Luis Menotti y la cultura

- - Saturday, 05 Oct 2024 12:20 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Este reportaje abona en la comprensión de algunos puntos clave de una figura mundialmente conocida por su particular forma de mirar como eslabón cultural, y engranaje de la identidad popular, al deporte en donde veintidós seres humanos corren tras un balón.

 


En Cerrado por fútbol, Eduardo Galeano denunció: “Siempre me pareció muy indignante que la historia oficial ignorara esa parte de la memoria colectiva que es el fútbol en países como los nuestros. Los libros de historia del siglo veinte nunca lo mencionan, jamás, no existe; y ha sido fundamental para la gente de carne y hueso. ¿Cómo que no existe?” Así la izquierda intelectual acusa a tal deporte de ser un obstáculo para la toma de conciencia del proletariado, mientras la derecha le atribuye rasgos de mero circo destinado a la chusma.

Este juego lo escenifican multimillonarios en calzoncillos cortos en Madrid o Miami, al igual que infantes mal nutridos en una favela de Río de Janeiro, en la Villa 31 de Buenos Aires o en Ocosingo, Chiapas: “Se trata del espectáculo más importante del planeta y no es casual que sea objeto de manipulaciones políticas y económicas, pero también permite el estímulo simbólico de que los débiles luchen en forma solidaria contra los poderosos”, expresa el cuentista Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) en plática con La Jornada Semanal.

El autor de Dios es redondo dentro del ámbito futbolístico aplaude a escritores como Eduardo Galeano, Osvaldo Soriano y Manuel Vázquez Montalbán quienes magistramente engancharon el andar de la pelota con la literatura. Villoro destaca que tales intelectuales “contribuyeron de manera decisiva a esta manera de entender el juego. Pero nada de eso hubiera tenido éxito sin un representante de la palabra y la inteligencia disruptiva en plena cancha: César Luis Menotti”.

 

La felicidad

Nacido el 5 de noviembre de 1938 en Rosario, Argentina, y fallecido el 5 de mayo de 2024 en la capital bonaerense, el Flaco Menotti tuvo un sello distintivo en su andar por la vida: visibilizó el relevante papel del futbol dentro de los grupos subalternos. Sobre dicho aspecto, el escritor y exfutbolista Ángel Cappa (Bahía Blanca, 1946) no vacila en calificar como “hecho cultural” al deporte creado en Inglaterra durante el siglo XIX, “si entendemos a la cultura en su significado más amplio: como un modo de ser. Menotti reconoció ese fenómeno sociocultural, y lo asemejó a la música, al teatro, al cine, a la literatura que producen los artistas de un país”.

Fernando Signori (Lincoln, 1950), amigo y compañero de tertulias del entrenador rosarino, hila argumentos y explica que, “en América Latina y, sobre todo en Argentina, el fútbol es una construcción cultural de las clases populares. Es un entretenimiento al alcance de todos”. Asimismo, no soslaya la necesaria crítica a este fenómeno planetario utilizado para controlar subjetividades y crear consumidores de mercancías:

‒Menotti decía que el futbol debía ser una maravillosa excusa para ser feliz. Después, en este deporte, el sistema descubrió un argumento fenomenal para la manipulación de las masas, como de alguna manera da a entender Noam Chomsky en sus Diez estrategias de manipulación mediática. Hoy, el fútbol sirve para estupidizar y seguir con ese sentimiento tribal de sentido de pertenencia, el cual genera violencia no sólo simbólica sino real.

 

La dictadura

“Alguno dirá que he dirigido equipos en épocas de dictaduras, en épocas de gobiernos con los cuales no sólo no compartía nada sino que contradecían mi forma de vida. Y pregunto, ¿qué tenía que hacer? ¿Equipos que jugaran mal, que hicieran trampas, que traicionaran el sentimiento del pueblo? Naturalmente que no. El asunto es saber para quién y por qué se juega o se realiza cualquier actividad. Nosotros fuimos conscientes y sabíamos que jugábamos para el pueblo”, escribió Menotti en su libro Fútbol sin trampa. Esta etapa de su vida ha sido ampliamente cuestionada por sus detractores. ¿Él fue cómplice de la sanguinaria dictadura militar de Jorge Rafael Videla, misma que desapareció a más de 30 mil personas e intentó lavarse la cara en el año 1978 durante la organización de la Copa Mundial de futbol en Argentina? Ángel Cappa reflexiona:

–En esos momentos de profunda tristeza y miedo que sentía el pueblo, la selección argentina significó un breve espacio para la alegría. Aun en tiempos socialmente dramáticos, la gente se enamora, escucha música, celebra cumpleaños. Lo hace porque todos necesitamos respirar cuando nos ahogan. El futbol fue un gran desahogo para el pueblo.

Juan Villoro cavila y coincide:

–Menotti tomó la selección en 1974. Dos años después se enfrentó con el golpe militar. Era miembro del Partido Comunista y su filiación política se conocía. Pensó que sería despedido; sin embargo, los militares le dejaron trabajar y asumió el reto de crear un oasis en medio del horror sin deponer sus convicciones. No fue un cómplice, sino alguien que aprovechó el margen de libertad concedido. Los momentos sucios de la copa de 1978 tuvieron que ver con los militares: antes del partido entre Argentina y Perú, que el equipo local debía ganar por cuatro goles, Videla y Henry
Kissinger fueron al vestidor peruano para ejercer presión; en cambio, los actos de Menotti se reflejaron en la cancha.

 

¿De izquierda?

“En varias oportunidades, él contó que su papá fue peronista”, expone la periodista Delfina Corti (Buenos Aires, 1989) refiriéndose al personaje central de este reportaje. La comunicóloga precisa que, en su juventud, el controversial entrenador militó en el peronismo “hasta que un día se sintió traicionado por Juan Domingo Perón, y se afilió al Partido Comunista”. Y agrega: “Hay una frase suya que resume mejor su postura de izquierda: ‘La palabra progresismo me hace doler las bolas. No sé qué carajo es progresismo, no veo que nada progrese.’ Esa utopía se reconocía en su estilo de juego”.

Ángel Cappa enfatiza este punto: “Fue un hombre con ideas de izquierda, inclusive viajó a Cuba para reunirse con entrenadores de ese país e intercambiar conceptos futbolísticos. Era un admirador de la Revolución Cubana y en especial del Che Guevara”. Fernando Signorini, otrora preparador físico de Diego Maradona, excava aún más en las raíces de esa posición atribuida al denominado filósofo del futbol:

–Esa postura de izquierda se vincula a su formación. Viviendo en Fisherton, su barrio natal, y a la muerte de sus padres, casi fue adoptado ideológicamente por gente como Juan Ingallinella, Florindo Moretti, y su entrañable amigo Chacho Rena quien era empleado del ferrocarril, pero con enorme cultura popular y gran sensibilidad hacia el arte. Menotti bebió de esa fuente de conocimiento y de compromiso social.

En tono crítico, Juan Villoro matiza al respecto:

–Conviene acotar las preferencias políticas de Menotti. No fue un puritano de la izquierda ni actuó sólo movido por una agenda política: cobraba mucho, hizo anuncios comerciales, negoció con directivos y empresarios, supo moverse en el mercado. Admiraba al Che porque ambos eran de Rosario y porque en él veía un ejemplo romántico y quijotesco de quien es fiel a una convicción. Por eso dijo que Josep Guardiola era el Che Guevara del futbol. No eligió al deportista más politizado del planeta, sino al más fiel a los principios de su oficio.

 

El arte

El marxista Antonio Gramsci denominó al futbol como “el reino de la libertad humana ejercido al aire libre”; aunque no soslayemos que también desata pasiones muchas veces dirigidas hacia grotescos actos de violencia, además de fungir como una industria generadora de ingresos superlativos para empresas trasnacionales. En estas coordenadas, Menotti emergió como figura atípica, pues conectó al juego con la palabra, el arte y la cultural popular. Acerca de ello, Ángel Cappa expresa:

–César mantenía un contacto permanente con la música popular latinoamericana, sobre todo el tango y el folclore argentinos. Contaba con muchos referentes: Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Astor Piazzola, Roberto Goyeneche, Carlos Gardel, Mercedes Sosa, Jaime Torres, Peteco Carabajal, el Dúo Salteño, Joan Manuel Serrat, Alberto Cortez, Chabuca Granda, Chico Novarro y Alfredo Zitarrosa, junto a poetas como Armando Tejada Gómez, Ariel Petrocelli, Jaime Dávalos y Atahualpa Yupanqui.

Con grados de añoranza, Fernando Signorini evoca:“Él tenía una gran riqueza espiritual para apreciar las maravillas emanadas del arte. A la noche, después de un café, un buen cigarrillo y un vaso de whisky, seducía y encantaba a quienes estábamos en esa fantástica mesa de los miércoles en Buenos Aires”.

 

Hipnótico

Un 24 de agosto de 1978, el entrenador argentino charló con Jorge Luis Borges en el apartamento del autor de El Aleph, ubicado en Buenos Aires. Allí, en el cumpleaños setenta y nueve del poeta y cuentista, conversaron periodísticamente para la revista VSD. Ese fue uno de los múltiples puentes que Menotti tendió hacia el campo intelectual, tal como Juan Villoro resalta: “Combinaba la sabiduría del barrio y los boliches con buenas lecturas y, sobre todo, disfrutaba al convertir la realidad en un discurso elegante. Escucharlo era hipnótico: ¡no querías que ese partido de palabras acabara nunca! En cierta forma, él fue víctima de su propia seducción. En su último cuarto de siglo fue mejor para explicar el futbol que para dirigirlo.”

 

La belleza

Finalmente, Ángel Cappa, quien en coautoría con el filósofo Marcos Roitman escribió el libro Fútbol y política/ Conversaciones desde la izquierda, argumenta sobre el vínculo entre estética y la apuesta del propio Menotti en una cancha de juego:

–En el capitalismo existe una cultura dominante, pero también otra que es propia de las clases populares donde el futbol está incluido, pues además de ser un entretenimiento fabuloso y barato para la clase obrera, donde nace, es un modo de comunicación del pueblo y, asimismo, el medio que nos acerca a la belleza. Por eso jugar lindo no es algo superfluo, sino vital. La belleza es igual de importante que la eficacia, tal como decía Julio Cortázar.

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