Biblioteca fantasma
- Evelina Gil - Sunday, 01 Dec 2024 08:59
“Una casa con jardín” es, para muchos, un ideal inalcanzable. Sin ir tan lejos, al mismísimo Hitler no se le caía de la boca la hipotética casa con jardín que prometía a cada familia aria; la casita con jardín que habría de convertirse en simbólico leitmotiv para exterminar a sus enemigos imaginarios pero tan de carne y hueso como él mismo. Detrás de este ideal entre sentimental y estético, o de estatus social para los menos espirituales, hay hondos agujeros emocionales, lo bastante vastos para constituir una trampa para un niño o a una mascota amada. A grandes rasgos, esta sería la premisa de Jardín de noche, el más reciente libro de Fabio Morábito (Alejandría, 1955).
Morábito ha incursionado en prácticamente todos los géneros literarios, y a cada uno ha aportado un ingrediente innovador y muy personal. Jardín de noche (Sexto Piso, 2024) consta de doce relatos que tienen en común ser narrados por mujeres y que, a diferencia de la mayoría de libros del citado género, presentan un sutil hilván entre ellos; personajes y circunstancias que regresan en un próximo texto y logran con ello una circularidad bastante afortunada, además de indicarnos que todos se mueven dentro de un mismo universo. Yendo más allá, el hecho de que las narradoras, casi sin excepción, aludan a la necesidad de servirse un gin and tonic mientras contemplan sus enigmáticos jardines, hace que nos preguntemos si se trata de una misma mujer abordada desde diversos ángulos y circunstancias, aunque no sea el caso. Las protagonistas, de hecho, aunque eventualmente reaparezcan, van desde una dueña de casa hasta la mujer de servicio, lo que representa un riesgo (superado) para el autor que consigue voces no sólo verosímiles sino también entrañables. Otro detalle a considerar es que brinda la sensación de ir en crescendo, como si cada relato fuera mejor o más sorprendente que el anterior.
Los jardines, sin excepción, son escenario y/o razón del conflicto expuesto. Presentados como lugares engañosos donde puede existir un peligro latente o dirimirse los más sórdidos conflictos. Desde una abuela resuelta a sacrificar un árbol amado para salvar a sus nietos, pasando por una infame relación entre madrastra e hijastra que se aporrean con todo bajo una perturbadora pátina de frivolidad, y la madre de la otra languidece de una larga enfermedad, hasta amistades y amores que se gestan (o desgastan) con una bugamvilia o enredadera espinada de por medio, logrando con ello una forma de comunicarse emparentada con lo anómalo o paranormal, no hay un solo relato que deje indiferente al lector. Lo más asombroso en este sentido es que si bien, en algunos casos, prevalece una intención crítica, pues la posesión de un jardín, máxime si cuenta con una alberca que nadie usa, se presta a juicios morales o clasistas, tanto la sutileza del discurso como la aparente desatención de la narradora en turno no permite que éstos distraigan de lo esencial: “El canto de los grillos de un jardín suele ser infernal, distinto al del campo, que es hasta melodioso y soporífero, porque en un jardín ellos deben luchar por cada centímetro, mientras que en el campo hay sitio para todos.” Sí, siempre habrá un paraíso más amplio (y democrático) que un jardín que, por cierto, nunca será suficiente para aquellos seres poco imaginativos que pretenden controlar la ruta de los aviones que no son dignos de sobrevolar su preciada posesión. Aunque siempre, tratándose de Morábito, habrá una mujer lo bastante sensata y sensible para sacar algo bueno de lo que el resto considera una afrenta a su comodidad: “La íbamos a enterrar viva, como se entierra una pesadilla o un monstruo.”
Con Jardín de noche asistimos al más alto nivel de un autor que ya se ha ganado un lugar honorífico en las letras mexicanas y en la memoria de los lectores más exigentes. Y Morábito es de ésos que nunca se parece de un libro al otro; que, estilísticamente, se recrea sin tregua y sin pudor.