Roberto Arlt, Jean Genet y Charly García: el arte de caer
- Mario Bravo - Saturday, 26 Oct 2024 08:36
I
Existe algo que la historia de la humanidad no ha registrado en sus anales: una colección de instantes en los cuales, mujeres y hombres –sin remedio– caemos y adquirimos fugazmente ciudadanía en un país ubicado entre el cielo y el suelo. Al ser criaturas sin alas, abastecidos únicamente con dos piernas para recorrer distancias y carentes de una anhelante condición anfibia, los seres humanos nos aferramos a la tierra. Así, valiéndonos solamente de un par de pies, giramos con el mundo hasta la fecha que marcará nuestra despedida de la vida.
II
Algunas veces, con muchísima fortuna y valentía, somos capaces de no estar entre nubes ni en el pavimento, sino cayendo y apostando la camisa o el vestido al todo o nada; aunque no debemos de llamarnos a engaño: caer tiene mala prensa. Hay cientos de libros sobre un hipotético camino al éxito, así como innumerables canciones que hablan acerca del deseo de volar; sin embargo, poco o nada referente a la caída. Casi nadie desea caer. Transitamos nuestras vidas bajo una premisa de altos vuelos envuelta en diversos celofanes: anotar el segundo gol de Maradona contra los ingleses, ganar la lotería, ser exitosos y figurar en la primera plana de un periódico, habitar una casa con piscina y jardín, subir fotografías a redes sociales en donde se nos mire a los pies de la Torre Effiel o en Times Square. El ser humano anhela ascender a la cima de la montaña más alta, pero casi nunca contemplamos la caída, siempre acechante y paciente.
III
El escritor Roberto Artl (1900-1942), con respecto al acto de caer, redactó un portentoso texto en sus columnas periodísticas conocidas como Aguafuertes. El autor de la novela El juguete rabioso respondió así a un lector que le preguntó cómo debe vivir si se quiere ser feliz:
Interróguese siempre, en el peor minuto de su vida, lo siguiente:
–¿Soy sincero conmigo mismo?
Y si el corazón le dice que sí, y tiene que tirarse a un pozo, tírese con confianza. Siendo sincero no se va a matar. Esté segurísimo de eso. No se va a matar, porque no se puede matar. La vida, la misteriosa vida que rige nuestra experiencia, impedirá que usted se mate tirándose al pozo. La vida, providencialmente, colocará, un metro antes de que usted llegue al fondo, un clavo donde se engancharán sus ropas, y… usted se salvará. […] Todo cuesta en esta tierra. La vida no regala nada, absolutamente. Todo hay que comprarlo con libras de carne y sangre. Y de pronto, descubrirá algo que no es la felicidad, sino un equivalente a ella. La emoción. La terrible emoción de jugarse la piel y la felicidad. […] Vea amigo: hágase una base de sinceridad, y sobre esa cuerda floja o tensa, cruce el abismo de la vida, con su verdad en la mano, y va a triunfar. No hay nadie, absolutamente nadie, que pueda hacerlo caer.
IV
Un acróbata jovencísimo más un poeta francés, amor entre ambos, pasión desbordada… ¿Qué podría salir mal? A mediados del siglo XX, Jean Genet (1910-1986) sostuvo una relación sentimental con el artista de circo Abdallah Bentaga. En El funambulista, un escrito que traspasa el pecho del lector como una daga impiadosa y obstinada, Jean Genet aconseja lo siguiente a su joven amante:
La Muerte –la Muerte de la que te hablo– no es la que acompañará tu caída, sino la que precede a tu aparición sobre la cuerda floja. Mueres antes de encaramarte a ella. El que bailará estará muerto: decidido a todas las bellezas, capaz de todas ellas. Cuando aparezcas, una palidez –no, no hablo del miedo, sino de su contrario, de una audacia invencible–, una palidez te recubrirá. A pesar del maquillaje y las lentejuelas estarás macilento, tu alma lívida. Sólo entonces tu precisión será perfecta. Cuando ya nada te ate al suelo podrás danzar sin caer. Pero procura morir antes de hacer tu aparición, y que un muerto baile sobre el alambre.
¿Vale la pena vivir eludiendo diariamente el riesgo de caer?
V
Tras lanzarse hacia una piscina desde la ventana de una habitación de hotel ubicada en un noveno piso, el músico Charly García compuso el tema “Me tiré por vos”. Allí, el artista argentino narra por qué hizo ese salto al vacío: “Estaba muy aburrido/ En mi Mendoza fatal/ Dije, ¿qué me falta ahora?/ Sólo aprender a volar.” Arlt, Genet y García nos señalan y advierten que, en algunas ocasiones, se vuelve insoslayable lanzarse al pozo, caminar sobre el alambre con un semblante de audacia invencible o tirarse hacia la alberca con la esperanza de caer en ella y no romperse la cabeza. Quizás nuestras más sinceras biografías no se escriban únicamente desde el compendio de logros, parentescos, grados académicos ni aquellos sitios que habitamos, sino principalmente resaltando los descensos que hacemos desde el cielo al suelo, cayendo, literal o metafóricamente. Quizás caer se parezca a morir; aunque eso, la caída –a diferencia de la muerte– va acompañada de una voz que te dice: “Aún no, no ahora.”