Los 'Robots Sapiens'; del cibercapitalismo y la neoexplotación
- Miguel Ángel Adame Cerón - Saturday, 21 Sep 2024 20:58
La variedad de robots colaborativos en el mercado mundial
La proyección humana de construir máquinas hipercomplejas dotadas de mecanismos automáticos de control para servir a las necesidades, deseos y actividades de los seres humanos es muy antigua. Pero con la génesis y el desarrollo de las disciplinas matemáticas aplicadas a la creación de sistemas –durante la era de las guerras mundiales– que desarrollaron la cibernética, la computación y la electrónica, se materializa tecnológicamente la creación y producción de robots que contienen dispositivos de programación a través de algoritmos inyectados en chips que no sólo despliegan automatismos de control, sino también de autocontrol, cada vez más más sofisticados. El desarrollo de estos ciborgs con multitud de funciones, formas, tamaños y modelos se potencializa con el avance de la Inteligencia Artificial (IA) y sus ramales bóticos (chat-bots, bots-nets, etcétera), que a través de los emporios de la cuarta revolución industrial de finales del siglo XX y principios del XXI (superaplicaciones, nanotecnologías, 4D y 5D, internet de las cosas...), se insertan en diferentes ámbitos de la vida económica y sociocultural postmoderna, trasfigurando el mundo humano y subsumiéndolo bajo la lógica del consumismo cibercapitalista: desde el armamentismo, pasando por la robótica industrial, los transportes y las telecomunicaciones en redes, hasta los ámbitos de la educación, el entretenimiento, y anclando en la esfera doméstica de los quehaceres y actividades: la virtualidad, la digitalización, la computarización, la celularización y la internetización que envuelve todo bajo sus interconexiones, gadgets, pantallas, imágenes y textos.
Así los robots como ciborgs que asemejan, copian, modelizan y se camuflajean con los seres humanos: sus corporalidades, sus sistemas nerviosos (cerebro, funciones pensantes e inteligentes) y sus apariencias fenotípicas y sensibles (gestualidades y movilidades) se clasifican en diversos modelos estructurales-formales-funcionales (humanoides, androides, animalescos, etcétera) y según su complejidad y costos. El peso económico de las ciberempresas crece y la cantidad y calidad de los trabajadores especializados que trabajan en sus talleres de diseño y manufactura se diversifica (ingenieros, modeladores-diseñadores, publicistas de marketing, ensambladores de los dispositivos, etcétera) para satisfacer los mercados y nichos que demandan y compran esas máquinas robóticas.
Las cibercorporaciones de los países altamente industrializados compiten por obtener las ganancias extraordinarias que se llevan las vanguardias tecnológicas debido a su alta composición orgánica de capital, se confrontan para sacar los más novedosos y avanzados modelos y para dejar atrás, absorber o fusionar sus activos tecnofinancieros con los de las otras. Así, últimamente destacan en la carrera de los autómatas (por ejemplo los autos sin conductor) las megampresas japonesas, coreanas, alemanas, francesas, inglesas, rusas y chinas, que juegan ese play competitivo agónico teniendo como faro y paradigma a las estadunidenses. Recientemente, del 20 al 25 de agosto de este año, se presentó la exhibición llamada Consejo Mundial de Robótica en Beijing, donde aparecieron los robots colaborativos de alta tecnología. La gama fue amplia: “desde humanoides que imitan a jugadores de pimpón y futbol, dibujantes, masajistas, músicos, baristas y asistentes médicos para todo tipo de cirugías, incluso de cerebro, hasta gigantes que operan líneas de ensamble de autos. Los robots presentados en esta exposición reflejan algunas de las aplicaciones que se promueven en los mercados chino e internacional.”
Aunque el capital en su globalidad no tiene propiamente nacionalidad, los capitales particulares sí se adscriben a Estados-nación determinados pero practicando el trasnacionalismo de inversiones a través de compañías accionistas, lideradas por los capitalistas mayoristas.
Los robots del ciberempresario hipermoderno Elon Musk
A nivel mundial últimamente ha destacado el hipermoderno empresario de origen sudafricano pero asentado en Estados Unidos, Elon Musk, con su multinacional Tesla (con capital de más de 30 billones de dólares) que abarca robótica automovilística, aeroespacial (SpaceX), informática (Neurolink), Industrial, digital “X” y doméstica. A nivel de esta última área exhibe sus diferentes modelos de la línea de diseño y ensamblaje denominada Optimus, que han causado gran impacto en los medios noticiosos debido a que ha promocionado sus “robotinas” interactuando con ellas al modo de las concubinas: bailando, fajando, besándose con ellas, etcétera; montajes publicitarios que incitan a adquirir esos ejemplares para que sirvan de parejas amatorias-sexuales en los continuums de vacío existencial y amoroso de los consumidores maduros, pues todas ellas tienen aspectos corporales-faciales juveniles y atractivos con sex appel robótico-humanoide.
En cuanto a la combinación de áreas doméstica y fabril, Tesla muestra a los robots Optimus, presentados por primera vez en 2021 bajo el nombre de Tesla Bots, como destinados a desempeñar labores repetitivas, peligrosas o tediosas, que actualmente dependen de la intervención humana.
A nivel de la robótica industrial, Tesla Musk ha desplegado la generación Optimus 2 en este 2024 y anuncia que terminará de activar esta GO2 para finales de 2025. Según anunció hace unos meses, ya está aplicando robots totalmente automatizados a las columnas de producción, mantenimiento, seguridad y logística de sus propias fábricas. Esta robotización fabril pretende situarse en la delantera y en el formato de la reconfiguración de la fuerza laboral y la integración de robots humanoides reemplazando a los humanos: primero en tareas peligrosas y aburridas, representando un cambio significativo en cómo se pueden concebir las fábricas y la producción industrial del futuro inmediato; y también buscando pero a la vez restringiendo esta expansión a mediano plazo en la sustitución cuasi-total o total de la fuerza de trabajo humana, aspiración y fuerte tendencia capitalista del autómata creciente y finalmente global que, como Marx lo explicó desde mediados del siglo XIX, es la expresión máxima de la autocontradictoriedad del propio capitalismo y, por ende, la posibilidad del fin del capitalismo para superarlo por una producción no explotadora de energía laboral humana. Dicho de otra manera, es la tendencia a la disminución y pérdida total de la tasa de ganancia para los empresarios automatizadores-robotizadores y, por consiguiente, a la inexistencia del modo capitalista de producción-expoliación.
La superexplotación Tesla y la robotización capitalista
Mientras ese proceso avanza, se detiene y se desvía a las demás esferas: comunicacional, administrativa, de redes sociodigitales, de la virtualidad, del entretenimiento y de lo doméstico... el bueno de Elon Musk y su megaempresa ofrecen trabajos físicamente extenuantes de ocho horas diarias (explotación clásica de plusvalía absoluta) para entrenar robots, ofertando salarios de hasta 6 mil 500 dólares al mes a obreros que cumplan los siguientes requisitos-tareas: estatura entre 1.70 y 1.80 metros, flexibilidad con el horario de trabajo: los turnos pueden ser durante el día o la noche; disponibilidad para trabajar horas extras y fines de semana, etcétera. Las tareas tienen el objetivo de generar datos de movimientos precisos a los robots para potenciar su destreza y su capacidad interactiva con objetos y personas en diferentes contextos. Cada trabajador deberá portar un equipo, traje y casco, que capture los movimientos humanos para que sean replicados por los robots. Los empleados deben ejecutar repetidamente acciones como sentarse, inclinarse, levantarse y torcerse durante extensos períodos. Se trata de seguir combinando todos los tipos de explotación de plusvalía en vistas a la robotización o ciborguización de la vida capitalista. Los objetivos a mediano plazo, dicen los ciberoptimistas del hipercapitalismo, es tener mínimo un robot que sea capaz de transformar el mercado global como nunca antes y, para Musk, que posicione a Tesla como una de las compañías más grandes y vanguardistas del planeta. Así pues, los obreros-entrenadores están preparando el terreno para una posible revolución en la coexistencia entre humanos y robots. El paradigma futurista, en este caso distopía tecno-Tesliana, es ni más ni menos que alcanzar el horizonte asimoviano del “hombre bicentenario”, es decir, el robot sapiens que adquiere la categoría de ser humano por propia decisión consciente-emotiva.
En tanto este futuro utópico-distópico llega, los propios robots que “trabajan” y son explotados en las fábricas, oficinas y talleres de la cuarta revolución tecnológica, protestan y/o desfallecen cuando son sometidos a jornadas extenuantes de labores: en Corea del sur un robot administrativo que trabajaba en uno de los ayuntamientos, tras sufrir estrés laboral, se “suicidó”: el Ayuntamiento de Gumi informó que el robot fabricado por la empresa Bear Robotics, que tenía un horario laboral parecido al del resto de trabajadores, de 9:00 a 18:00 horas, y que contaba con una tarjeta de identificación como cualquier otro empleado, fue encontrado “inconsciente” tras caer desde una altura de aproximadamente dos metros en julio pasado. Testigos oculares reportaron que el robot mostraba un comportamiento errático antes del accidente, girando en su lugar como si interactuara con algo invisible. “Las piezas del robot han sido recolectadas y serán analizadas por la empresa.” Entonces ¿qué fue? ¿Autodestrucción volitiva o fallas cibernéticas? Cualquiera que sea la respuesta, lo evidente es que se está acelerando a nivel ideológico, laboral y tecnológico una “robotización” en el marco de los moldes hiperemperesariales del capital.