Marco Antonio Campos, 1995. Foto: La Jornada / Fabrizio León
Traducir poesía, ese milagro
Marco Antonio Campos, al igual que Terencio Africano, es un hombre, un poeta, un escritor que nada humano considera ajeno. Siempre curioso, explorando las fronteras de lo desconocido para traernos de regreso, para compartir con nosotros esos colores nunca antes vistos de los que hablaba Apollinaire.
Es, sobre todo, un hombre generoso. Podría encerrarse con sus tesoros en una cueva o en lo alto de la torre de marfil. Sin embargo, los comparte con todos, con todas. A finales de los años ochenta, durante una de sus visitas a la Universidad de Colima, sin conocernos, compartió con varios alumnos que queríamos publicar un suplemento cultural, un texto original de su autoría. Sin cobrarnos.
Me gusta, además, su honestidad, su humildad. En el caso del libro que presentamos hoy, no dice que es una obra terminada. Habla de acercamientos, de que nos presenta los mismos versos en otros versos. Sabe, como Borges, que cada idioma es un modo de sentir, de percibir el universo,
y eso es lo que trata de mostrarnos: cómo es que perciben y sienten el mundo los poetas que
nos presenta.
En este libro, que editaron la Universidad de Colima y PuertAbierta, comparte con nosotros una buena parte de sus exploraciones, de sus búsquedas, de las respuestas que ha ido encontrando en las voces de otros poetas, desde los clásicos hasta los más recientes.
Sólo quienes lo han intentado lo saben: traducir poesía es una tarea imposible. Es una labor que requiere de un profundo conocimiento de los idiomas involucrados y de una gran sensibilidad. No sólo eso, el traductor debe sentir y entender la esencia del poema y trasvasar eso a su propia lengua sin traicionar al autor. Tal vez por eso, quienes traducen poesía son por lo general los propios poetas. Además, como dice Marco Antonio, se traduce no sólo por el reto intelectual, sino por el deleite y el aprendizaje que esta labor representa.
La naturaleza concentrada y rica de la poesía hace que cada palabra, cada matiz, sea crucial. “De las traducciones ‒comenta Marco Antonio en la introducción al libro‒, lo he dicho repetidas ocasiones, prefiero la literal, es decir, que el poema en nuestra lengua sea lo más cercano en su música y sentido a como lo son en la lengua fuente.”
En Acercamientos, a veces con la ayuda de otros poetas, Marco Antonio Campos logra este milagro y nos muestra cómo vieron, cómo entendieron el universo poetas como T.S. Eliot, e.e. Cummings, Fernando Pessoa, François Villon, Guillaume Apollinaire, Guido Cavalcanti o Giuseppe Ungaretti.
Me gusta también la modestia de Marco Antonio cuando nos dice que tomemos estas traducciones magníficas “como modestos acercamientos hechos a lo largo de las décadas con devoto esfuerzo. Con humildad y laboriosidad, quise ser lo más fiel a lo que estaba ya muy bien dicho en otra lengua”.