en sentido documental, sin ocultar sus afectos, pero también sin renunciar al filo crítico. Ese movimiento, que se suele acotar entre principios de los años cincuenta y principios de los setenta, se vuelve mucho más amplio, su temporalidad se dilata y permite apreciar aún más su riqueza.

Es un acierto la amplitud de técnicas y géneros abordados: grabado, escultura, dibujo, diferentes materiales, uso de los pigmentos, estilos y virajes. De ellos se ocupa haciendo que esa especie de novela de la ruptura de la que hablé líneas arriba se vuelva polifónica. Las galerías y los talleres funcionan como un acompañamiento armónico, y las amistades y enemistades entre ellos aportan temperatura humana. Y, lo que es algo muy difícil, que el autor, con fuerte personalidad creadora él mismo, sabe evitar el papel protagónico que como crítico pudo haber asumido. La Ruptura necesita, de forma paralela a las investigaciones históricas y a los debates sobre las virtudes y jerarquías de unos y de otros, ser pensada no como un movimiento con dogmas, preceptos y manifiestos, sino como un estado de gracia del arte plástico. Los artistas plásticos convivieron con los escritores y entre ellos hubo muchos intercambios de ideas y reflexiones. Coronel Rivera vive intensamente y al botepronto, como curador y crítico, muchos de los momentos de ese movimiento y, confinado por la pandemia, revisa sus textos y elabora Ruptura. El libro, provocado por la circunstancia y formado por textos de circunstancia, es mucho más que una circunstancia: es una mirada inspirada y un diario de vida intelectual. Sin dejar el rigor está muy lejos del tufo aburrido de la academia, y si bien yo habría dejado algunos textos fuera, por ejemplo los justos reclamos a la valoración de la pintura de escritores como Marco Antonio Montes de Oca y Fernando del Paso, el conjunto consigue eso tan difícil: que una obra publicada, es decir, fijada en caracteres de imprenta, siga siendo una obra en marcha, una literatura en movimiento. Un hecho interesante son los señalamientos aquí y allá de la pintura de la Ruptura respecto al mercado y la fama internacional, muy lejos de lo que alcanzó el muralismo. ¿Por qué? Desde luego tiene que ver con un poco activo mundo de las galerías y por la condición cosmopolita de la ruptura, a diferencia del nacionalismo muralista, que vuelve diferente y atractivo a este movimiento. Pero pienso también que tiene que ver con esa ausencia de la crítica y la polémica en la cultura y por lo tanto en las artes plásticas. En otro lugar he contado que cuando intenté llevar a cabo una revista de pintura contemporánea, fueron las galerías y los museos los que desalentaron la idea: no les interesa la crítica.

Ruptura es un libro para leer y releer, y para tal vez con su ejemplo crear un ambiente en torno a nuestras artes plásticas más reflexivo y crítico, polémico, y más atractivo. Es decir, articular la obra de autores como Alberto Blanco, Jaime Moreno Villarreal, Alberto Ruy Sánchez, Evodio Escalante, Gabriel Bernal y Avelina Lesper (menciono sin afán de exhaustividad) en un caleidoscopio que les dé forma y presencia, no como islas, sino como conjunto. Basta visitar el Museo de Arte Moderno o el Museo Nacional de Arte para ver la enorme calidad de la plástica mexicana ¿Dónde está su acompañamiento crítico? Es cierto: Luis Cardoza y Aragón, Octavio Paz y Juan García Ponce, por citar tres de los más destacados, son imprescindibles. Yo considero, desde ahora, recién publicado, a Ruptura, como imprescindible.

 

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