Un fragmento de verdad que aboliese la duda: la poesía de Thierry Pérémarti

- Philippe Cheron - Sunday, 12 Jan 2025 07:31 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En el panorama de la poesía francesa actual, la voz de Thierry Pérémarti (1957) se distingue por su originalidad en varios aspectos. Es un expatriado que vive entre dos idiomas, entre dos culturas: originario de Burdeos, reside desde 1985 en Estados Unidos, donde se ha naturalizado; ha viajado mucho, ha vivido en grandes ciudades como París, Nueva York, Los Ángeles, y al radicar en la actualidad en Dallas se encuentra en la frontera con una tercera cultura, la mexicana, y un tercer idioma, el español. Esta característica se manifiesta en su manera de “exceder” el idioma francés.

 

Por añadidura, tiene dos pasiones: la de las palabras en cuanto autor, traductor, corrector de estilo; y la de la música como cronista y crítico de jazz –a las cuales puede añadirse una tercera: su interés por la fotografía. No es de sorprender que su gusto por el jazz se refleje en su poesía, que es entrecortada, abrupta a veces, syncopée, elíptica, eliminando lo superfluo: sin una palabra de más, con versos breves, sinuosos, se limita a lo esencial.

Empezó a escribir poesía desde muy joven, en 1976, y ha vuelto a ella después de un silencio de varios años. Esta pausa ha sido el teatro de muchas experiencias enriquecedoras, como el hecho de trabajar para revistas musicales francesas y estadunidenses, de publicar un imponente libro sobre músicos de jazz (Visiting Jazz, 2009), pero también dolorosas como la pérdida de un ser querido. Los poemas aquí traducidos son una muestra de su búsqueda tenaz por intentar expresar lo imposible. Pérémarti esculpe, cincela las palabras, su voz vibra con intensidad: “guijarros ebrios/ somos/ sin ofrecer ya/ resistencia alguna// en el pesado lienzo de la noche”.

Una edición bilingüe está en preparación, que reunirá otros poemarios de este autor.

 

La ausencia interior

(L’Absence intérieure, Gros Textes, 2018)

 

quietud de la arena esperando

en tu mano antes llovían

mis lágrimas suspendidas

 

y el enjambre de la noche fructífera

demasiado ancha para tus ojos

 

yo moraba entonces en tus labios

seguro de nosotros

los días antiguos todavía desconocidos

 

nuestros cuerpos al golpe-corazón

envejecían a escondidas

con el pulso del amor

 

en mi mano antes llorabas

instantes inaudibles

 

y detrás de tu espalda ese vacío

la trenza del tiempo

nada más

 

quizá el vano solar

de una mirada

 

la vida aún no había

jugado sus malas pasadas

 

quietud de la arena

esperando

 

* * *

 

sea cual sea la charla

de las hojas al suelo caídas

la temporada nos respira

nos escucha

 

tus brazos se me adelantan

cargados de un horizonte desconocido

al que me remito

 

¿de esos charcos mudos

hay que deshacerse

absolver por lo tanto

el otoño quieto?

paseo mis venas trastornadas

vivo en el hueco

de una página sin nombre

donde las ofrendas presentan bien

 

en el espejo

sólo me veo de espaldas

desasosegado y soñando

 

con desposar el vivero

de tus labios pródigos

aunque sólo fuese con un beso

 

que cantaría

largamente en mí

 

* * *

tan lejos

si fuera necesario ir más lejos

que las referencias desgastadas

de nuestros improbables rostros

 

superarnos

bocas cosidas con saña

para no regurgitar nada

 

revolviendo rutas y mares

bajo nuestras suelas minúsculas

 

y hacer lentamente

este viaje en lo despierto

del espíritu

 

sentándonos aquí y allá con las bestias

insidiosas

protegidos contra cualquier desengaño

 

entonces se necesitaría

acercarnos al corazón

fértil de las cenizas

y echar raíces

ahí donde sangran las olas

 

en el centro de todo comienzo

de la imperceptible desgarradura

de toda génesis

 

esperar la mordedura de la mañana

cuando el cielo se escribe

ciegamente

 

así podríamos

cribar

nuestras almas celebrantes

esa sensación de siempre

moverse

en toda instantaneidad

 

convencidos de que no hay otro abismo

que aquel que llevamos por dentro

 

Noches en nosotros ya no tenemos

(Des nuits en nous nous n’avons plus, Douro, 2023)

 

Tan surgido de la espera, has matado esos vestigios de una esperanza, el azul en devenir de tu dedo colmado. Yo no era más que un halo de espinas, ofrenda sepultada, anuncio de un fin refulgente y ahora tu silencio ínfimo por triturar en él recae. Enigma que debe mascarse, y allá acepto otros.

 

* * *

 

Apaga las siluetas, los desnudos nuestros, el cielo calvo donde me enraízo. Tráeme la hierba cortada que aún canta, sorbida niebla estridente bajo la lengua –para cumplir mi promesa, adornar el mundo por edificar, volver a convertirme en el hueco donde viviste. Arrancada del corazón, ¿quién selló nuestra luz? Inviértenos el tiempo pasado. Vuelve a coser nuestras manos: aúllan. Que nadie se equivoque.

 

uuu

 

¿En qué creímos? En la hierba despierta bajo nuestros pasos acercándose, en los desiertos durmiendo su presunción. En el canto oxidado de los columpios. ¿Estaba yo en el hueco del que no regresa recuerdo alguno? Todo volvió a la vida, todo aquello en nosotros con cielo cerrado, mar por beber hasta las heces, adarve por serpentear. En adelante no pido nada salvo el punto de origen, la exactitud. Pues a la desatadura del atardecer, palabras inútiles. Nada sabes de lo que fue.

 

* * *

 

De pie en el íncipit, en lo que más grita de lo oscuro, sombra mía en lo negro. Apenas frágil tu labio. Lo justo ceñido con respecto al universo. Buscaba el espacio donde nada muere, se invierte, se olvida, un aliento incompleto donde continuarse.

 

 

Un día más lejano en el día

(Un jour plus loin dans le jour, Carnets du Dessert de Lune, 2024)

 

 

en la mirada de las palabras

¿qué se inscribe

 

que atrae

lo desnudo, sus luces?

 

soy el labio

de tus primeros besos

 

la ebriedad magullada

 

vuelta a abrir la llaga

que no sabe

callar

 

* * *

 

y si

nos hubiéramos apartado

de lo que se incendió

en nuestros corazones

al favor de un beso

una esperanza

boca arriba

 

¿a qué vivencia

hubiéramos consentido?

 

* * *

 

esa eternidad

entre nosotros prometida

 

silenciosa

y vacía

en nuestras manos

 

¿vendrá a nuestro encuentro

exhumar nuestras caricias

 

a qué jardín

estaremos destinados

 

a qué flores, para siempre regaladas?

 

* * *

encordado

con mi sombra

 

protegiéndonos

 

alrededor nuestro

lo que calla, o

se ha olvidado

 

¿quién de ambos

sigue al otro

 

sabe ya

lo que es preciso ser?

 

* * *

al camino olvidadizo

no le importan

 

nuestros pasos

 

tan invisibles

como nuestras palabras

en la hoja

 

dolores de brazas tranquilas

 

ahí está todo

sin

estar

 

* * *

fuera de campo

sustraerse a los límites

 

de tal permanencia

 

pedazos de universo sin respuesta

que han sido bien mascados

 

buscando

un testimonio, uno solo

 

un fragmento de verdad

que aboliese

duda.

 

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