Cuauhtémoc y sus antecesores: a 500 años de su asesinato

- Miguel Ángel Adame Cerón - Sunday, 23 Feb 2025 07:43 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La resistencia de los pueblos originarios ante el avance de las huestes españolas hace quinientos años fue férrea y decidida, en muchos aspectos asombrosa, inteligente y heroica, por lo que es digna de ser recordada, sobre todo en el contexto actual del neocolonialismo prevaleciente. Este artículo repasa los hechos memorables de la oposición indígena y sus líderes, entre ellos Cuauhtémoc.

 

I

En la fastuosa expedición que organizó Hernando Cortés rumbo a las Hibueras (Honduras, octubre de 1524) para atrapar y castigar a Cristóbal de Olid, que se le había insubordinado en alianza con el gobernador Diego Velázquez, su enemigo político, además de ir a buscar oro en las provincias del sur maya; por temor a un levantamiento indígena en el valle de México y para tratar de asegurarse buenos recibimientos de los pueblos mesoamericanos en el trayecto de Tenochtitlan a Coatzacoalcos y de Coatzacoalcos a través de los territorios mayas, Cortés decidió llevar con él en calidad de presos y servidores a los gobernantes y señores principales sobrevivientes del Anáhuac, junto con un grupo armado de alrededor de 3 mil mexicas, además de sus huestes de aliados indígenas y españoles (soldados, sirvientes, bufones y por lo menos tres frailes: los franciscanos Juan de Tecto y Juan de Ayora y el mercedario Juan Varillas).

En la madrugada de un martes de carnaval, 28 de febrero de 1525, fueron asesinados de manera artera por órdenes y decisión premeditada y alevosa del invasor español Hernando Cortés, el último tlahtoani mexica de Tenochtitlan y Tlatelolco: Cuauhtémoc; el último tlahtoani tecpaneca de Tlacopan: Tetlepanquetzal; y el último tlahtoani legítimo texcocano Coanacoch; fue en Itzam Kanak (zona arqueológica “El Tigre”), capital de la provincia de Acallan Hueymollan, en la cuenca del hoy llamado río Candelaria, en el actual Estado de Campeche; específicamente, como lo corrobora el campechano Álvaro López Zapata, salieron de Tuxcahá de noche y al siguiente día partieron hacía Taxahá, y fue aquí donde los ahorcaron, decapitaron y colgaron de una ceiba (iximché) o pochote entre las 2 y las 4 de la mañana. La coartada para estos magnicidios que se hicieron sin un verdadero juicio (o probanzas, como dijo Bernal Díaz del Castillo) estuvo dada por las siguientes tres motivaciones autoritarias principales: a) Cortés tenía previsto ya asesinarlos por ser peligrosos y porque evaluó que ya no le eran tan útiles, además calculó que podía de alguna manera sustituirlos con señores principales más sumisos o lambiscones; b) les tenía tirria y envidia porque siempre sintió y corroboró que tenían legítima autoridad y prestigio ante sus pueblos del Anáhuac y también ante los pueblos de las provincias mayas por donde pasaron; c) supo y fue testigo que entre estos tlahtoque había solidaridad y entendimiento, ya que siempre actuaron como aliados reconociendo a Cuahtemoczin como el tlahtoani principal: huey tlahtoani.

En efecto, desde que los españoles de Cortés llegaron a Mesoamérica y luego se internaron en tierras del Anáhuac, Cuahtemoctzin estuvo del lado de la facción de los dirigentes mexicas encabezada por Cuitláhuac, que se opuso en las sesiones del Consejo del Tlahtocan a recibirlos pacíficamente. Cuando los españoles secuestraron y luego mataron a Moctezuma Xocoyotzin, a Cacamatzin de Texcoco y a Izquahtzin de Tlatelolco, el valeroso Cuitláhuac encabezó la expulsión y la persecución de las tropas españolas y sus aliados tlaxcaltecas de la ciudad de Tenochtitlan. En esa acción de la ahora llamada noche victoriosa, Cuahtemoctzin fue el capitán que demostró más arrojo, inteligencia y determinación en la lucha contra los conquistadores externos e internos. A la muerte del huey tlahtoani de Tenochtitlan, Cuitláhuac, el tlahtocan lo eligió como su sucesor debido a su pertenencia tlazopipiltin (linaje gobernante) y a esas decisivas demostraciones en el enfrentamiento con los enemigos. En efecto, Cuauhtémoc las siguió desplegando en la férrea defensa de sus ciudades y de sus pueblos, en todos los preparativos y en crear las condiciones de mayor unidad de altepeme que quisieran luchar contra los invasores extranjeros y sus aliados. Y no se diga en la resistencia heroica al sitio de noventa días que vivieron las ciudades de Tenochtitlán y Tlaltelolco. Allí Cuauhtémoc y los tlahtoque aliados, así como los tlacochcalcatl y tlacattecatl (capitanes), los guerreros, sacerdotes (por ejemplo el custodio del bulto de Huitzilopochtli) y las mujeres tenochcas y tlatelolcas lucharon denodadamente, dieron feroces e inteligentes batallas ofensivas y defensivas y resistieron el cerco (junto a toda la población que, como pudo –piedras palos, instrumentos, tambores, gritos, etcétera–, heroica y dramáticamente participó) hasta sus últimas consecuencias ante las ventajosas avalanchas enemigas y en medio de epidemias, escasez de agua y hambruna generalizada.

Cabe mencionar a dos hijos de Moctezuma: Chimalpopoca y Tlacahuepatzin, que se batieron hasta su muerte; a los capitanes y guerreros mexicas Tzilacatzin, Temoctzin, Tzoyectzin, Hecatzin (tlapaneco otomí), Axoquentzin (jefe cuáchic), Coyohuehuetzin, Temilotzin, Topantemoctzin, Opochtzin (el que se vistió de “tecolote de quetzal”); el cihuacóatl Tlacotzin y el huitznahuatl Motelchiuh que también se batieron en la defensa de los últimos reductos de México-Tlaltelolco, las heroínas mujeres tlatelolcas que con insignias de guerra se incorporaron a la batalla final lanzando dardos. También a los tlatoque y a los altepeme, huey calpulli y calpullis que se mantuvieron fieles y apoyaron la defensa del sitio de México-Tenochtitlan y Tlatelolco: Ehecatepec, Tula, Tenayucan, Atzcapotzalco, Chiconautla, Cuahtitlan, Xaltocan, Malinalco, Matlanzinco y Tulapan, principalmente.

Cuando Cuauhtémoc estuvo preso por Cortés, en complicidad con el tesorero Juan Aldrete, aquél decidió aplicar tormento de aceite ardiente en pies y manos a Cuauhtémoc y a Tetlepanquetzal para que confesaran el lugar donde estaba el oro que los españoles habían robado y perdido en su huida en la llamada noche de la victoria (antes noche triste); el joven tlahtoani defensor de sus pueblos mostró nuevamente una resistencia indómita, al igual que Tetlepanquetzal, a pesar de que las quemaduras llegaban hasta sus huesos.

 

II

Esas demostraciones de lucha y defensa de Cuauhtémoc y Tetlepanquetzal y demás personajes frente a los invasores españoles y sus aliados indígenas, tienen sus antecedentes en islas y tierras del Caribe y de la Mesoamérica prehispánica, desde la llegada de Cristóbal Colón hasta el asesinato de los tres tlatoanis en Taxahá. El siguiente es un sucinto recuento, ahora que se cumplen quinientos años de este ignominioso hecho.

 

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En 1593, en la isla caribe llamada Quisqueya (“La Española”), ante los asesinatos, violaciones, captura de esclavos y cargas tributarias impuestas a los taínos arawuac, el jefe Coanabó, con el apoyo de sus tres hermanos, su mujer Anacaona y el respaldo de su tribu, se rebeló y enfrentó a los hombres de Cristóbal Colón, hasta que fue capturado; en prisión participó en una conspiración con otro jefe, Maniocatex; otro líder taíno, Guarionex, también fue detenido y torturado. Posteriormente, en 1519, se dio la rebelión encabezada por “Enriquillo” quien era hijo del cacique Maxicatex, quien instó a otros señores a la sublevación. Se enfrentó a los españoles hasta 1533, valiéndose de un plan de guerrillas en las montañas de la isla.

 

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En Cuba la resistencia se expresó en alzamientos como el liderado por  Hatuey, entró en contacto con las diferentes tribus y les aconsejó que se preparasen para la lucha; también les comunicó que se deshicieran de todo el oro, arrojándolo a los ríos, porque ese era el dios de los blancos. Hatuey ordenó a sus hombres que se organizaran y comenzasen a atacar a los españoles por sorpresa, valiéndose de palos, piedras y flechas. Pero los españoles, apoyándose en perros rastreadores, armas de fuego, ballestas, corazas y espadas, paulatinamente fueron derrotando a los grupos rebeldes, hasta que logran capturar a Hatuey, quien fue condenado a la hoguera. Posteriormente, el jefe Guamá luchó contra la colonización y las vejaciones entre 1522 y 1532; basado en las experiencias de Hatuey pudo sostenerse luchando en las montañas del oriente cubano.

 

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En 1511 llegaron a territorios mayas de Ecab, en calidad de náufragos, ocho españoles que formaban parte de la tripulación del navío de Juan de Valdivia; allí tuvieron su primer encuentro con nativos que, al verlos llegar, se enfrentaron a ellos y lograron matar a cuatro, y a los otros cuatro los tomaron prisioneros, pero éstos lograron escapar a la población de Maní, donde murieron otros dos, sobreviviendo sólo dos: el clérigo Jerónimo de Aguilar y el marinero Gonzalo Guerrero. Reconozcamos la postura político-existencial de Gonzalo de Guerrero, que optó por situarse de lado de la resistencia maya y combatir con fiereza a los españoles.

 

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La primera expedición a territorios mesoamericanos en busca de riquezas y para capturar indios que esclavizar la realizó Francisco Hernández de Córdoba, quien con 116 hombres y tres navíos, el 5 de marzo de 1517, llegaron a Ecab Cotoch. Al desembarcar, los nativos los recibieron pero les señalaban que se retiraran y, al no hacerles caso, procedieron a tener escaramuzas con ellos. Un español inició el saqueo material y cultural: se introdujo en algunos templos para apoderarse de varios idolillos, diademas y sortijas de oro de los mayas, quienes reaccionaron enfrentándolos. Aquí los españoles lograron capturar a dos indios mayas que secuestraron y llevaron a la Habana. Allí los bautizaron como Juliancillo y Melchorejo. Éstos acompañaron luego a Cortés como intérpretes, realizando una resistencia en “torcer la lengua y las palabras de los españoles”. Posteriormente, Melchorejo huyó y se unió a la resistencia con la consigna de “¡muerte a los invasores!” Siguiendo el viaje de Córdoba hacia Chakán Putum, los españoles lanzaron artillería desde los barcos para amedrentar a los nativos yokot’tan, pero liderados por Moch Couóh les hicieron guerra, les causaron grandes bajas y, con dificultades, lograron replegarse hacia sus embarcaciones.

 

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En 1518, Juan de Grijalva fue capitán de una segunda expedición a tierras mesoamericanas; el 4 de mayo llegan a Tierra Lázaro, en Campeche; un sacerdote de este pueblo prendió un sahumador y les advirtió que tenían que irse antes de que se consumiera el fuego. Ante la negativa de los españoles se desarrolló un combate donde hubo bajas en ambos bandos. Finalmente reembarcaron y siguieron navegando hasta arribar a Chakán Putum, donde fueron recibidos por gran cantidad de canoas listas para la guerra, y se desencadenó un combate con los nativos que por segunda vez se batieron valientemente, pero esta vez los españoles salieron victoriosos.

 

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En una tercera expedición, después de pasar por localidades de la península de Yucatán, la armada de Hernán Cortés arribó a la desembocadura entre el río Tabasco y el Usumacinta, el 12 de marzo de 1519; se entabló combate con los nativos que se le enfrentaron, logrando ganar el poblado. Pero en la ribera había cientos de guerreros listos para defenderse; ya habían cercado con troncos su pueblo. La lucha de los yokot’tan fue brava ante las armas de fuego de los invasores. En Centla regía Tabscoob; después de algunos intercambios y ante la rudeza de los cortesianos, al internarse se entabló fortísimo combate, pero los invasores ibéricos sorprendieron empleando sus armas de fuego y sus caballos, aun así los indígenas resistieron más batalla; posteriormente los centleños se retiraron hacia los montes. Se concertó la paz, pero en los meses-años posteriores los maya-chontales tuvieron constantes sublevaciones ante los constantes agravios españoles.

 

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Los invasores ibéricos fueron llevados por los campoaltecas al señorío tlaxcalteca, esperando ser recibidos en paz, dado que eran enemigos de los mexicas; sin embargo, son recibidos a principios de septiembre de 1519 en el poblado atomí-tlaxcalteca de Tecóac con hostilidad. En cuanto apareció la avanzada de Cortés, el señor de Tecoac, Tocpaxochiuh, mandó a sus guerreros a combatirlos. El ataque fue repelido a base de artillería, tiros de arcabuz y ballestas. Al poco tiempo se retiran de esta primera refriega, habiendo heridos de ambos bandos. Continuaron el avance, reapareciendo escuadrones de guerreros que fueron contraatacados; sin embargo, al fondo, organizados y listos se encontraban miles de efectivos de Tizatlán con su general al frente, llamado Xicotencatl Xocoyotzin. Se desató entonces otra batalla, tomando los tlaxcaltecas y otomíes un caballo que luego fue degollado. El contraataque español fue contundente y las tropas indígenas se replegaron.

 

LAS ACCIONES VALIENTES Y HEROICAS realizadas por pueblos originarios y sus líderes de Arawak, Mayab, y Anahuac hace más de quinientos años, deben ser recordadas y reconocidas como ejemplos a seguir, pues la lucha y defensa de sus comunidades, sus tradiciones, sus modos de vida, son paradigma que tiene que seguir forjando conciencia histórica, nacional y popular; son ejemplos de rebeldía, entereza y dignidad históricas frente al asedio, violencia y atrocidades de invasores y perpretadores colonialistas. Forja memoria y mantiene vigencia y actualidad en el contexto del neocolonialismo e imperialismo prevaleciente contra las naciones y pueblos de nuestra América (Abya Ayala), principalmente indígenas, afrodescendientes y clases populares.

 

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