La flor de la palabra

- Irma Pineda Santiago - Sunday, 10 Nov 2024 07:52 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El brillo de una estrella

 

Descubrió una estrella supernova, pero eso no aparece en los libros de historia porque era una mujer y su descubrimiento fue cuando la Historia no la contaban las mujeres. La conocí en su madurez, cuando ella llegó a mi pueblo a principios de los años ochenta, para enseñarnos cómo hacer programas bonitos para la radio. Existía en Juchitán una XEAP Radio Ayuntamiento Popular, ahí llegábamos las infancias a leer al aire poemas y cuentos en zapoteco, para que todo el pueblo nos entendiera. Así que ella nos enseñó a hablar para el micrófono. Sí, ahí nos tenía con la baba escurriendo de los labios por tener atravesado un lápiz en la boca mientas decíamos trabalenguas. Nos enseñó a escribir cosas divertidas, “a hacer guiones”, decía ella. Nos habló del amor y la responsabilidad en lo que hiciéramos en la vida. Nos enseñó a grabar, a reír, a crear y hacer magia con los sonidos y las palabras.

Así fue Marta Acevedo, siempre ocupada en que la creatividad y la literatura estuviesen al alcance de las infancias. Por ello, cuando trabajó en la Secretaría de Educación Pública, creó el programa Rincones de Lectura en 1986, para que “todos los chicos pudieran acceder a la lectura, desde muy temprana edad, a través de obras que representarán la posibilidad de ejercer una lectura liberadora-libertaria, que fueran un espacio para posibilitar la construcción de identidad personal y social”. Como editora de este programa, logró publicar alrededor de quinientos títulos que se distribuyeron en escuelas primarias y preescolares, entre ellas, muchas escuelas de educación indígena. Más adelante, Marta escribía cosas muy divertidas, juegos y retos, para el suplemento infantil que dirigía en el periódico La Jornada: Un, Dos Tres: por mí y por todos mis compañeros, que en 2003 ganó el Premio Iberoamericano de Comunicación por los Derechos de la Niñez y la Adolescencia que otorga la UNICEF.

Unos años más tarde, coincidimos de nuevo en Ciudad de México, donde además de ir a la Cineteca o beber algunas botellas de vino en su casa, colaboramos haciendo lo que nos gusta: libros. Marta siguió creando antologías, libros de cuentos o de poemas en varias de las lenguas indígenas de este país, para lo cual solía convocar a jóvenes escritores que hoy son personajes destacados en la literatura mexicana, como Mardonio Carballo, Celerina Sánchez, Juan Gregorio, Víctor Terán, por mencionar a algunos. A las escritoras en lenguas originarias también nos abrió las puertas de la revista Debate Feminista, con la cual colaboró por veinticinco años, donde aparecieron nuestros ensayos y poemas bilingües.

En 2021 recibió la medalla al Mérito Hermila Galindo, otorgado por el Congreso de Ciudad de México, por “desarrollar una labor permanente en favor de las mujeres mexicanas, particularmente en el reconocimiento de las labores domésticas como un trabajo que amerita retribución; promoviendo y fomentando la educación abierta, la lectura infantil, los derechos lingüísticos, además de sus múltiples aportes reflexivos como escritora y editora”.

Aunque el trabajo de Marta Acevedo en el periodismo e investigación, así como sus aportes al feminismo en México, son ampliamente reconocidos, me parece importante destacar su labor como creadora de muchos libros en las lenguas originarias de México. En un tiempo en que poca gente apostaba por esta literatura, ella logró insertarla en los circuitos formales e institucionales, por lo que de cierto modo se convirtió en pionera de la promoción de los autores y libros que hoy son ampliamente conocidos y cuya voz resuena con fuerza en las publicaciones, ferias de libros o festivales de lectura. El 20 de octubre me enteré por algún medio de comunicación que Marta se había marchado de este mundo, seguramente a buscar más estrellas supernovas. Por acá espero que su brillo nos siga acompañando a las escritoras de los pueblos originarios y a todas las mujeres y las infancias.

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