Afromexicanos: apuntes para un reconocimiento pleno

- Víctor Mandrago - Sunday, 24 Nov 2024 08:19 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Todas las sociedades son, al fin y al cabo, una mezcla de distintas poblaciones. México, por supuesto, no es la excepción. Este artículo trata sobre la presencia de la cultura de origen africano en varios ámbitos: político, musical, culinario, de artes plásticas y lingüístico, y de la necesidad de reconocer sus aportes.

 

Para Mercedes e Isidro

 

Todos somos hijos de la Eva mitocondrial.* Por eso, al igual que todas las naciones del mundo, el México de hoy es fruto del encuentro de diferentes sociedades. En nuestras tierras, principalmente, hay tres raíces que sostienen y nutren esta ceiba nacional: la indígena, la europea y la africana. De la indígena y la europea la mayoría de la población tiene alguna referencia. Sin embargo, no de la africana. Por esta razón, a los afromexicanos los detienen con cierta regularidad. Consideran que por su aspecto no son compatriotas; quizá, según algunos oficiales, vienen de Centroamérica o alguna isla del Caribe, porque, afirman, “en México no hay negros”.

Por desgracia no sólo estos guardias padecen esta ignorancia; gran parte de la población, para nuestra vergüenza, los acompaña, de ahí la importancia de acercar este fósforo de entendimiento. Es un hecho que parte de la población mexicana son personas afrodescendientes, es decir, quienes reconocen su identidad ligada a los antiquísimos pueblos del continente africano como los wolofs, mandingas o batúes, por ejemplo.

Para los quisquillosos, aquí los datos. Según el censo de 2020 del INEGI, en México, aproximadamente 2.5 millones de personas se consideran afromexicanos, lo que significa que dos de cada cien personas pertenecen a este grupo. Gracias a este conteo ahora se sabe que estas personas se localizan en varios estados del país, pero destaca su presencia en Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Jalisco, Estado y Ciudad de México; e incluso en estados del norte como Nuevo León o la comunidad de mascogos en Coahuila.

Además, al preguntar a nuestra famélica memoria, recordamos que desde la invasión europea en Mesoamérica ­‒con personas en su mayoría esclavizadas‒ hasta nuestros días, el aporte y la herencia cultural de las comunidades de origen africano en México han ayudado
a desarrollar y a distinguir al país en el concierto de las naciones. Desde el Estado hasta la cocina encontramos evidencias.

 

Afrodescendencia en política, música, pintura...

En política, por ejemplo, ubicamos a José María Morelos y Pavón. Destacado general insurgente quien, con los Sentimientos de la Nación, sumó al nacimiento del Estado mexicano; Vicente Guerrero, presidente de México, y el primero de ascendencia afromestiza en el Continente Americano; Gaspar Yanga, el líder de rebelión antiesclavista en México o Amelia Robles Ávila, la coronela zapatista.

En el arte virreinal podemos referir al destacado pintor Juan Correa. Él, junto con Cristóbal de Villalpando o Miguel Cabrera, es considerado uno de los principales exponentes del Barroco en México. Algunas de sus obras son El Niño Jesús con ángeles músicos, La conversión de santa María Magdalena o Ánimas del purgatorio.

En el territorio musical destacan las aportaciones en instrumentos como la marimba, la jarana o la tigrera y en ritmos como el son jarocho, las chilenas, el fandango o son de artesa; además hay voces finísimas como la de Antonia del Carmen Peregrino, ​conocida artísticamente como “Toña la Negra” (1912​-1982) o el compositor Álvaro Carrillo (1919-1969), quien logró ser interpretado por la Orquesta Sinfónica de Londres y Tony Bennet, además de Frank Sinatra y Duke Ellington en el álbum Francis A. y Edward K, con la canción Yellow Days (“La mentira”, 1965).

Pero esta mandinga no acaba aquí. Para nuestro goce estas comunidades han aportado delicias culinarias que se pueden encontrar en libros como Recetario afromestizo de Veracruz de Raquel Torres o Cocinas y cocineras indígenas y afromexicanas de Oaxaca, de Víctor Cérbulo.

Nuestro idioma también se ha beneficiado. Según Africanismos en el español de México, de Luis Fernando Lara, esta influencia nos ha regalado vocablos que los mexicanos usamos con cierta familiaridad. Por ejemplo: tiritar, tararear, tanga, chamba, cumbia, cuscús, dengue, mochila, o el tan gustado chingar.

 

La pluriculturalidad

En la actualidad, por su inclusión en el Censo Nacional de Población y Vivienda, su reconocimiento en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la democratización de la información, la herencia de estas comunidades a la cultura nacional, poco a poco, emerge de la invisibilización a la que se ha sido sometida por mezquindad o ignorancia. A eso debemos sumar que debido a los nuevos flujos migratorios de este siglo, provocados por problemas como la catástrofe climática, violencia o pobreza extrema en sus países natales, contingentes de origen africano están arribando al país y su presencia puede verse en actividades como la santería, danzas como la timba, la kizomba o en trabajos informales en
las periferias o en pleno corazón de Ciudad
de México.

Antes de terminar esta conga, quizá lo más importarte es recordar que la pluriculturalidad de la nación mexicana, lejos de ocultarla o minimizarla, es mejor reconocerla, para no caer dócilmente en ideas retrogradas o abusivas que fomentan boñigas como el racismo, que no sólo nos degradan y frenan como sociedad, sino también como especie humana.

 

*Según estudios de genética humana, la Eva mitocondrial, de hace 200 mil años, es el ancestro femenino común más reciente de todos los seres humanos, localizado en los alrededores del lago Makgadikgadi, al norte de Botsuana.

 

 

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