La flor de la palabra
- Irma Pineda Santiago - Sunday, 16 Feb 2025 06:36



De lengua me como un taco, reza un dicho popular mexicano para referirse a que muchas propuestas se quedan en el discurso sin que se vuelvan realidad. Es el caso de las lenguas originarias en México, que en la actualidad escuchamos de manera frecuente en eventos oficiales: se ha creado una Universidad de Lenguas Indígenas; ahora hay varias personas de pueblos originarios en cargos públicos, existen publicaciones en estos idiomas; se han modificado y creado leyes para su salvaguarda y fomento, por ejemplo la Ley General de Derechos Lingüísticos de Pueblos y Comunidades Indígenas de México; en el artículo tercero constitucional se dice que la educación en el país debe ser plurilingüe; la Ley General de Educación señala en su capítulo VI que el Estado promoverá el “desarrollo tanto de la tradición oral y escrita indígena, como de las lenguas indígenas nacionales”.
Sin embargo, nada de esto ha sido suficiente para detener el acelerado desplazamiento lingüístico o para desaparecer el racismo, el cual en gran medida ha generado la pérdida de la diversidad de lenguas mexicanas. Pienso en esto a propósito de que el 21 de febrero se conmemora el Día Internacional de las Lenguas Maternas y hemos visto, a lo largo de los años, que una de las razones para que el discurso no se vuelva realidad es el tema del presupuesto, es decir, que las autoridades anuncian programas o la creación de instituciones, pero no garantizan los recursos necesarios para operar adecuadamente. En el caso de las lenguas, esto implica contar con los medios para realizar investigaciones, documentales y de campo, así como para coordinar, en conjunto con las comunidades hablantes, la operatividad y desarrollo de las propuestas de estas mismas.
El argumento más frecuente para no hacer realidad las ideas es que no hay dinero suficiente. Lo vemos en el destino que ha tenido la Dirección General de Educación Indígena, cuyo presupuesto no alcanza para capacitar a los profesores de las diversas lenguas originarias, ni para elaborar libros o materiales didácticos en todas las variantes lingüísticas del país. Qué decir de la Universidad de las Lenguas Indígenas, que carece de un espacio propio y adecuado, pierde estudiantes porque éstos no cuentan con los apoyos económicos suficientes para sostener sus estudios en la ciudad, pues vienen de diversos rincones del país. Miremos el abandono del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas que desde hace tres años no cuenta con un director formal ni con recursos para realizar investigaciones o publicaciones. Lo mismo ocurre con la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas, que también lleva varios meses sin director oficial, cuando anteriormente fue una de las instituciones que más promovió el fortalecimiento de las lenguas indígenas a través de su extinto programa de Lengua y Literatura, del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias, además de la convocatoria del Premio Netzahualcóyotl de Literatura en Lenguas Indígenas.
Recientemente escuchamos el anuncio de la presidenta Claudia Sheinbaum, de que las dos últimas instancias mencionadas, junto con otras, pasaran a formar parte de un nuevo organismo que será el Instituto de las Culturas Vivas. Es de celebrarse que, con el anuncio del nuevo instituto, se hable de las culturas originarias como culturas vivas, pero una interrogante que varias personas y organizaciones indígenas tenemos es sobre sus atribuciones y presupuesto, es decir, si realmente este nuevo instituto podrá dar respuestas a las eternas demandas de los hablantes de las lenguas originarias, respecto a la lucha desesperada por fortalecer estos idiomas, o si será un instituto más, donde nos echarán más rollos y discursos sin que éstos se reflejen en una mejora de las condiciones de vitalidad de las lenguas mexicanas, o sea, una instancia más para decir nuevamente: de lengua me como un taco.