Bemol sostenido

- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 10 Nov 2024 08:06 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Gabriela Ortiz en Carnegie Hall

 

La compositora Gabriela Ortiz ha tejido su camino investigando y recreando sonidos del México pasado, pero en coincidencia con la vanguardia contemporánea. Nacida en 1964, es hija de artistas. Su padre, Guillermo Ortiz, fue parte de Los Folkloristas, y su madre, Guadalupe Porras, era cantante. En un entorno donde la tradición no sólo se escuchaba sino que se vivía, absorbió el folclor y las raíces indígenas, elementos que resuenan siempre en su obra.

Formada en el Conservatorio Nacional bajo la tutela de Mario Lavista y más tarde en Inglaterra, forjó su estilo en los pasillos de la academia, mas recordando el olor del copal. En su imaginación Silvestre Revueltas y Béla Bartók confabulan para el hallazgo de una identidad caleidoscópica.

Con obras como Altar de muertos (1997), Ortiz juega con el cuarteto de cuerdas para recordar la presencia de la huesuda en la cultura mexicana, mientras que en Homo ludens (2001) despliega una orquestación de susurros electrónicos, invitándonos a un paisaje urbano, casi cinematográfico.

A ritmo constante, su obra encontró casa en escenarios tan prestigiosos como el Carnegie Hall, donde actualmente hace una residencia en el programa Nuestros sonidos: Celebrando la cultura latina en los E. U. Hablamos de siete conciertos que desde el pasado mes de octubre celebran la diversidad de su maravilloso discurso sonoro. El primero de ellos fue Dzonot, estreno para chelo y orquesta inspirado en los cenotes de la península de Yucatán, considerados portales espirituales y fuentes de vida en la tradición maya.

La residencia continuó con Can We Know the Sound of Forgiveness, un innovador proyecto interdisciplinario que combina música, arte visual, danza y palabras. Inspirado en un dibujo de James Drake, este proyecto incluye música de Ortiz interpretada por el ensamble The Crossing, textos de Benjamin Alire Sáenz, una actuación del flautista Alejandro Escuer y colaboraciones con veteranos locales, el coreógrafo Harrison Guy y otros artistas. El espectáculo, dirigido por Steve Jiménez, es un viaje hacia el perdón y la sanación en tiempos de polarización. Para cerrar octubre, Ortiz presentó De cuerda y madera, interpretada por María Dueñas y Alexander Malofeev (también estrenada en Austria y Berlín). La residencia continuará el 25 de enero con un programa doble en el que el coro Roomful of Teeth estrena una obra vocal, mientras que el ensamble de percusiones Tambuco interpretará Liquid Borders.

En primavera, Ortiz estrenará una nueva partitura para el Attacca Quartet y, finalmente, la serie concluirá en junio con una interpretación de Antrópolis a cargo de Yannick Nézet-Séguin y la Met Orchestra. Esta bien conocida obra es un homenaje a las legendarias salas de baile de Ciudad de México; evoca la nostalgia de las rumberas y las orquestas de lugares icónicos como El Bombay y el Salón Colonia.

Dicho lo anterior, en un estilo tan entretenido como experimental, Ortiz ha abrazado la herencia latinoamericana para ponerla en sintonía con el presente, despojándose de clichés. “Escribo sólo lo que tengo que decir”, menciona en una entrevista reciente, cuando le preguntan si su obra busca sonar “mexicana”. Para ella, la tradición es un punto de partida, no una camisa de fuerza.

Por otro lado, Ortiz no sólo compone; también forma nuevas generaciones. Como profesora en la Universidad de California en Los Ángeles, sigue la tradición pedagógica de sus maestros, enseñando a ver la música como un mapa atemporal donde conviven Beethoven y las sonoridades huastecas o el danzón.

A lo largo de su carrera ha acumulado una larga lista de distinciones, incluyendo el Premio Nacional de Ciencias y Artes en México, 2016. En los últimos cuatro años, ha estrenado más de diez obras orquestales. Por todo ello, lectora, lector, podemos señalarla y recomendarla con orgullo coterráneo. Y la felicitamos. Era un pendiente en esta columna. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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