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- José Rivera Guadarrama - Saturday, 26 Oct 2024 08:57
Lo freak es un elemento que ha estado presente en la historia del arte, aunque durante mucho tiempo el uso de este recurso estético tuvo mayor relevancia y representación en las artes plásticas y escénicas, sobre todo porque la sociedad de la imagen aún no se desarrollaba en plenitud, no había cámaras fotográficas ni de video, tampoco redes sociales digitales para captar y reproducir aquellos personajes que podrían clasificarse, de alguna manera, de poco convencionales.
Estos seres mal clasificados como raros y grotescos han sido representados desde la Antigüedad; por ejemplo, en los circos se solían resaltar los carteles con escenas de siameses, mellizos, enanos, animales con malformaciones, hermafroditas, configurando a lo carente, lo deforme y lo extraño como un nuevo patrón en sus personajes con capacidad de estimular la imaginación.
Entre las diversas intenciones que tiene el arte, una consiste en generar reacciones en los espectadores. Para lograrlo, puede utilizar elementos extraños, repulsivos, anómalos, y mediante la creatividad se recuperan estos elementos para ponerlos en escena y otorgarle a la obra una fuerza renovadora; aquí es donde lo freak funciona como parte de dichos mecanismos.
Platón, en su diálogo Fedro, sostiene que lo feo es la copia en negativo de lo bello, al ser el resultado de su absoluta ausencia. Con el tiempo, con la constante exposición de lo freak en todas sus variantes, se busca recuperar la carga emotiva que había sido edulcorada en los formatos previos.
El pintor flamenco Quinten Massys (1466-1530), considerado como uno de los más importantes de la primera mitad del siglo XVI en Amberes, tiene diversos cuadros en los que se pueden contemplar estos elementos, por ejemplo en la pieza titulada El matrimonio desigual (1530); otro cuadro es La duquesa fea (1531); o también el lienzo titulado A Bagpiper, sin fecha asignada, que bien podrían clasificarse como una narrativa de la poética de lo anormal.
Décadas más adelante, otro de los importantes, el pintor Diego Velázquez (España, 1599-1660), también incorporó estos elementos en Los bufones, que eran enanos o con diversidades funcionales psíquicas, quienes realizaban labores en la corte para distraer de la rutina a los monarcas o hacerles más llevadero el tedio de los asuntos de gobierno; estos registros forman parte de la documentación que hizo sobre algunos residentes del palacio del rey Felipe IV.
En literatura, el personaje Quasimodo es un jorobado con el rostro contrahecho, tiene problemas de sordera y está casi ciego; es el protagonista de la novela Nuestra Señora de París, de Victor Hugo. Otro ejemplo es Gargantúa y Pantagruel, del escritor François Rabelais, con personajes grotescos y glotones.
Por su parte, Theodor W. Adorno decía que lo feo es considerado como la categoría menos hipócrita del aparatoso y administrativo mundo occidental; así, coincidía en que el arte debería volcarse hacia lo amorfo, lo disonante, para desentrañar las manifestaciones desfiguradas de una verdad de por sí dolorosa.
Desde principios del siglo XX, el arte contemporáneo abrió otras posibilidades en las cuales lo feo, lo caótico y lo amorfo se constituyeron como fuentes estéticas recurrentes. La película estadunidense Freaks (1932), dirigida por Tod Browning, fue criticada por recrear lo anómalo, con personajes extraños, marginales, pero le siguieron otras producciones con esta temática, como También los enanos empezaron pequeños (1970), de Werner Herzog; otra es Pink Flamingos (1972), sin dejar de lado al gran David Lynch con la cinta El hombre elefante (1980), entre otras. En fotografía, Diane Arbus fue la artista estadunidense que se atrevió a registrar imágenes freak de enanos, gigantes, personas con diversidades funcionales psíquicas, prostitutas, transexuales o gemelos.
Así, con la desdramatización de lo freak se redime su negatividad absoluta, sin que el arte pierda la capacidad provocativa de asombrar.