Mitos y cuentos

- Vilma Fuentes - Sunday, 19 Jan 2025 00:00 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El acto de narrar es muy antiguo y está profundamente arraigado en casi todas las tradiciones y culturas. Este artículo muestra los posibles orígenes del cuento y su relación con el mito y la leyenda.

 

Hace mucho tiempo, en un lejano país… Inicio clásico de un cuento, siete palabras que abren a quien escucha las puertas del país de las maravillas. Alrededor de una fogata, durante el ocio de la noche, cuando caen las gotas de luz de las estrellas como una lluvia invisible, en tiempos tan remotos como los designados en los cuentos, hombres y mujeres escuchan el relato maravilloso del viajero que viene de un lejano y remoto país. Esta narración oral da acaso origen al cuento, escrito por el pueblo y perteneciente al pueblo. Durante mucho tiempo, relato anónimo, presenta un aspecto atemporal, en el sentido de que no se refiere a ningún lugar ni a ninguna época. El cuento tiene sus orígenes, a semejanza de mitos y leyendas, en los sujetos universales. Tal es la causa de que se les encuentre por todos lados y en todas las épocas bajo diferentes variantes y versiones. Así, es como si el cuento hubiese sido escrito por un pueblo y perteneciera a ese pueblo y no a una persona designada por su nombre. A menudo, los cuentos son designados en plural y agrupados por folcloristas y/o investigadores que los reúnen según criterios precisos. No pueden pertenecer a personas, pues pertenecen a grupos de personas e, incluso, a poblaciones enteras. Causa por la cual es más frecuente encontrar cuentos que designan pueblos que cuentos que designan personas. Cuentos chinos, árabes, kurdos. Así, la identificación de los cuentos a autores individuales es más o menos reciente.Sus orígenes rebasan de lejos las precisiones dadas por los historiadores sobre la fecha de aparición de los primeros cuentos. Al parecer, éstos nacerían con el relato de la Historia. Esta simultaneidad conduce a pensar en el carácter imaginario de nuestro pasado. En todo caso, el cuento se halla presente desde hace tanto tiempo como nuestra memoria tiene de lo sucedido.

Las primeras huellas escritas del cuento corresponden más bien a las tabletas y a las escenas representadas sobre los muros de las cavernas, representaciones que narran diferentes leyendas o mitos. Algunos cuentos fueron anotados sobre papiros en la época del Egipto faraónico. Se les encuentra asimismo en la Grecia antigua, Babilonia, Roma y Mesopotamia, donde los textos anotados evocan, de cerca como de lejos, los cuentos orientales. De todas maneras, desde la Antigüedad hasta el Renacimiento, al paso de los siglos, fábulas, mitos o leyendas han engendrado los motivos y los temas maravillosos que serían reproducidos en numerosos cuentos. El célebre mito de Psique y Cupido, por ejemplo, marca su influencia al paso de los siglos hasta inspirar, más tarde, el cuento de La bella y la bestia en el Siglo de las Luces.

En el XIX, el filólogo Gastón Paris señaló que nuestros cuentos de hadas, relatos narrados durante siglos por las abuelas a los niños, son de origen indoeuropeo. De la historia de Cenicienta, difundida por todos lados, se encuentran huellas entre los galos, los rusos, los griegos y muchos otros numerosos pueblos. Entre las hipótesis sobre los orígenes de este cuento, podemos citar dos de ellas. La primera supone que el cuento es un producto espontáneo de la imaginación popular, como los proverbios o las adivinanzas. La segunda propone que el cuento proviene de relatos míticos o épicos. Habría tomado de éstos la temática y su manera de representar el mundo, pero desacralizándolo. No hay dioses en el cuento, tampoco trascendencia, lo cual no impide la magia ni lo sobrenatural. El héroe del mito encarnaba la comunidad, el del cuento representa al individuo. Al pasar del mito al cuento, se pasa de un universo trágico a un mundo más cerca de la realidad cotidiana. Desaparece el héroe legendario que recupera la llama del fuego para darla a los hombres. Se desvanece la idea del destino: Aquiles no está condenado a morir combatiendo en Troya pero tampoco está destinado a la gloria del heroísmo.

Al parecer, si se ve la actualidad sin tomar las distancias que el pasado nos procura, el mito ha desaparecido de nuestro horizonte. Sin embargo, para quien aprende a ver con la distancia necesaria, para quien mira de lejos su alrededor y su propia persona, su realidad, los mitos no sólo no han desaparecido sino, al contrario, siguen destellando los fulgores de su aparición. Acaso porque todavía los sentimos cerca de nosotros, parte de nuestra vida cotidiana, sin las siluetas y sombras con que los aureola el tiempo, no nos percatamos del carácter mítico de algunas figuras, por ahora consideradas simplemente históricas. El tiempo les dará su verdadera dimensión: esa distancia que al agigantarlas nos hace creerlas cercanas cuando terminan por imponerse en el lugar que les corresponde en el universo estelar.

Los mitos de hoy están aún demasiado cerca para que sea posible verlos en toda su dimensión. Pero cada uno los reconoce sin que sea necesario nombrarlos. Brillan en nuestra mente como un sol que no se mira de frente, pero ilumina el futuro que les pertenece y nos lo entregan.

 

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