La mordida: Malcolm Lowry en México

- Alberto Rebollo - Sunday, 20 Oct 2024 08:35 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Sin duda Malcolm Lowry (1909-1957) es un escritor especialmente querido y leído en México. El autor escribió tres novelas ambientadas en nuestro país, a saber, la muy famosa y compleja 'Bajo el volcán', ' Oscuro como la tumba donde yace mi amigo', y 'La mordida', cuya trama y paralelismos con la vida del novelista inglés son el objeto de este espléndido artículo.

 

La música te hacía sentir

que eras el gran protagonista, que de hecho

lo era, de algo nunca antes soñado,

una obra de arte tan inconcebible

que no podría ser escrita.

La mordida, Malcolm Lowry

 

Cuando la muerte lo sorprendió, en junio de 1957, el escritor inglés Malcolm Lowry se encontraba trabajando en varias novelas simultáneamente. Una de las más avanzadas era la que había titulado La mordida, así tal cual, en español. Por fortuna su segunda esposa, Margerie Bonner, conservó cuatro borradores que permanecen en la Sección de Colecciones Especiales de la Biblioteca de la Universidad de Vancouver. A partir de estos archivos, el catedrático estadunidense Patrick A. McCarthy llevó a cabo la pesada y compleja labor de ensamblar una edición crítica que fue publicada por la Universidad de Georgia en 1996. Este año fue publicada en México por Penguin Random House con una excelente traducción de María Vinós. Esta novela es muy valiosa porque forma parte de la trilogía que el autor ambientó en México: Bajo el volcán, Oscuro como la tumba donde yace mi amigo (en adelante solamente Oscuro...) y La mordida.

Cabe recordar que el autor, nacido en 1909, llegó por primera vez a México el Día de Muertos de 1936 a bordo del S.S. Pennsylvania, proveniente de Los Ángeles con su primera esposa Jan Gabrial. Desembarcaron en Acapulco y allí conoció el mezcal, las playas y un poco de cultura mexicana. Luego partieron a Cuernavaca, donde se enamoró de las cantinas y del misticismo del México profundo. Escribió un cuento que llamó “Bajo el volcán”, germen de la novela que publicaría más tarde. Pero su estancia resultó desastrosa: se dedicó a recorrer burdeles y su mujer lo empezó a engañar. Ella pronto lo dejó y se fue de vuelta a Los Ángeles. Entonces él tomó un tren a Oaxaca con la intención de comprobar que allá se producía el mejor mezcal de México. A los pocos días de haber llegado, en la cantina La Covadonga, conoció a quien sería su mejor amigo, Juan Fernando Márquez. Poco después fue encarcelado bajo sospecha de ser un espía comunista. Al quedar en libertad decidió que sería mejor regresar a Ciudad de México. Su visa vencía justo el 18 de marzo de 1938, pero dada su forma tan disoluta de vivir y sus constantes depresiones, lo pasó por alto y salió del país hasta el 27 de junio. Poco tiempo después, Lowry conoció a Margerie Bonner en Los Ángeles, se enamoró de ella y se fueron a vivir a Canadá. Regresó a México en 1945, en compañía de su mujer, con la intención de preparar un prólogo que testimoniara su simpatía hacia el país y corregir palabras en español que aparecen en Bajo el volcán. Arribaron a Ciudad de México el 12 de diciembre y el autor empezó a escribir Oscuro... e, inmediatamente después, La mordida. De hecho ambas novelas están basadas en sus diarios de viaje.

 

La deportación

La historia de La mordida inicia en marzo de 1946, cuando Sigbjorn Wilderness (alter ego de Lowry) y Primrose (de Margerie), salen en autobús de Cuernavaca a Acapulco haciendo escala en Taxco, Iguala y Chilpancingo, entre otras poblaciones. Al llegar a su destino, Sigbjorn Wilderness recuerda cuando, ocho años atrás había, estado en la cantina La Bohemia del centro de Acapulco y
en la cual había probado su primer mezcal:

 

Estaba pensando en el día de su llegada por primera vez a México el Día de Muertos de 1936. Las mariposas llegaban a saludar al Pennsylvania mientras el barco esperaba afuera de la bahía. Al cruzar la aduana puso a tiempo su reloj y luego, el primer trago, en donde todo comenzó… su primer mezcal había sido al día siguiente en este mismo bar, luego de haber regresado de nadar en Hornos. ¡Oh, cuántas memorias había de entonces! Su deambular, los delirios, los desencuentros, todas las tonterías de la juventud y el Hotel Miramar.1

 

Se hospedan en el Hotel Quinta Eugenia, ubicado en Caleta, en donde ambos protagonistas se sienten muy felices, beben y nadan a diario. “Caleta era lo único que, para él, justificaba la existencia de Acapulco.” Por aquellos años el puerto contaba con apenas unos 20 mil habitantes, nada en comparación con los casi 800 mil de hoy en día. De pronto a Sigbjorn le vienen memorias de cuando intentó suicidarse nadando mar adentro:

 

Iban caminando por donde Gilda lo había reprendido luego de su incursión suicida en el mar. Aquella vez, para colmo de males, una barracuda lo atacó y había tenido que luchar contra ella. Pero en realidad el pez lo había salvado porque fue el combate mismo lo que le devolvió las ganas de vivir, aunque fuera sólo para beber una copa más.

 

Menciona mucho a su amigo Juan Fernando Márquez, quien lo había llamado “hacedor de tragedias” y quien, se acababa de enterar, había sido asesinado a tiros en una cantina, justo como el Cónsul, su personaje principal de Bajo el volcán. De hecho, el asesinato de Juan Fernando es el tema medular de Oscuro..., su novela inmediata anterior.

Pocos días después, unos agentes del departamento de migración llegan hasta su hotel para exigirle a gritos que pagara una multa de cincuenta pesos (unos diez dólares estadunidenses de entonces), que había dejado sin pagar desde que salió del país en 1938. Uno de los oficiales le exige incluso que entregue su reloj como prenda de que pagará la multa. El procedimiento es tan desaseado que incluso confunden a Primrose (Margerie) con Ruth (Jan), la primera esposa de Sigbjorn (Lowry).

Luego los obligan a acudir a las oficinas de migración, donde les solicitan sus pasaportes, pero los habían dejado en Cuernavaca. Les dan tres días para que los obtengan, pero sin que abandonen el hotel. Ante el temor de que Sigbjorn sea detenido, deciden que sea Primrose quien vaya por los papeles y, de paso, busque entrevistarse con los cónsules británico e inglés en Ciudad de México. Ella hace el viaje pero lo único que obtiene es una promesa de ayuda por parte del vicecónsul estadunidense. Irónicamente, en la Quinta Eugenia una señora le sugiere a Sibgjorn: “¿Por qué no escribes una historia sobre un cónsul británico?”

Cuando Primrose regresa a Acapulco los oficiales los obligan a presentarse todos los días a la Oficina de Migración, en donde los mantienen sentados por horas sin darles ninguna respuesta concreta. La segunda guerra mundial tenía apenas unos meses de haber concluido y en las paredes todavía hay pósters con el águila mexicana devorando a la suástica nazi.

Todo el tiempo hay una sensación de angustia, temor y depresión. El personaje se hunde en su alcoholismo e incluso llega a pensar nuevamente en el suicidio. Le dan ganas de huir pero teme que le apliquen la “ley fuga”. Le reza a la Virgen de Guadalupe, a la Virgen de los que No Tienen a Nadie (La Soledad), al Santo Patrono de las Causas Difíciles y Desesperadas (San Judas Tadeo), a su amigo Juan Fernando y a todos los santos posibles. Recuerda su encierro en la cárcel de Oaxaca y, en fin, sufre una terrible tortura psicológica.

Callada pero firmemente se la había pasado bebiendo toda la noche en la oscuridad. Ni siquiera en su libro acerca del alcohol había Sigbjorn imaginado nada tan terrible como esto.
Estos sentimientos no estaban en el libro. De alguna forma parecía total y completamente dominado por el alcohol. Ya no estaba bebiendo medio litro de ron al día sino casi dos litros. Tenía constantes delirios, caminando o durmiendo, justo debajo de la superficie de su mente. Había visiones medio formadas por todas partes, alucinaciones, escuchaba voces.

Después de casi tres semanas de calvario, finalmente les piden que se presenten en Ciudad de México a finales de abril. Llegan a la Secretaría de Gobernación sobre la avenida Bucareli en donde, de igual manera, los hacen acudir diariamente sin darles ninguna respuesta definitiva. “Bucareli era la prisión más temida: se decía que, de aquel que entraba allí, nada se volvía a saber.” En las paredes hay cuadros del presidente Manuel Ávila Camacho. Entonces les exigen una fianza de mil pesos para su repatriación. Luego de mucho insistir, cuando le permiten ver su expediente, lo único que dice es: “Borracho, borracho, borracho.”

A fin de cuentas los citan para el 2 de mayo con todo y su equipaje para conducirlos a Nuevo Laredo. Dos oficiales armados los acompañan a bordo de un tren hasta la frontera. Luego de otras tantas vicisitudes, al fin les permiten cruzar el puente, no sin antes obligarlos a firmar un documento de expulsión, cuando siempre se les había asegurado que no serían deportados. Irónicamente, en las calles hay letreros que decían: ¡México por la libertad! Todo termina del lado estadunidense, en medio de un místico eclipse total de luna, con la siguiente despedida:

 

Separados por el Río Grande, por los siglos, por la eternidad, estaba el viejo México: grande, oscuro, católico, y misterioso, al cual, quizás, nunca podrían regresar. ¿Pero qué era México? ¿Por qué era tan terrible la sensación de no poder regresar?

 

En síntesis, la novela narra la anécdota de la deportación injusta de los Wilderness a Estados Unidos por no haber entendido que debían haber pagado un soborno o, como se dice coloquialmente, “una mordida”. Sin embargo, en un plano más profundo, la novela trata también de la imposibilidad de escapar del pasado y del proceso creativo del escritor en relación con el alcohol:

 

Sigbjorn creía escuchar una voz que le decía: con una mala cruda tus pensamientos son a menudo increíblemente brillantes pero no los puedes escribir porque no te crees capaz de hacer una sola cosa constructiva en ese estado, ya no digamos lo que tu más elevado espíritu quisiera. Y esa es una de las decepciones más fatales de la bebida: si tomaras un trago te volverían las ganas de escribir, pero el estado posterior de ese hombre sería peor que el inicial y si empiezas a poner por escrito tus pensamientos otra vez eso significa que estás superando la cruda, por lo que, para ese momento los pensamientos ya no son buenos. Los pensamientos brillantes y locos con toda su inspiración se han ido.

 

Pero la parte más interesante es cuando el escritor tiene la sensación de que no es él quien está escribiendo realmente, sino que es sólo un personaje destinado a cumplir los oscuros propósitos de un novelista divino (o demoníaco):

 

En Tierra Colorada, donde su autobús paró por 15 minutos, bajan dos amigos que caminan juntos, perfectamente erguidos y se introducen en la cantina más cercana. Sigbjorn los miró: todo era tan similar a una escena de El Valle2 como para sentir terror. De pronto un sentimiento de pánico se apoderó de él, inexplicable y proveniente de Dios sabe dónde. En ocasiones le eran permitidos tales atisbos para recordarle que era un creador. Pero en el caso de su estancia en México, era como si (aunque no había sido consciente de ello hasta ahora), él fuera el personaje conducido para cumplir con los propósitos de algún otro novelista en una inimaginable novela que aún no existía.

 

Esta sensación le viene a Sigbjorn debido a que en su novela anterior, El valle (El volcán), había tomado como modelo de la casa donde su mujer lo engaña, una vivienda en la calle Humboldt que tenía en su fachada una torre en cada extremo y cuando los Wilderness (Lowry y Margerie) llegan a Cuernavaca, resulta que toman en renta precisamente esta casa. Es por ello que, de alguna manera, Sigbjorn se encuentra viviendo dentro de su propia obra y sin poder escapar. Por si fuera poco, varios eventos significativos ocurren allí: aunque no aparece en La mordida, Lowry intentó suicidarse cortándose las venas cuando las editoriales rechazaron publicar Bajo el volcán. Tanto en la novela como en la vida real, Sigbjorn (Lowry) escribe una misiva tratando de convencer a sus editores de publicar El valle, la cual surte efecto y al poco tiempo recibe las cartas de aceptación, tanto de Estados Unidos como de Inglaterra. Para colmo, el mismo cartero que aparece en el capítulo VI de El Valle (El volcán) es quien entrega ambas cartas. De suyo, Lowry era muy supersticioso; imaginemos la sensación tan abrumadora que le causaba todo esto, además, hallándose en medio de un espantoso trámite de deportación. “Lo único que deseo es la muerte, ¿por qué no me suicido? ¡Oh Dios, dale a Sigbjorn su éxito, deja que su Volcán3 sea reconocido por la gran obra que es!” Por cierto que la casa de la torre (sólo queda una), todavía existe y es un hotel muy agradable que lleva por nombre Bajo el volcán.

 

El legado de Lowry

En 1961 Neus Espresate, directora de Ediciones Era, encargó al intelectual, diplomático y estudioso mexicano Raúl Ortiz y Ortiz la traducción al español de Bajo el volcán. Raúl puso manos a la obra de inmediato, pero en 1962, dada la complejidad del texto, se comunicó con la viuda de Lowry para pedirle una extensión del plazo. Aunque en un inicio Margerie desconfió un tanto de nuestro querido amigo, Raúl se ganó su simpatía al prometerle que la Secretaría de Gobernación le ofrecería una disculpa y le extendería una invitación expresa a visitar nuestro país. En 1964 Bajo el volcán se publicó por primera vez en español, causando un enorme revuelo y despertando toda una legión de seguidores, especialmente en Cuernavaca. Cuando en 1972 Margerie regresó a México, Raúl la acompaño a recorrer el escenario de Bajo el volcán y ella se sintió encantada con su compañía. Los que conocimos a Raúl sabemos que era todo un caballero. Él me confesó que en su casa de La Condesa, durante la visita de Margerie, ella salía todas las tardes a comprar una botella y bebían hasta altas horas de la noche.

La Mordida exhibe claramente la desgracia de vivir en un ambiente plagado de corrupción, aunque también sobresalen en ella algunas de las frases más hermosas que se le han dirigido a nuestro país:

 

Suena como el paraíso, pero ellos lo llaman Acapulco.

*

Habíamos venido a México con la idea de hacerlo nuestro hogar.

*

La severa y triste pureza de Canadá es esencialmente puritana, protestante, limpia, escueta, fría. La churriguresca, tropical y compleja belleza de México es esencialmente católica, y sin embargo la belleza y la pasión de esa fe lo envolvía en su misterio. Quizás era su inocencia lo que lo identificaba con el país. Piense en lo calculadores que son los protestantes. Era como si no compartieran el mismo Dios, ya no digamos la misma iglesia. Y sin embargo quizás haya un solo Dios l

 

 

Notas

1. El Hotel Miramar está inspirado en el Hotel El Mirador, ubicado en La Quebrada.

2. Lowry utiliza este nombre ficticio alternativo para referirse a Bajo el volcán, sólo que está abreviando, el título completo es: El valle de la sombra de la muerte, que por cierto es un versículo del Salmo XXIII.

3. Al tratarse de un borrador, a veces Lowry olvida sustituir El Volcán por El Valle.

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