La crítica literaria de Evodio Escalante
- José María Espinasa - Saturday, 21 Sep 2024 20:42
Hace ya cuarenta años Evodio Escalante publicó su libro José Revueltas, la literatura del lado moridor, cuyo horrible título no impidió que fuera parte esencial del proceso de recuperación del gran narrador duranguense, de donde también es oriundo Evodio. Ese primer libro lo situó en el lado izquierdo de la crítica literaria, lugar que no ha abandonado nunca, pero del que ha ido dejando atrás las huellas de un cierto resentimiento. También dio un giro, ese sí radical en sus intereses de género, construyendo una sólida obra ensayística en torno a la poesía mexicana. Por los mismos años de su libro sobre Revueltas apareció Los contemporáneos ayer, de Guillermo Sheridan, autor con el cual la obra posterior de Escalante mantiene un diálogo crítico. Esta breve bitácora de su trayectoria me permite entrar en su más reciente libro, Viva el mole de guajolote (Nuevos asedios al estridentismo), de reciente aparición. El mencionado libro de Sheridan culminó una campaña de recuperación del grupo literario llamado Contemporáneos, que lo instaló, con toda justicia, como un momento dorado de nuestras letras y una generación de poetas excepcional, pero como suele ser y parece inevitable, la sombra que proyectaba esa excepción parecía ocultar deliberadamente a otros escritores no afines a la estética del grupo sin grupo, particularmente y en la zona lírica, al movimiento estridentista. Así, de la misma manera que la novela de la Revolución opacó otras venas narrativas de enorme calidad, así Contemporáneos opacó otras venas poéticas, y el equilibrio de la balanza se ha dado con cierta timidez, en buena medida porque, a pesar de todo, el desequilibrio en el terreno literario es bastante patente.
Sin embargo, hay en el estridentismo una notable literatura que hay que recuperar, y no sólo en Manuel Maples Arce, el mejor poeta del grupo, sino también en los narradores, críticos, memorialistas y sobre todo pintores y músicos ligados al movimiento. Evodio se ha ocupado de varios contemporáneos, particularmente de Gorostiza, y aquí lo hace constar de manera muy atractiva, al cambiar la perspectiva histórica, por ejemplo en el penúltimo ensayo del libro, “Los Contemporáneos en las publicaciones de izquierda en México”. ¿Fueron realmente conservadores o de derechas los escritores de ese grupo? Creo que es evidente que no y el hábil recuento de Evodio lo hace patente. Lo que sí es verdad es que la influencia del archipiélago de soledades fue más profunda y duradera que la de los estridentistas. Una de las razones que ha hecho lenta la recuperación de estos últimos es, por un lado, el pesado tono académico que tienen muchos de los abordajes a la obra, y por otro, su pésima suerte editorial. Evodio, si bien forma parte del mundo universitario, no tiene los lastres de la crítica académica, es mucho más ágil y propositivo. Este libro está compuesto de varios ensayos alrededor del estridentismo, del cual Evodio ya se había ocupado antes en otros libros. Me interesa señalar aquí las virtudes de su eclecticismo: se puede ocupar por igual de un artista plástico que de un poema específico, y lo hace encontrando, incluso provocando, los encuentros y las diferencias, le gusta el juego caleidoscópico de la crítica literaria como historia no conclusiva y se siente ajeno a la instauración de un canon y más bien proclive a su revisión. De allí que, a pesar de los cambios en su obra ensayística, siga inscrito en ese aliento iconoclasta de su libro sobre Revueltas. A veces, creo, gasta pólvora en infiernillos, como por ejemplo la defensa del término “actualista” como más pertinente que el de estridentista para ese movimiento; en otros consigue calar hondo en su tema, como cuando se ocupa, en uno de los mejores textos del libro, del escultor Germán Cueto.
Una de las tendencias a las que la crítica literaria se suele adscribir y que a veces le pesa como un lastre, es la idolatría del dato concreto. Por ejemplo, el de las fechas. Todos los aficionados a la lectura sabemos que ni se lee todo en orden cronológico ni se lee todo al mismo tiempo: que hay un azar en esa afición que ni puede ni quiere ser abolido. Tan perjudicial es el fetiche de la última palabra, en donde ya está todo dicho, como el de la vaguedad de una palabra siempre provisional, pero entre una y otra yo prefiero esta última. Así, si leemos sus libros de crítica, por ejemplo el espeso análisis de la obra de Gorostiza, o sus ensayos sobre Jorge Cuesta y Octavio Paz, lo vemos oscilando entre la intuición que ilumina, el combate ideológico que le entusiasma y el hecho concreto y caduco de la historia. ¿Por qué le ocurre eso? Porque su visión como crítico no es, afortunadamente, la de un especialista sino la de un lector, y de un lector que prefiere ver a los autores entrar en contradicciones. Se trata, claro, de un crítico rijoso que cae no pocas veces en descalificaciones excesivas para dar lugar, a veces de forma paralela, a afirmaciones deslumbrantes. ¿Podría ocurrir lo uno sin lo otro? No lo sé. Y su formación como crítico tiene la ventaja de buscar no en el método analítico sino en el impulso reflexivo el camino de sus textos.
Evodio se anima con valentía a leer a pensadores y filósofos sin complejo alguno, obras a veces muy complejas y polémicas como la de Heidegger, y a pasar de niveles anecdóticos, digamos las rencillas de coyuntura, a plantear problemas de orden ontológico (se ve claramente en su libro sobre Gorostiza) y hasta espiritual. Y esas lecturas le permiten a su vez regresar con una mirada más amplia a los escritores que analiza. Por ejemplo, hace una atractiva lectura de las revistas que hizo el estridentismo, y sabe leer no sólo los textos sino las manifestaciones editoriales o tipográficas. Hoy, que las revistas son un género editorial en extinción, esa lectura tiene un atractivo nostálgico, vintage se diría, que nos recuerda otras épocas. Así, por ejemplo, aplica una misma idea, la de su momento vanguardista, a Mariano Azuela y a Alfonso Reyes, pero los resultados me parecen muy distintos, muy claro el abordaje del primero, poco provechoso en el segundo. Porque no se trata en realidad de especificar su filiación vanguardista, que en todo caso a veces sólo es un aspecto de época, un mismo aire que respiran, sino el sentido de su búsqueda específica como autores y a veces hasta la búsqueda colectiva en determinada circunstancia. Por ejemplo, eso que se ha llamado novela impresionista es un terreno donde los estridentistas, los contemporáneos y hasta los narradores de la Revolución se cruzan en un determinado momento. La exposición que está actualmente en el Museo Nacional de Arte sobre Germán List Arzubide debe ser acompañada por la lectura de Viva el mole de guajolote.