Amos Oz el 'traidor' que amaba la verdad

- - Sunday, 29 Dec 2024 10:14 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En el contexto de la terrible guerra genocida del Estado israelí en contra de la población palestina en Gaza, la lectura de Amos Oz (1939-2018), periodista y novelista judío cuya obra, controvertida y crítica, explora las fuerzas del conflicto, y se decanta por una solución pacífica. Este artículo recorre los temas de sus principales novelas. “La obra literaria de Amos se erige sobre un andamiaje autobiográfico que trasluce el tejemaneje cultural, político, militar de la sociedad israelí.”

 

La paz no es la ausencia del conflicto, sino la capacidad de lidiar con éste de manera constructiva.

Amos Oz

 

Para Silvana Rabinovich y Eduardo Mosches

 

No es un hecho aislado, ni una manifestación coyuntural que cinco mil escritores de reconocido prestigio en el mundo denuncien el genocidio que el ejército de Israel comete en Palestina (La Jornada, 3/XI/2024). El apoyo de Estados Unidos y de gran parte de las potencias europeas al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, es una manifestación de impunidad y de los intereses económicos que determinan los distintos nombres de la realidad. De un lado se llama justicia y del otro terrorismo, de un lado es barbarie y del otro civilización, de un lado son víctimas y del otro es estadística, de un lado son héroes y del otro son asesinos, de un lado son dueños de la tierra y del otro son intrusos. A ambos los une el odio y los impulsa la venganza. Y en medio de esa vorágine hay conciencias capaces de resistir la obligación de otorgar la razón a quienes no la tienen. Esos que piensan por sí mismos y se atreven a lanzar preguntas son considerados, por sus comunidades y sus líderes, como herejes y traidores.

Amos Oz, uno de los autores en hebreo más reconocidos en el mundo, sostuvo siempre una posición indeclinable en torno a la convivencia pacífica. Solía decir que eran dos familias mal avenidas que no tenían otro lugar a dónde ir más que ese estrecho hogar y era necesario, como se determinó en su fundación, compartimentarlo para vivir en paz, aunque no se amaran. Como la mayoría de los israelitas, Amos Oz (1939-2018) nació, creció y murió en un ambiente de guerra, y en algún momento de su vida empuñó armas contra el enemigo. En su caso fue durante la Guerra de los seis días y la de Yom Kippur. Para él se trata no sólo de dos pueblos y culturas opuestas, sino de dos fundamentalismos en disputa, haciendo eco del pensamiento de Baruch Spinoza: “Os refugiáis en la voluntad de Dios, ese asilo de la ignorancia.” En una entrevista para el ABC de España (13/III/2018) respondía a la pregunta de qué opinaba sobre la situación de los palestinos: “Veo mucha desesperación, sobre todo en Gaza, y la desesperación lleva a la gente al fanatismo y la agresión, estamos desesperando a los palestinos y pagaremos por ello, como ellos pagaron en 1948 por lo que nos hicieron.”

La obra literaria de Amos se erige sobre un andamiaje autobiográfico que trasluce el tejemaneje cultural, político, militar de la sociedad israelí. En su biografía Una historia de amor y oscuridad brinda claves para atar cabos entre la ficción y la realidad, entre los personajes y las personas que ocupan su juicio y su imaginación. La biografía nos narra que su madre se suicida cuando él tenía doce años de edad. Su padre era un sionista de corte colonialista, laico, militante y progresista, un bibliotecario que anhelaba ser un académico famoso como un tío suyo, Josef Gedalja Klausner, principal redactor de la Enciclopedia Hebraica. Cuando estaba por cumplir los quince años de edad (1954), Amos toma la decisión de vivir en el Kibutz de Hulda –hasta 1986–, y renunciar a su apellido paterno, Klausner, para darse a conocer como el escritor Amos Oz. Su padre, no obstante ese gesto de dimisión, vierte en el hijo sus afanes de prestigio intelectual. Una historia de amor y oscuridad es un performance de desnudez total, como cuando afirma: “Mis padres no se imaginaban nada. Mil años luz nos separaban. No años luz. Mil años de oscuridad [...] Los maté a todos cambiándome de apellido.”

 

Un fiel heterodoxo

La obra de ficción de Amos Oz trasuda referentes claramente autobiográficos, así como Una historia de amor y oscuridad echa mano de aglutinantes ficticios para afirmar su esencia literaria. Como sea, el mito en la obra de este escritor es un recurso muy efectivo para evidenciar la realidad que lo constituye y lo confronta. Amos Oz se percibe a sí mismo como un hereje, como un heterodoxo fiel a sus principios de libertad de pensamiento. Su actitud crítica sugiere la posición ética de Hannah Arendt y, en distintos pasajes de su obra, hay referencias y citas del filósofo Baruch Spinoza, quien fue expulsado de su comunidad religiosa por sus ideas, en una época en que los Países Bajos se habían independizado de España y existía un ambiente de libertad intelectual y artística. Una época, por cierto, recreada en la novela Herejes, de Leonardo Padura, en donde el personaje, un judío sefardí, rompe los preceptos religiosos para pintar con Rembrandt.

En sus novelas aparece la vida del kibutz, como ocurre en Un descanso verdadero, y el sentido del trabajo comunitario y la defensa están trabados a un nacionalismo férreo, al carácter heredado por sus ancestros provenientes de Europa y del Holocausto, sobrevivientes dispuestos a domar el desierto. Pero el kibutz es un universo cerrado y Yoni, el protagonista, como Amos Oz, busca romper la estrechez existencial y el autoritarismo imperante en ese minúsculo universo humano. También está el viaje a otros territorios y México aparece en No digas noche con su inevitable exotismo. En especial llama la atención que uno de los personajes venga con cierta frecuencia a nuestro país y aquí escuche en un par de ocasiones Canciones para niños muertos, de Gustav Mahler. En La caja negra, el tío Joseph encarna en uno de los protagonistas, el doctor Alex Gideon, prestigioso y acaudalado intelectual con raíces ruso-ucranianas. Una novela, por cierto, resuelta de manera magistral mediante el recurso epistolar.

 

Entre halcones y palomas

No es difícil desentrañar, en su obra de ficción, situaciones, caracteres y personajes que constituyen la vida real. En ese terreno literario también pueden advertirse dos perspectivas internas del conflicto, los judíos pacifistas que creen viable la convivencia entre ambos pueblos, y los que se conciben a sí mismos como el imperativo colonizador. Palomas y halcones, los llama Amos, quien fuera miembro fundador del movimiento israelí Shalom Ajshav (Paz Ahora).

Amos Oz dejó una obra literaria de profundo calado. Su novela Judas figura como nave insignia, no sólo porque expone con franqueza sus ideas sobre la fundación del Estado de Israel y la nada ingenua política de la Gran Bretaña de colocar dos comunidades en un pequeño territorio, una estrategia en la que Inglaterra ha sido maestra. A propósito, uno de los personajes reflexiona sobre la perversidad de la iniciativa. De manera simple pero contundente afirma que fue como poner, bajo el mismo techo, a una mujer entre dos hombres que la desean, o poner una tierra en disputa entre dos comunidades. Las consecuencias son predecibles, la rivalidad llevará a un desenlace funesto.

Pero el tema central de Judas es la traición, porque históricamente los cristianos han estigmatizado a los judíos como los traidores, pero Amos afirma, en boca de Shmuel Ash, quien investiga la vida de Jesús: en realidad, fue un auténtico judío, y el verdadero fundador del cristianismo fue Judas. Judas pertenecía a la casta sacerdotal y poseía tierras y bienes. Fue encomendado para espiar al profeta de Galilea, un crítico del judaísmo que no pretendía fundar una nueva religión, sólo deseaba hacer reformas al judaísmo. Pero Judas, fascinado con las habilidades y los supuestos milagros de Jesús, llega a creer que se encuentra ante el verdadero Mesías. Lo entrega, no por las monedas, que poco significaban para un hombre pudiente como él, ni para sacrificarlo, sino para demostrar que era el enviado, el verdadero hijo de Dios, y que éste lo salvaría del martirio para asombro de todos. Jesús se deja persuadir por la vehemencia de Judas. El milagro no ocurre y el profeta sufre y muere en la cruz. Judas opta por el suicidio cuando ve las consecuencias de su error, porque amaba a aquel hombre justo, pero lo había divinizado. Así, el cristianismo tiene su origen no en Jesús, que muere como un judío fiel, sino en Judas y los apóstoles que hicieron de aquel sacrificio una religión. Desde esa perspectiva, ¿para quiénes es Judas un traidor? Por su parte, Jesús, el judío disidente, el crítico de la institución, ¿no fue señalado como un traidor por sus intenciones reformistas?

Sobre Amos Oz pesaba el estigma de la traición no porque no amara a su pueblo, sino porque pensaba que Israel estaba siendo conducido a un callejón sin salida. En la novela, Shaltiel Abravanel es un pacifista que busca la amistad con los árabes y propone la utopía de un Estado con ambas comunidades. Es un personaje de fondo, un humanista derrotado y marcado por el sambenito de la traición, pues sus ideas chocan con las de David-Ben Gurión, el primer Ministro y fundador del Estado de Israel, quien pensaba que cada soldado israelí valía por diez soldados enemigos; pero alguien se pregunta qué pasará cuando ya no sean diez, sino once, veinte o más, unidos por el rencor y la venganza. Amos estaba persuadido de que el Golem del sionismo, guiado por energías religiosas y mesiánicas, destruiría todo lo que el sionismo laico y dialogante, humanista, había construido.

 

El camino de la compasión

En su adolescencia lectora, Amos Oz fue marcado por novelas de aventuras. En Una historia de amor y oscuridad narra que Julio Verne fue un referente central, un surtidor de metáforas para representar las circunstancias históricas que le tocaba vivir. Miguel Strogoff fue una de esas obras que lo marcó de por vida. Strogoff recibe la encomienda del Zar para llevar un recado secreto al Gran Duque de Irkutsk y alertarlo del peligro de la invasión tártara en tierras rusas. Un delator lo pone en manos de los mongoles, quienes lo conducen hasta el gran Kan. Éste lo condena a la ceguera con el calor de un hierro incandescente. El emisario toma conciencia de que no podrá ver más a sus seres queridos y no puede evitar el llanto cuando ve el metal frente a sus ojos. A ciegas, decide continuar su misión, pero en el camino descubre que no ha perdido la vista. Las lágrimas habían impedido que el calor secara la córnea y la retina. Amos confiesa que su padre consideraba el llanto como un signo de debilidad, de feminidad. Pero entonces, se preguntaba el muchacho, ¿por qué Strogoff había salvado al pueblo ruso con sus lágrimas, por qué el heroísmo recaía en una manifestación de sensibilidad femenina? ¿Acaso debía escribir con el llanto contenido? Por el contrario, Amos concebía a la literatura como el camino de la compasión, de las lágrimas vertidas por el otro y por uno mismo.

Amos escribe dos novelas cortas, Amor tardío y Hasta la muerte. La segunda narra la expedición de Saint-Étienne a Tierra Santa, encabezada por Guillaume de Touron, tras la muerte de su esposa. La empresa de los cruzados concluye con el desmantelamiento del contingente porque va creciendo la sospecha de que entre ellos hay un judío encubierto y es la fuente de la mala fortuna. De hecho matan a un pobre comerciante judío que se les cruza en el camino por la sola razón de serlo, como asesinan a varios de sus soldados porque sobre ellos cae la sospecha de ser judíos. Poco a poco el ejército se va diezmando y Jerusalén será un destino negado. Hasta la muerte es la metáfora del miedo y la paranoia de ver en el otro la fuente del mal, la causa de su propia destrucción. La compasión es inexistente, carece de lágrimas para evitar la ceguera y hallar el camino de la salvación. Nadie debería temer al llanto ni a la defensa de la verdad para evitar el genocidio.

 

 

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