Cinexcusas
- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 01 Dec 2024 09:04
“Nooo, es que esta sí la tienes que ver, no sabes…” Casi invariablemente, palabras más, palabras menos, desde hace algunos años a este juntapalabras se le formula una aseveración/indicación como la entrecomillada, siempre como respuesta al reconocimiento (del interpelado) de que las llamadas series no son las piezas audiovisuales de su preferencia –y vaya el “piezas” para rehusarse a considerarlas meros “productos” aunque la mayoría es lo único que son– ni tampoco la materia de su profesión, en este espacio manifestada. Ha sucedido con montones: que si Vikingos, que si Juego de tronos, que si esta, que si aquella, que si la de más allá… “Por un lado, lo que hago es crítica cinematográfica; por otro, les llaman series cuando en el fondo, tanto por el formato como por la narrativa, se trata más bien de telenovelas, y menos le entro”, es la respuesta si la insistencia se pone necia.
No obstante, sin enunciarlo, el ponepuntos sabía que tarde o temprano las serienovelas habrían de ganarle alguna batalla –que no la guerra–, pero para que lo lograran debían tener, mínimamente, una de dos cualidades, de preferencia ambas: vocación formal cinematográfica, por un lado y, por otro, la mínima concesión posible al ritmo, los tics y trucos que le son inherentes a las historias “por entregas”, léase episodios cuando de telenovelas y serienovelas se trata. Todavía mejor, si a estos atributos se suma un valor temático fuera de dudas. Indispensable, por lo demás, que se trate de producciones mexicanas, si no en cuanto a los dineros sí en lo que hace a las historias y quien las escribe, las dirige y las interpreta.
Un thriller y más
Así pasó: aficionada y conocedora que es, además del buen cine, a las serienovelas de toda laya, la Sirenéfila empezó a ver por su cuenta El secreto del río, y cuando ya iba en el capítulo seis de los ocho que la componen, el juntapalabras se incorporó. Habrá sido la reiterada porfía cinéfila, recaladora pertinaz en el cine mexicano contemporáneo, pero el caso es que bastaron unos minutos, en los que por suerte apareció un flashback, quizá dos, para encontrarle a El secreto… una evidente familiaridad con Sueño en otro idioma (Ernesto Contreras, 2017). No había un lingüista en la trama ni estaba por perderse una lengua como sucede en Sueño..., pero los atributos de triada protagonista –dos que “nacieron hombres” y una mujer–, el conflicto que se les hace vivir, amén de la atmósfera y los ambientes en donde todo se desarrolla, sumado a principales puntos de vista seleccionados y el nodo de fondo de la anécdota principal, dejaban ver la vocación indudablemente cinematográfica de El secreto del río, que es decir de sus hacedores.
Concluido el sexto episodio, hélas: Ernesto Contreras figura como productor, y no dirige el episodio de marras –a cargo de Alejandro Zuno (Obediencia perfecta, 2014) – pero sí cuando menos la mitad de los que compartimentan la historia. El híbrido se reveló: serienovela cortísima o muylargometraje, El secreto... era otra cosa, valía la pena verla completa.
Para más ídem estaba el tema, cifrado en las comillas arriba usadas: los dos protagonistas “nacidos hombres”, en este caso, son dos chavitos del Istmo oaxaqueño, territorio zapoteco donde florece, desde hace mucho, un tercer género al cual no obstante aún se le regatean derechos plenos, ya no se diga al ejercicio de su participación social en todos los ámbitos, sino al de su existencia en sí. Para quien lo ignore, se habla aquí de la comunidad muxe, cuya definición precisa escapa al lenguaje tradicional genérico y también, por cierto, al “inclusivo” con su “e” tan pobre y, desde la perspectiva istmeña, llegado tan tarde que se demuestra innecesario.
Manuel, Erik y Paulina (Trinidad González, Diego Calva y Yoshira Escárrega en sus versiones adultas) son las principales aristas del poliedro genérico, cultural e ideosincrásico que, con aires de thriller, habla de mucho más que un crimen añejo en El secreto del río (Continuará.)