Tomar la palabra

- Agustín Ramos - Friday, 06 Sep 2024 22:05 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El Poli en el ’68, su legado (II de III)

 

La composición del Consejo Nacional de Huelga, CNH, con tres representantes por plantel, dificultó la penetración de organizaciones oficiales u oficiosas. La única acreditación válida, al igual que la revocación, dependía en exclusiva de las bases estudiantiles. Estas representaciones exponían en el CNH las decisiones y propuestas de sus representados y transmitían a éstos las decisiones adoptadas por mayoría en dicho Consejo. Así se discutían y aprobaban los acuerdos para manifestarse ante la población, para responder al gobierno, para montar guardias en los planteles y para impulsar un movimiento en el que nadie dirigía. En suma, el CNH fue la respuesta a la pregunta de cómo organizarse en un contexto de autoritarismo sanguinario.

Las asambleas como método de lucha y el brigadeo como instrumento para sostener y ampliar tal lucha fue otra aportación del IPN, si bien ya junto a la UNAM y a las restantes instituciones educativas movilizadas. Fruto de experiencias previas y de exigencias del desarrollo del movimiento en curso, las brigadas difundían sus posturas y reclamos. Una brigada idónea constaba de siete miembros, uno informaba y explicaba a la gente las causas y el estado de la huelga, dos resguardaban ambos lados de la tribuna improvisada y las otras parejas volanteaban y boteaban, una repartía volantes y otra pasaba los botes de la cooperación con que se sostenía la lucha, una lucha consistente en cuidar los planteles, imprimir octavillas en mimeógrafo, pintar mantas, pancartas y carteles, organizar mítines y manifestaciones, registrar salidas y llegadas de brigadistas, contar el dinero recabado y administrarlo en los insumos de impresión y en la comida de las brigadas y de las diferentes comisiones (de cocina, finanzas, guardias, propaganda, etcétera).

 

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Así como los revolucionarios debieron sacudirse la polilla carranclana y sonorense para poder reivindicar a Zapata, Villa, Ángeles, Carrillo Puerto, Jaramillo, y así como el intelectual Jorge Aguilar Mora contrastó la omisión patriarcal en el libro El silencio de la Revolución para honrar a las mujeres que tomaron las armas y la pluma con tanta o más valentía que cualquier guerrillero, así también el libro Estudiantes politécnicos en lucha. Brigadistas politécnicos, 1967-1971 alza la voz contra la oficialización de la epopeya y el olvido del despojo (porque en la red de agujeros que dejó de herencia la furia gubernamental destaca la demolición y el cercenamiento de la orientación pedagógica humanística de la Escuela Preparatoria Técnica 7, Cuauhtémoc, más conocida como la Voca 7 de Tlatelolco, al igual que la supresión del bachillerato prevocacional del IPN).

Sin omitir el auge de la huelga sostenida entre julio y diciembre de 1968, las y los autores del libro sitúan el movimiento estudiantil en el lapso de 1967 a 1971, acotan el 2 de octubre como la fecha del crimen de lesa humanidad que el Estado perpetró en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco y destacan el 2 de agosto y el 23 de septiembre, junto con la manifestación silenciosa, como los momentos estelares del ’68, aquél por la creación del CNH y éste por la resistencia heroica a la toma militar de las instalaciones politécnicas del Casco de Santo Tomás.

 

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Estas letras, con sus preguntas y respuestas, no son mías. Estas letras provienen del Colectivo Memoria en Movimiento. Agradezco a sus integrantes la juventud eterna con que dotaron a nuestra Historia y el honor de entrar a las páginas de un libro que rescata sus vivencias en la primera fila del despertar al poder de la imaginación. (Continuará.)

 

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