La magia de 'Cien años de soledad' y Netflix
- Carolina Aranda Cruz - Saturday, 21 Sep 2024 21:41
En la Calle de la Loma 19 en San Ángel Inn, Gabriel García Márquez se pone a escribir Cien años de Soledad. Como crear un libro “donde las esteras vuelan, los muertos resucitan, los curas levitan tomando tazas de chocolate y las bobas suben al cielo en cuerpo y alma” no es fácil ‒según lo refiere el propio Gabo en una carta a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza‒, decide dejar su trabajo como redactor publicista en la agencia Walter Thompson y Stanton y pone en pausa sus guiones de cine El gallo de oro y Tiempo de morir. Al dejar de generar dinero todo lo pide fiado, a tal grado que le debe cinco mil pesos al carnicero, ocho meses de renta al arrendatario, no sabemos cuánto al de los cigarros y otro tanto al resto de la colonia. La pregunta sería: ¿cómo logró que tantos le fiaran? “Magia”.
Esta es la respuesta que Gabo le dio a Elena Poniatowska, porque escribir Cien años de soledad fue un proceso mágico. Los que estuvieron cerca de él quedaron hechizados por el libro, incluso antes de su creación. Pero para que sucediera esta magia Gabo pasaba horas encerrado en su casa ‒hubo tres meses donde ni siquiera salía al jardín. A pesar de ese enclaustramiento voluntario, sus amigos Álvaro Mutis y su mujer, María Luisa Elío y Jomi García Ascot le llevaban diariamente whisky, pollo y papas por la noche. Noches que se prestaban para hablar acerca de la historia de los Buendía.
Además del encierro monástico, García Márquez tuvo que consultar médicos y abogados, al mismo tiempo investigó sobre filosofía, botánica, zoología y otras disciplinas en enciclopedias. Recordemos que en ese tiempo las repuestas no estaban a unos clics de distancia. Eso es algo que compartía con su amiga Elenita Poniatowska, quien no sólo escribió ocho versiones diferentes de Hasta no verte Jesús Mío, también destinó cuatro tomos de entrevistas a Josefina Borguez (Jesusa Palancares). Pero regresemos a García Márquez. Es importante destacar que también nutrió su novela, o probó su eficacia de forma indirecta, con el grupo de Difusión Cultural de 1961: José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo y la misma Poniatowska.
A lo largo de la creación de la novela, en varias ocasiones les envió fragmentos tanto a amigos como a críticos para saber su opinión; de esta forma podía corregir los errores que fueran surgiendo a lo largo de la narración. Sin duda esta técnica fue clave para realizar capítulos como la subida al cielo en cuerpo y alma de Remedios Buendía, donde el resultado podría dar una “desmoralizante impresión de estar metido en una aventura que lo mismo podría ser afortunada que catastrófica”. Todo esto se consigna en Gabo. Cartas y recuerdos de Plinio Apuleyo Mendoza.
Cuando por fin terminó de escribir Cien años de soledad solamente pudo mandarle media novela al editor, como le contó a su amigo Plinio Apuleyo. Acto seguido, él y Mercedes destruyeron los aproximadamente cuarenta cuadernitos con detalles de la genealogía de los Buendía, la estructura de la novela e ideas generales sobre cada capítulo. Aunque para la pareja fue un alivio deshacerse de tanto papel, los críticos y teóricos literarios lo pueden considerar casi un pecado imperdonable.
De cualquier forma, el mundo le agradece a nuestro querido Gabo haber creado tan increíble obra, tan impactante que muy pronto tendrá su propia serie en Netflix y será producida, en parte, por sus hijos Gonzalo y Rodrigo García Barcha; dirigida por Alex García López, argentino que participó en las series The Witcher y Daredevil y Laura Mora, colombiana reconocida por haber ganado la Concha de Oro del Festival de San Sebastián 2022 gracias a la película Los Reyes del mundo. Gabo llegó a decir que, de haber contado con presupuesto, la saga de los Buendía podría haberse prolongado. Tal vez la serie de Cien años de soledad que podremos ver en Netflix nos pueda dar esa sensación de una historias que es muchas historias gracias a la magia que encierran.