Bemol sostenido
- Alonso Arreola | @escribajista - Saturday, 18 Jan 2025 23:56
Hacerse oír
La Speaker’s Corner, ubicada en el Hyde Park de Londres es, probablemente y a nivel mundial, la más conocida ubicación pública relacionada con la libertad de expresión ciudadana. Sea contra estructuras privadas, sistemas de gobierno o figuras religiosas que evitan confrontar a sus críticos, en ese sitio han ocurrido, protegidos por la ley desde 1872, discursos y debates que buscan nutrir la inteligencia social. Allí hablaron Karl Marx, George Orwell y Vladimir Lenin, verbigracia. Allí se manifestaron doscientas cincuenta mil mujeres del movimiento sufragista, el 21 de junio de 1908. Allí, en febrero de 2003, casi dos millones de personas se reunieron para protestar contra la invasión a Irak. Allí, semanalmente, todavía se presentan perspectivas que buscan amplificación.
Todo se originó en la primera mitad del siglo XIX con las protestas contra la prohibición del mercadeo dominical, sumadas a las de uniones de trabajadores que luchaban por sus derechos. Aunque con objetivos distintos y peleando entre sí, ambas organizaciones sufrían el control gubernamental sobre los espacios públicos.
Antes y cerca de la zona, además, existió otra tradición que para los estudiosos se adhiere a esta evolución oral. Nos referimos a los últimos discursos que proferían quienes estaban a punto de ser ahorcados, lo que ocurría ante multitudes que pagaban boleto. Ya en el siglo XX y XXI nacieron unos pocos espacios similares, como la Speaker’s Corner de Australia y la Speaker’s Square de Malasia; otros intentos de formalizar un derecho relacionado con la cíclica rebeldía de parques o plazas, pero que han corrido con suerte disímbola.
Ya se sabe: una cosa son las buenas intenciones y otra las malas prácticas. Una cosa son las promesas populistas en torno a la tolerancia, otra las huellas de una limitación cotidiana. En esa discusión hay quienes claman, no sin ingenuidad, que en un país con libertades no es necesario instaurar espacios así. Sin embargo, se trata de un recordatorio para los políticos del futuro y para las sociedades que se duermen o distraen con agendas ajenas a sus más profundos intereses.
Hay, igualmente, quienes sustituyen realidad con la “pluralidad” en redes sociales. Pero, ¿en qué se diferencian los espacios físicos de los virtuales? En que lo presencial comparte tiempo y lugar con un grupo limitado de individuos ‒tal como sucede en recitales o conciertos‒ y eso potencia la experiencia entera.
Con esa base puede originarse un disenso reflexivo ante el mainstream de las industrias creativas (volviendo al tópico de nuestra columna). Hablamos de objeciones que, combinando la oratoria, la entrevista, el debate, la asamblea, el mitin y el diálogo colectivo, echen luz sobre prácticas y estructuras cuestionables. Llegamos así al concepto de oponente, en lugar del de ponente. Hablamos de personas que representan a otros miembros de su ecosistema ‒¿musical, insistimos?‒ cuya visión difiere de quienes hoy, claramente, menosprecian valores culturales, estéticos o éticos. ¿Oponentes conocidos? El compositor David Byrne o la doctora Liz Pelly con su libro Mood Machine. The Rise Of Spotify and The Costs of The Perfect Playlist.
En fin. Perdone nuestra lectora, nuestro lector. Ejercemos tribuna para acentuar el valor de esos oradores que abonan crítica a la civilización urbana, haciéndose oír. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.