Tomar la palabra
- Agustín Ramos - Friday, 06 Sep 2024 22:05
La composición del Consejo Nacional de Huelga, CNH, con tres representantes por plantel, dificultó la penetración de organizaciones oficiales u oficiosas. La única acreditación válida, al igual que la revocación, dependía en exclusiva de las bases estudiantiles. Estas representaciones exponían en el CNH las decisiones y propuestas de sus representados y transmitían a éstos las decisiones adoptadas por mayoría en dicho Consejo. Así se discutían y aprobaban los acuerdos para manifestarse ante la población, para responder al gobierno, para montar guardias en los planteles y para impulsar un movimiento en el que nadie dirigía. En suma, el CNH fue la respuesta a la pregunta de cómo organizarse en un contexto de autoritarismo sanguinario.
Las asambleas como método de lucha y el brigadeo como instrumento para sostener y ampliar tal lucha fue otra aportación del IPN, si bien ya junto a la UNAM y a las restantes instituciones educativas movilizadas. Fruto de experiencias previas y de exigencias del desarrollo del movimiento en curso, las brigadas difundían sus posturas y reclamos. Una brigada idónea constaba de siete miembros, uno informaba y explicaba a la gente las causas y el estado de la huelga, dos resguardaban ambos lados de la tribuna improvisada y las otras parejas volanteaban y boteaban, una repartía volantes y otra pasaba los botes de la cooperación con que se sostenía la lucha, una lucha consistente en cuidar los planteles, imprimir octavillas en mimeógrafo, pintar mantas, pancartas y carteles, organizar mítines y manifestaciones, registrar salidas y llegadas de brigadistas, contar el dinero recabado y administrarlo en los insumos de impresión y en la comida de las brigadas y de las diferentes comisiones (de cocina, finanzas, guardias, propaganda, etcétera).
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Así como los revolucionarios debieron sacudirse la polilla carranclana y sonorense para poder reivindicar a Zapata, Villa, Ángeles, Carrillo Puerto, Jaramillo, y así como el intelectual Jorge Aguilar Mora contrastó la omisión patriarcal en el libro El silencio de la Revolución para honrar a las mujeres que tomaron las armas y la pluma con tanta o más valentía que cualquier guerrillero, así también el libro Estudiantes politécnicos en lucha. Brigadistas politécnicos, 1967-1971 alza la voz contra la oficialización de la epopeya y el olvido del despojo (porque en la red de agujeros que dejó de herencia la furia gubernamental destaca la demolición y el cercenamiento de la orientación pedagógica humanística de la Escuela Preparatoria Técnica 7, Cuauhtémoc, más conocida como la Voca 7 de Tlatelolco, al igual que la supresión del bachillerato prevocacional del IPN).
Sin omitir el auge de la huelga sostenida entre julio y diciembre de 1968, las y los autores del libro sitúan el movimiento estudiantil en el lapso de 1967 a 1971, acotan el 2 de octubre como la fecha del crimen de lesa humanidad que el Estado perpetró en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco y destacan el 2 de agosto y el 23 de septiembre, junto con la manifestación silenciosa, como los momentos estelares del ’68, aquél por la creación del CNH y éste por la resistencia heroica a la toma militar de las instalaciones politécnicas del Casco de Santo Tomás.
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