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- José Rivera Guadarrama - Sunday, 13 Oct 2024 09:12
Un mismo suceso presenciado por diferentes personas desencadena una variada y compleja extensión narrativa, que pone de relieve la capacidad imaginativa de los individuos; al mismo tiempo, persiste la complejidad de saber quién de todos ellos dice la verdad, en quién se puede confiar para saber la versión real de lo ocurrido, sin distorsión, sin interpretaciones. Ese es el complicado asunto del llamado efecto Rashomon, que pone de relieve la película Rashomon (1950), del director japonés Akira Kurosawa.
El filme no es el primer caso referente a este efecto; al contrario, su existencia está presente a lo largo de la historia, reflejada en diversas situaciones. La intención de Kurosawa resulta compleja, profunda, ya que pone en cuestión hasta dónde es capaz el humano de ser sincero ante determinadas circunstancias, incluso hasta qué punto tenemos la capacidad de captar lo sucedido y de dar noticia de manera congruente y desinteresada. Lo cual, de acuerdo a la película, resulta casi imposible.
En Memorias del subsuelo (1864), Dostoievski asegura que todo ser humano tiene recuerdos que sólo cuenta a sus amigos, pero también otros que no revela sino a sí mismo, y en secreto. “Pero existen otros asuntos que un hombre tiene miedo de decirlos incluso a sí mismo, y todo hombre decente tiene varios de estos asuntos, ocultos para su propia consciencia”, indica el escritor.
En la película, los personajes cuentan diferentes versiones de un mismo hecho, pero callan o tergiversan otros detalles. A través del uso del lenguaje, de la palabra, los protagonistas coinciden en algunos pormenores de lo ocurrido, pero de igual manera hacen evidente su falta de sinceridad y buscan persuadir a los demás recreando escenas a su modo para ser considerados los más honestos.
Más allá de aspectos probos o morales, lo complejo e interesante es la manera en cómo llegar a la verdad. Es aquí donde se puede hacer uso de la corriente filosófica conocida como relativismo epistemológico, según la cual no hay verdades absolutas. Más bien, se indica que existen verdades de acuerdo a los contextos y circunstancias de cada individuo, sobre todo porque el arte, la religión, la ciencia, la moral, la filosofía, dan cuenta de la heterogeneidad de enfoques con los cuales el ser humano ha intentado explicar su entorno natural y social.
El relativismo epistémico sostiene que toda verdad depende de los criterios, percepciones o estados sensoriales del sujeto cognoscente, ya sea individual o colectivo. Por lo tanto, el relativismo no acepta la existencia de una verdad universal, pero sí una verdad individual.
Ya en la Antigüedad, Protágoras (481 aC) afirmaba que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son”. Para él no existe un conocimiento único o verdad única, ni un acto moral bueno universal válido para todos.
El efecto Rashomon de la película y el relativismo epistemológico coinciden, ante todo, en la importancia de la influencia del medio y del espíritu del tiempo, la pertenencia a un determinado círculo cultural y los factores determinantes que contiene. En ambos casos se muestra cómo pueden coexistir distintos relatos de un determinado hecho, y cómo configuran las expectativas, los roles y conductas de los actores implicados.
En ese sentido va la intención artística de Kurosawa, al exponer que cada individuo entiende, asimila y explica todo desde su peculiar modo de ser, cuestionando hasta qué punto es posible llegar a la verdad, y si es posible conocer la realidad en su totalidad, coincidiendo con el objeto de estudio de la epistemología, que parte de la idea de que el acto de conocer es un proceso y que, además, hay factores que lo condicionan, problemas que lo limitan, corrientes que intentan explicarlo, junto con rupturas epistémicas y nuevos retos a enfrentar. Es, en el fondo, una constante búsqueda de conocimiento, circundando y problematizando la verdad.