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Una de griegos y otra de romanos

'El oleaje del Ponto', Héctor Carreto. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2024.

 

El título de El oleaje del Ponto es una acertada metáfora para reunir el último libro en vida de Héctor Carreto. En estos poemas, el sonido de las palabras de los poetas grecolatinos resuenan en la interpretación, reescritura, del autor de Coliseo, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. El oleaje del mar entra por los oídos, por la mirada y el olor de la sal es aspirado por el olfato, la humedad picosa de sus aguas cálidas baña el cuerpo de los versos, los cuales se saborean desde un lejano banquete platónico, el menú ideal. Es decir, el oleaje del mar, el rugido del Ponto ocupa nuestros cinco sentidos. Pero este poemario ocupa más, el sentido lúdico nos revuelca de risa como hacen las olas al bañista, y también obliga al lector a realizar operaciones de comprensión por sus múltiples referencias y metáforas, las piruetas casi circenses de este mar se ondulan en estos versos y todo aquello que se ondula seduce.

Héctor Carreto, antes de cualquier otro adjetivo, es un poeta subversivo. El rugido de su oleaje implica el cambio, no hay nada en el mar que mantenga un orden, todo se mueve y cambia de lugar, sobre todo, la voz de este mar penetra en el lector, en quien escucha estos poemas.

La risa es la subversión del sentido. Está dada en varios niveles, como corresponde a los epigramas clásicos, la primera es en el tema sexual amoroso, como nos lo indica en el primer poema de Eurípides “El dios supremo”; otra, en lo referente al heroísmo de quienes combaten, como en “El arte de la guerra”, De Ánite, en “Ante la tumba de Alejandro” y “Los dos imperios”; una tercera es política, las tres formas se dan en los poemas correspondientes a Catulo en la parte latina, uno de los apartados más extensos del libro. Las figuras retóricas de sentido como la ironía y sátira permean el libro. La burla es contumaz. Así es el hecho mismo de asumirse, tomar la voz, estilo, temas de dieciocho poetas entre griegos y romanos; como una especie de Pessoa, a la manera del teatro griego, máscaras o suplantación de personalidades, el yo es otro, excesivo, un yo como manada, legión, antología. Para interpretar un personaje, en inglés se usa la palabra “jugar”, Carreto juega con un sinfín de olas que llegan y se van, fugitivas que por medio de la palabra permanecen.

En el poemario de Carreto se encuentran poemas de Safo, quien tocaba la lira (instrumento que, como se sabe, da nombre a la poesía lírica) e inventó el plectro (lo que se conoce como la plumilla o uña para tocar la guitarra): Dentro de estos se puede leer, escuchar y cantar “Bolero”: “Sé que te emborrachas con otra/ oh, traicionera, Cleis/ Sin embargo, podría perdonarte/ si al llegar al punto G/ balbucearas mi nombre.”

Varios poemas de El oleaje del Ponto. Antologías griega y romana imaginarias hacen referencia a las extremidades inferiores, como en “Confusión”, “Permanencia de Atis”, “Ajorca”, “Otoño”, dentro de los poemas correspondientes a Safo de Mitilene; así mismo, en “Embriaguez”, de Alceo, “Invierno”; “Motivos de Helena” de Anónimos; “Lazos” de Horacio, “Cintia”, de Propercio; “Recetario”, de Ovidio; “Poética”, de Marcial; “La manzana de la discordia”, de Ausonio. El gusto por las piernas en la poesía de Héctor Carreto es una constante u obsesión.

También, en el poemario de marras, se encuentran varios poemas con el tema de la vejez y la muerte “Ondas canosas”, “Otoño”, “Poema de los setenta años”, pero como dice el poema que da título al libro “Homero no ha muerto/ sigo escuchando su voz./ Si alguien ha visto su tumba,/ que lo saque de ese mundo de sombras/. El rapsoda deseará escuchar de nueva cuenta el rugido del Ponto/ y la tribu, el rugido del Ponto en los labios de Homero.” Y en el apartado de Platón se encuentra “Una estrella llamada MM”, donde los últimos versos dicen: “La plata de su piel seguirá brillando/ Para ella jamás habrá un epitafio.”

De igual forma, para Héctor Carreto jamás habrá un epitafio.

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