Bemol sostenido
- Alonso Arreola | Redes: @labalonso - Saturday, 21 Sep 2024 21:36
No estamos pensando en las disciplinas que se combinan sobre un escenario, haciéndose eco en torno a un mismo tema, respetando sus fronteras. Eso que llaman trabajo multidisciplinar.
Tampoco estamos pensando en aquellas que comparten métodos o rutas creativas; investigaciones o alquimias novedosas por traslaparse. Eso que llaman trabajo interdisciplinar.
No estamos pensando en el sesudo fruto de artistas holísticos que funden su experiencia en una residencia auspiciada
por academias, fundaciones, institutos o gobiernos, disolviendo la separación de sus oficios. Eso que llaman trabajo transdisciplinar.
Hoy sólo estamos pensando en la reacción de obras ante obras, con los artistas como médiums, vehículos vivos mas allá de encargos y elucubraciones orbitales. Trataremos de explicarnos mejor. Lo prometemos.
Llevamos algunas semanas involucrados, incipientemente, en la curaduría ¿musical? de un conocido museo citadino. Tenemos la idea de promover el diálogo entre compositores (artistas sonoros en general) y las obras existentes de un acervo notable que presume firmas como las de Siqueiros, Rivera y Orozco.
Dicho ello, y siguiendo con las negaciones, tampoco deseamos encontrar un hilo negro en la forma del “espectáculo”, ni un tesoro jamás visto por el ojo humano. No queremos reunir la biografía de un personaje histórico y notable, desaparecido tiempo ha, con el currículum de alguien vivo que sólo piensa en vender boletos o en acomodar su cancionero a nuestra invitación.
No. El deseo que nos motiva es simple: divulgar momentos en que óleos, tintas, lápices o fotografías brillen a la luz de sonidos que les devuelvan la mirada por etapas. Con esa misión en mente, pasamos a lo que sí queremos presenciar; a lo que podría involucrarnos no sólo como testigos sino como coautores de una… reacción.
Eso rumiamos este día de septiembre, lectora, lector. La reacción. La primera fase de la “obra abierta”. Lo que nace durante los primeros segundos de la percepción que se expande ojos adentro, amoldándonos a la microrrealidad de una visión.
Si en la mano del pintor reacciona el verde intuitivo luego del ocre; si en la banda de jazz un pianista responde con el arpegio Mi menor a los bombos de la batería; si en un taller la cera ocupa el sitio del molde juzgado por los dedos del maestro...
Si todo ello es inherente a los procesos: ¿qué pasa cuando al pincel responde un piano, o cuando la cera llena el espacio que en su baile desocupa un cuerpo? ¿No son los cuadros, las esculturas y las fotografías, a su vez, el eco endurecido, materializado, de una reacción que primero fue súbita e intangible y que luego pasó por engranajes de consolidación? ¿Y si pudiéramos provocar, replicar ese fenómeno en vivo y en directo? (Disculpe que pensemos en alta voz. Nos ayuda imaginar su pupila discreta y paciente.)
Probablemente habría que sorprender al artista sonoro en el momento, con la pieza cubierta por una tela. Allí tendría que improvisar una premonición. Luego, una vez descubierta, debería reaccionar en forma pura y sin mayor contexto que la presencia revelada. Entonces podríamos escuchar a un crítico ampliando la historia del cuadro y su autor. La música volvería a la carga para completar su viaje, con otras perspectivas de sus personajes.
Podría haber una quinta tapa. Como todo sería grabado y convertido en pieza única, cabría la activación de una subasta simbólica al final de la velada. Los fondos irían a una buena causa y pasaríamos al brindis (lo que verdaderamente importa); al chismorreo que nos permitiera hablar del clima, el lugar para la cena y la política cultural de México que, pensando en infraestructuras faraónicas, olvida la salud de los museos. ¿Qué le parece?
Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.