Identidades desgarradas: México al diván / Entrevista con David Pavón-Cuéllar

- Mario Bravo - Sunday, 09 Feb 2025 06:41 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Tras la reciente publicación del libro 'Psicoanálisis y colonialidad/ Hacia una inflexión anticolonial de la herencia freudiana', presentamos una conversación con su autor, David Pavón-Cuéllar (Ciudad de México, 1974), doctor en Filosofía por la Universidad de Rouen y doctor en Psicología por la Universidad de Santiago de Compostela, así como destacado académico, marxista y especialista de la teoría erigida por Sigmund Freud.

 

Trauma e identidad

¿En qué coordenadas podría incidir un psicoanálisis anticolonial dentro de la actual sociedad mexicana?

‒Lo que somos cada uno tiene relación con nuestra historia y la memoria colectiva. México es heredero del colonialismo, el cual no es algo que haya quedado atrás: si algo aprendemos del psicoanálisis es que el pasado está presente y debemos atravesarlo para llegar al futuro. Ese pasado, en nuestro caso, es una herencia histórica en donde el colonialismo ocupa un lugar importante. Además, en una forma subjetiva, subsiste a través de la colonialidad; y bajo una forma objetiva, mediante el colonialismo y nuevas formas de imperialismo. Por ello, el psicoanalista no debiera ignorar la colonialidad ni el colonialismo.

 

Michel de Certeau teorizó acerca de los borramientos de la historia: eso descartado desde discursos oficiales y pedagógicos; pero en todo borramiento subsiste una marca de aquello que fue, irrumpiendo en momentos inesperados, incómodos. ¿Cuáles son esas borraduras y huellas en México?

‒La conquista y la colonización, además de la extensa época colonial que cubre la mitad de la historia moderna de este país. Esos pasajes suelen ser considerados como algo dejado atrás; sin embargo, persisten a través de lógicas de repeticiones de dependencia política y económica con respecto al exterior, así como en injerencias extranjeras con aliados en las fuerzas políticas mexicanas. Sin obviar a la estructura pigmentocrática de la sociedad desde un racismo que no nos gusta reconocer. Mientras no asumamos el racismo como algo que debemos elaborar, será difícil dejar atrás al colonialismo. El psicoanalista Raúl Páramo Ortega decía que el colonialismo es “el trauma que nos une a los latinoamericanos” porque nos da identidad, la cual también es un sufrimiento y un oscurecimiento de nuestro horizonte histórico.

 

México profundo

Al inicio de su libro habla de un colonialismo traumático y repetitivo. ¿Cuál sería la hoja de ruta, desde el psicoanálisis anticolonial, para que la sociedad mexicana nombre aquello reprimido durante siglos?

‒Lo primero es aceptar que nuestra identidad no es monolítica ni homogénea, sino siempre inacabada y, en este caso, dividida, desgarrada y en conflicto. Somos atravesados por la herencia europea pero también por la mesoamericana, y lo más común es que sepamos muy poco acerca de ese México profundo, el cual nos constituye. El psicoanálisis nos ofrece diversos métodos enumerados en el libro; uno es la escucha: frente a la mirada objetivante de la psicología, por el contrario, el psicoanálisis reconoce al otro como sujeto y lo escucha. Esto es importante frente a los pueblos originarios porque también somos ellos. Otro método freudiano que puede ayudarnos es la memoria en contra de una psicología presentista y amnésica. Para Freud, repetir es una manera inconsciente de recordar aquello que no nos atrevemos a nombrar. Por ejemplo, cuando no recordamos la colonización, entonces, la repetimos al vendernos al mejor postor y alienándonos en formas de organización política dentro de la democracia liberal. No podemos escapar del pasado colonial si no lo recordamos.

 

Freud y el silencio colonial

Al propio padre del psicoanálisis usted le reprocha un silencio ante el colonialismo y el racismo. ¿Cómo un psicoanalista latinoamericano puede poner en el banquillo de los acusados a Freud y, simultáneamente, implementar la escucha y la memoria psicoanalíticas?

‒El problema de Freud no fue solamente el silencio ante el apogeo colonial europeo que le tocó vivir, sino que su discurso contiene una retórica colonial. Él habla de los psicoanalistas que conquistan el mundo como si se tratase de colonos. En Tótem y tabú se refiere a los salvajes y primitivos de las colonias, los cuales estarían viviendo en un momento anterior al de la modernidad europea. Peor todavía: mediante aspectos formales de la teoría freudiana, muchos seguidores suyos justificaron el colonialismo y así denigraron a los pueblos colonizados, como en los casos de Owen Berkley-Hill y Claud Dangar Daly en India, o B.J.F. Laubscher en Sudáfrica y J.F. Ritchie en Zimbabwe. El psicoanálisis ha sido usado como dispositivo ideológico al servicio del colonialismo.

Actualmente, en América Latina, existe un funcionamiento colonial de la teoría psicoanalítica. Por ejemplo, las antiguas colonias son receptoras de psicoanálisis, mientras que las otrora metrópolis son productoras de teoría. Es muy raro que en Europa nos lean y aquí no dejamos de leerlos. Las instituciones psicoanalíticas tienen sus centros en París, Londres y Nueva York; en tanto, nosotros ocupamos una posición subalterna, dependiente y periférica. ¡El psicoanálisis es parte del problema! No podemos utilizarlo como un arma de descolonización si desconocemos su inserción en el sistema colonial, así como la forma en que funciona colonialmente en el sur global. Aunque tampoco creo que, en un giro descolonial purista, debamos rechazarlo en bloque por ser algo importado desde Europa, pues también somos el conquistador y el colonizador.

 

Represión del psicoanálisis

“El psicoanálisis siempre ha sido más un campo de batalla que un campo de saber armonioso con acuerdos”, afirma David Pavón-Cuéllar al reflexionar sobre lo que el argentino Enrique Guinsberg llamó psicoanálisis domesticado. “No olvidemos que hubo un psicoanálisis nazi y utilizaban las herramientas conceptuales freudianas para justificar al nazismo, así como hoy tal teoría sirve para justificar la guerra sionista contra el pueblo palestino o el golpe de Estado en Bolivia. Hay un psicoanálisis muy conservador y reaccionario, el cual reproduce una psicología psicoanalítica desde donde se implementa una mirada objetivante que reduce al sujeto a un objeto del saber psicológico, preparándolo para ser un objeto del capital, así como también fomenta la adaptación bajo la forma del ajuste y de un mimetismo con el ambiente, como lo denunció Herbert Marcuse. Hablamos de un psicoanálisis que claudicó como proyecto crítico. Russell Jacoby, en Estados Unidos, lo ha estudiado a través de la noción de represión del psicoanálisis, asociada con la medicalización y la psicologización”.

 

Temores y capitalismo

“Aunque siempre ha habido el otro psicoanálisis, más a la izquierda, crítico y subversivo con respecto a las instituciones capitalistas, coloniales y patriarcales. Ejemplo de ello son Enrique Guinsberg, Horacio C. Foladori, Néstor Braunstein y Marie Langer, exiliados en México”, contrapone nuestro entrevistado.

 

En El malestar en la cultura, Freud dijo que el ser humano registra tres grandes temores: la fuerza de la naturaleza, la fragilidad de nuestra condición humana y el poder del Estado. ¿Qué reflexiona el psicoanálisis anticolonial ante la condición actual de estos miedos?

‒Para mí, un psicoanálisis anticolonial debe ser antipatriarcal, antiheteropatriarcal y anticapitalista. Acerca de esos temores humanos, hoy se dirigen hacia algo en donde el capitalismo es indisociable: en nuestra época, la naturaleza se vuelve tan demoledora porque está siendo destruida por el capitalismo. El temor a la fragilidad humana está vinculado a las enfermedades causadas por el capitalismo, por ejemplo, el cáncer incrementado por la industria alimentaria y la industria médica. En tanto, en la medida en que el Estado cede a las presiones del capitalismo, se convierte en un enemigo de la sociedad y vive para destruir tanto a la cultura como a la naturaleza.

 

De Fanon a Fidel…

Finalmente, ¿el psicoanálisis anticolonial es una peste en las universidades mexicanas o es algo incómodo, pero que se le deja tranquilo porque, por ahora, no genera daños contra las élites académicas ni intelectuales?

‒De entrada, no es algo reconocido ni explicitado en los programas tanto de universidades de teoría psicoanalítica como en las asociaciones en México. En Brasil, por ejemplo, sí hay lugar para dicho campo. Cuando en nuestro país aparece el psicoanálisis anticolonial es de un modo sintomático, por accidente, como un tropiezo. Viví muchos años en Europa y al regresar a México miré una interpretación singular del psicoanálisis, misma que al inició me pareció errónea; después encontré que ahí existía una subversión proveniente de nuestra particularidad cultural e incluso de la herencia indígena: una anticolonialidad no reconocida, un retorno de lo reprimido indígena y de la historia colonial que se impugna en dicho regreso; pero sin explicitarse ni sistematizarse. En México, la cara visible del psicoanálisis es colonial.

Un peligro en el retorno sintomático de lo anticolonial es que se deje absorber por una elaboración académica descolonial o poscolonial, pues allí se manifiesta tanto una falta de implicación en los
grandes problemas sociales y políticos, como una ruptura con las tradiciones radicales de pensamiento crítico como la marxista, además de su evidente elitismo… sin subestimar los aportes de algunos grandes autores de tal corriente. Aclaro: lo descolonial puede entenderse de muchas maneras. En Francia, los descoloniales son radicales sin ser un movimiento academicista, como sí suelen serlo en Estados Unidos o en Colombia. Me gusta hablar de lo anticolonial para vincular mi proyecto con otros autores antiimperialistas: Frantz Fanon, Kwame Nkrumah, Patrice Lumumba, Ernesto Guevara o Fidel Castro.

 

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