Bemol sostenido

- Alonso Arreola | @escribajista - Saturday, 26 Oct 2024 09:03 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

 

Tiempo, color y sonido

El otro día nos visitó Lola Argemí, ilustradora, pintora, diseñadora de moda, maestra y ‒lo que tal vez la describe mejor‒ estudiante eterna. Además de conocerla desde la infancia, es una cómplice en aventuras peculiares. Una de ellas, precisamente, se asoma en el horizonte y nos motiva a escribir.

“Hagamos algo en torno al color y su relación con la música”, dijo cuando nos llamó semanas atrás. Repentinamente, sus palabras nos trajeron de vuelta un plan que había quedado trunco en el pasado. Algo a propósito del Pantone, ese pequeño y maravilloso objeto que codifica colores para usos diversos. Pero no hablaremos de ello, ni de la improvisación con sound painting, disciplina que hemos abordado anteriormente.

Tampoco deseamos meternos en la historia del arte, parafraseando estudios sobre el viejo vínculo entre disciplinas plásticas y escénicas. Quede como ejemplo simple el del impresionismo francés del siglo XIX. La conexión entre los lienzos de Monet y las partituras de Debussy, verbigracia, es insoslayable. Luz, reflejos y paisajes unidos a una nueva era en la armonía, ahora gobernando bloques de arpegios figurativos.

Dicho de otra forma: ambos personajes señalaron caminos etéreos y atmosféricos desde una intuición parecida, rebelándose al contexto que había llegado a tope con el romanticismo.

Otra dupla que suele conectarse, hacia el siglo XX, es la de Schöenberg (pilar en la llamada segunda escuela musical de Viena) y Kandinski (pintor revolucionario, autor de un poemario llamado Sonido). En YouTube se pueden disfrutar videos que vinculan los conceptos de ambos genios. Esa visión sinestésica donde los cimientos narrativos pierden sentido ante la forma y el color.

Finiquitamos esta digresión con una señal en la Web. Busque la herramienta que desarrollaron Google Arts y el Centro Pompidou de París: Sounds Like Kandinski. Allí se explora en forma interactiva el inseparable lazo del pintor con la música. Terminado este paréntesis, volvamos al principio.

El día de su visita, Lola mostró gran habilidad técnica y pedagógica sobre el papel. Remojando y combinando acuarelas con pincel, nos llevó de nuevo a la infancia. Poco a poco fue explicando la evolución de los colores desde su estado primario, hasta el círculo de doce tonos cromáticos.

Nosotros le compartimos a cambio el Círculo de Quintas, una fórmula gracias a la cual se generan, también, los tonos sonoros para el sistema dodecafónico, fuente de la música occidental. Hablamos de la escala cromática.

Metidos a reflexionar entre colores y sonidos, aplaudimos estas “coincidencias”, así como los símiles con que nuestras disciplinas se complementan para comprender la función y asociación de elementos (notas y colores) que se albergan en el tiempo y el espacio. O más aún: en las emociones.

Gracias a esos tintes audibles, la música puede “explicarse” con teorías verbales apoyadas en el mundo plástico. Como muestra están las conocidas “notas de color”. Ellas exhiben y diferencian el carácter en los acomodos de la escala diatónica.

Igualmente, hay una gradación de acuerdo al nivel de oscuridad o claridad (disonancia o consonancia) que sus intervalos entrañan en acordes o melodías. ¿Y qué tal la famosa “nota azul” o blue note?, añadida como Quinta Disminuida a una escala Pentatónica Menor. Su presencia otorga una melancolía que nos lleva a los campos de algodón, pues con ella nace la escala de blues.

En fin. Ya veremos a dónde nos lleva este viaje con Lola. Todavía falta añadir la dimensión del tiempo. Hay círculos de doce notas y colores, pero también hay doce horas dando vuelta al reloj. Por lo pronto, lectora, lector, oiga lo que vea y mire lo que escuche. Disuelva las fronteras sensoriales. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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