Aquella noche

- Virgilio Gonzaga - Saturday, 05 Oct 2024 12:17 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

 

Tus hijos heridos de muerte, Ayotzinapa.

Afrenta que duele en la entraña.

Vigilia ante el terror de la pesadilla.

Angustia por el acoso férreo.

Almas torturadas con golpes intermitentes.

Cuerpos abatidos en los pasajes del infierno.

Agonía para los hacedores de la historia.

Trama fundada por los poderosos y terribles.

 

Bajo una tibia lluvia aquella noche de

septiembre,

con camionetas oficiales retuvieron a los

muchachos.

Dentro de los autobuses había agitación y

pánico.

Los obligaron a descender y entonces sus

cuerpos

se enfrentaron a la fuerza brutal del

armamento.

Pronto dos compañeros suyos fueron abatidos.

Como pudieron, algunos corrieron a buscar

refugio.

Patadas, puñetazos, culatazos contra los

cuerpos endebles,

en medio de la oscuridad hecha de miedo,

gemido y silencio.

Después en sus patrullas se llevaron a los 43.

 

A la medianoche llegaron otros más a escupir

con su fuego

a los rehenes aterrorizados, cayendo

fulminados otros más.

Los rostros enajenados de los asesinos

excretaban su baba

con sus hocicos atestados de azufre, mariguana

y alcohol.

Se carcajeaban al hacer explotar su pólvora

contra los jóvenes.

Muchos corrieron a ocultarse entre la espesura

de los cerros.

La madrugada era tormenta de fuego

imparable bajo la fina llovizna.

Boquetes en los autos, en los tallos de la noche

fúnebre,

en las piedras y en los muros y puertas de las casas lindantes al terror.

 

En la negrura aún brillan los casquillos

cuya carga quebrantó los cuerpos de tus hijos

‒los angustiados de las calles desoladas de la

ciudad,

bajo el cielo nocturno del 26 y 27 de septiembre

2014,

entre las arboledas, sobre las azoteas de los

hogares fraternos,

guardando sus miedos, pensando en los suyos

que a esas horas compartían el pan

en sus mesas humildes y daban las gracias por

vivir‒.

 

Desde siempre sitiada por los delincuentes del

orden,

protectores y protegidos por los dueños del

poder,

uña y carne de los hermanastros de la muerte.

La rabia de los pistoleros de color funeral

y luego la calculada incursión de las alimañas,

los insaciables de la madrugada,

resguardando a los amos del terror,

avivando las llamas del crimen,

apagando los rastros de la atrocidad,

abandonando los cuerpos de los agónicos y

muertos

junto a la ponzoña de las fieras enloquecidas

y haciendo suyo el aniquilamiento colectivo.

 

En lugar de ser condenados por su autoría y

complicidad,

ahora se repliegan y despachan desde sus

guaridas

y con cinismo vociferan a favor del olvido,

todo contra la sangre imborrable de la juventud

‒roja para siempre en la memoria de los

oprimidos,

ventana hacia la historia de la masacre

imperdonable‒.

 

Hija desamparada por su patria.

Historia de la sangre combativa,

eres, Ayotzinapa, para los corazones

fraternales.

En los tiempos marcados por la injusticia,

en tus lares iluminados pronto se despierta a la

vida,

pero también a la sombra de la fatalidad.

 

*Virgilio Gonzaga es poeta, narrador y pintor. Estudió docencia en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, y en otras instituciones pedagógicas del país. De 1985 a 1987 realizó estudios de artes plásticas en el Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca (dependiente del INBA), y en 2020 de escritura creativa en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. El presente poema fue tomado de su libro Tiempo funeral (Juan Pablos Editor, 2015).

Versión PDF